Adiós al patriarca del cine teatro El Plata
El eterno recuerdo para Roberto Gutiérrez, que falleciera días pasados a los 98 años y fuera un símbolo de la lucha vecinal por la recuperación de la emblemática sala de Mataderos.
“No estoy afiliado a ningún partido, soy militante de la cultura, porque como decía Aníbal Ford, la cultura debe ser militante”, solía decir Roberto Gutiérrez cuando se lo consultaba por su filiación política. Su lucha comunitaria y el apego que lo unía a su entrañable barrio de Mataderos, estaban lejos de cualquier bandería. Sabía que el hilo que le quedaba en el carretel no sobraba, pero era suficiente como para seguir remontando ilusiones. Y entonces hacía gala de su incasable espíritu de lucha. “Yo ya no cumplo años, acumulo juventudes”, repetía con una sonrisa.
El 17 de agosto pasado -vaya paradoja sanmartiniana- el enorme corazón de Roberto dijo basta. Tenía 98 años. Su último deseo era que el cortejo fúnebre que lo trasladara hasta su última morada pasara primero por la puerta de su querido cine El Plata. Y así ocurrió.
El domingo 18 por la mañana las puertas del cine se abrieron de par en par y un nutrido grupo de vecinos y personal de la sala despidieron con un aplauso emocionado a su emblema más preciado. “Para mí Robert, además de ser un pilar fundamental de nuestra lucha, era y es una de las personas que más quise y quiero”, dijo con la mirada empañada María Denti, una de las referentes de la Coordinadora vecinal, para quien Roberto fue una especie de padre adoptivo.
Ese cariño que había sabido ganarse estaba directamente ligado a su lucha inquebrantable y a la simpatía que lo caracterizaba. Pero, además, la vida de Roberto Gutiérrez caminó a la par de la del cine El Plata. A los 19 lo pisó por primera vez como espectador, pero algún tiempo después, en los años 50’, se calzó el traje y, micrófono en mano, supo ser animador de diversos encuentros solidarios tendientes a reunir fondos para entidades benéficas, de los que aún conservaba los programas que se repartían entre los asistentes. Por entonces, El Plata era sede de los estrenos cinematográficos de la época, y su escenario albergaba además a las principales figuras de la música ciudadana, como así también espectáculos para los más pequeños, con Martín Karadagian y sus Titanes en el Ring.
Tiempo después, con el cine cerrado y abandonado, Roberto estuvo presente en cada una de las reuniones que los integrantes de la Coordinadora mantuvieron con los diversos funcionarios de turno del Gobierno porteño. No temió en plantársele al entonces ministro de Cultura, Hernán Lombardi, y reclamarle cara a cara por la falta de acción. “Me cansé de escuchar promesas incumplidas, pero hoy estoy feliz por la reapertura y por haber logrado un objetivo para el barrio, con la ayuda de muchos vecinos, como los cinco mil que firmaron el pedido para que, en su momento, Aníbal Ibarra comprara el edificio y se dejara asentado que tenía que ser destinado a la cultura”, sostuvo el día en que el cine -su querido cine- volvió a transformarse en un faro de la cultura barrial.
En aquel festejo popular del sábado 16 de octubre de 2021, Roberto se subió al escenario montado sobre la vereda para presentar a su esposa Matilde Alzaibar -otrora gran cantante de tangos- quien recitó un poema de Norma González Falderini dedicado al cine El Plata. Al día siguiente, haría su reingreso triunfal al majestuoso escenario del cine para cristalizar el corte de cintas y decir con voz quebrada, “¡Arriba el telón!”.
Apenas dos meses más tarde, Roberto Gutiérrez -símbolo de la Coordinadora en Defensa del cine teatro El Plata- fue distinguido por la Legislatura porteña como “Personalidad Destacada de la Ciudad en el ámbito de la Cultura”. Un reconocimiento que le calzaba a la perfección.
El por muchos denominado “patriarca del cine El Plata”, que había nacido el 2 de febrero de 1926, dedicó sus últimas dos décadas a pelar por la reapertura del emblemático cine de Juan Bautista Alberdi y Larrazábal, y fue un luchador incansable por difundir los valores de la cultura local.
Además, Roberto supo incursionar en la actuación, integrando elencos de teatro independiente. En los 60’, formó parte del grupo OLAT y anteriormente ya había estado en la compañía de María Ester Podestá, como integrante del elenco estable de un pequeño teatro de Larrazábal, entre Alberdi y Artigas. Además, dirigió piezas en el teatro Luz y Fuerza, donde estrenó “La Dama del Sombrero” y “Tango amor a Buenos Aires”. Pero eso no es todo. Además, fue coordinador de la Orquesta Municipal de Tango del Glorias, cuando se creó en 1985, y en 2002 organizó en el bar del Club Glorias de Liniers el Espacio Cultural El Atril, un lugar para las artes y “el converse”, que fue inaugurado con la presentación de la orquesta de Tango de Avellaneda.
Ya en 2004 se unió a la campaña por la reapertura del Cine Teatro El Plata y se convirtió, sin dudas, en la bandera de esa lucha. Su empuje enamoraba y contagiaba voluntades. Sin embargo, aquel espíritu indómito para el que la edad era apenas una “acumulación de juventudes” sufrió un golpe duro hace apenas un año, con la repentina muerte de su hijo. Desde entonces, ya no fue el mismo. Algo se había roto en él. Hoy, Roberto Gutiérrez sigue siendo la bandera de esa lucha y su legado permanece inalterable en cada uno de sus vecinos. Tal vez por eso, cada vez que se corre el telón del cine teatro El Plata, su sonrisa indeleble parece dibujarse en cada butaca.
Ricardo Daniel Nicolini