Cooperativa de Editores de Medios de Buenos Aires
Cooperativa Editores de Medios BA

A la sombra del cemento

Una mirada analítica sobre la compleja situación del arbolado porteño.

Por la Lic. Graciela Godoy de Sadorín (*)

La ciudad de Buenos Aires llegó a tener uno de los mejores sistemas de arbolado público del mundo. Esto fue posible a partir de una concepción integral que contempló tanto lo paisajístico, como las tareas de producción de ejemplares, mantenimiento y educación de la población para su cuidado. Hoy, sin embargo, la situación es bien distinta: a la falta de atención del municipio y a la desaprensión de algunos vecinos, se le suma la incorporación de especies sin atractivo y poco propicias para el paisaje urbano.
El buen criterio paisajístico inaugurado por Carlos Thays, incluyó en la ciudad especies argentinas como las tipas y los jacarandás, cuyas flores amarillas y celestes dieron un carácter particular a las calles y avenidas diseñadas a fines del siglo XIX y principios del XX. Fueron las flores que mejor armonizaron con
las fachadas esculpidas con revoques símil piedra y los techos de pizarra que caracterizaron el paisaje urbano de ese período. Este esfuerzo de forestación se hizo a un costo ínfimo, ya que la entonces
Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires organizó una serie de viveros propios que actualmente están en su mayor parte desactivados, tal vez para dejar esa tarea a los contratistas privados. Algunos de estos viveros se hicieron en los neuropsiquiátricos, lo que permitió ofrecer una tarea útil a los pacientes y
facilitar su reinserción social.

Los pasos de la decadencia

En primer lugar, se abandonó el proyecto paisajístico y la armonía con el entorno, para especular en cantidades de árboles que debían comprarse a un contratista. Una de las consecuencias fue llenar
la ciudad de fresnos americanos, especie que en nuestro clima no florece y que hoy corresponde a la mitad de los ejemplares que hay en nuestras calles. Se eligió el fresno cuando existen centenares
de otras especies argentinas adaptables a nuestra ciudad. También se abandonó el mantenimiento del arbolado dejando que muchos ejemplares alcanzaran un tamaño irreversible. El caso de la poda destructiva es apenas un ejemplo de conductas que no tienen en cuenta lo que significa construir un paisaje utilizando para ello seres vivientes como los árboles.
Lo cierto es que no existe un proyecto urbanístico capaz de integrar nuestro patrimonio cultural urbano con nuestro patrimonio forestal. Y en ese marco, cada año se suman miles de árboles a los ya mutilados o destrozados en inviernos anteriores.

Algunas causas del problema

Con total desaprensión muchos vecinos son responsables de la destrucción acelerada de los árboles. Con
excusas como “hay que barrer las hojas en otoño”, “los árboles tapan los carteles de los negocios”, “por ellos entran ratas, ladrones, cucarachas, etc”, “por su culpa en la noche no se ve nada”, y otras cosas
por el estilo.
Jamás se han realizado campañas serias en los medios o en las escuelas referidas a la importancia del arbolado en la ciudad. Si se instaurara un plan educativo como parte de un Plan Integral de Arbolado
Urbano, en lugar de estrategias marketineras de desarme o plantación, la situación tendería a mejorar rápidamente. Pero ningún funcionario está interesado en poner en marcha planes que excederán a
su gestión.
Las empresas de recolección de residuos son obligadas a recoger todo tipo de basura de la vía pública, incluyendo las ramas, fruto de la poda ilegal. Si estas ramas, consecuencia de la violación de leyes, son ilegales para su recolección, el Estado porteño no debería invertir un centavo. Si las ramas quedaran en
la calle, los vecinos deberían pagar por su recolección, lo cual haría disminuir inmediatamente la poda ilegal.
Por todas estas razones, en que se incrementa la destrucción del medioambiente a nivel nacional por diferentes causas (desechos tóxicos, caza furtiva, el aumento de la tala de bosques, etc.) generalmente parecidas a las expuestas más arriba, los árboles de Buenos Aires ya no limpiarán el aire de los tóxicos que nos envenenan, sino que estaremos expuestos a largas décadas de enfermedad, desasosiego y calles sin sombra.

(*) La Lic. Godoy de Sadorin es profesional del CONICET, Química (UBA) y Máster Comunicación, Científica, Médica y Ambiental (Univ. UPFARMA Barcelona).