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La casa de las piedras de Belgrano

Estaba ubicada en Avenida Cabildo 66 y existió entre 1914 y 1990

Donde ahora se alza un edificio de varios pisos, hubo por décadas una vivienda mucho más pequeña que tenía una particularidad: su fachada parecía estar hecha con rocas. De hecho, popularmente a la residencia se la conocía como “La casa de las piedras”.

Demolida a comienzos de los ‘90, esta particular construcción era una de las últimas muestras que quedaban en Buenos Aires de una corriente arquitectónica denominada tapera revival, neovernácula estilo de grutescos y rocallas, que consistía en construir, siempre en cemento, ornamentaciones relacionadas con el mundo natural. Así, rocas, troncos, ramas, cascadas, y otros elementos eran reproducidos e imitados hasta el detalle más mínimo para generar, en el paisaje urbano, una remembranza de la naturaleza que, merced al progreso, cada vez se alejaba más de la ciudad.

Esta corriente arquitectónica proveniente de Europa –especialmente de Francia-, se dejó ver en el paisaje porteño sobre todo a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Además de algunas casas, como la de avenida Cabildo, cuyas fachadas y patios internos se configuraron según los criterios de este estilo grutesco, esta manera de construir rindiendo culto a lo natural también se utilizó para la edificación de enormes grutas en paseos de la ciudad, como, por ejemplo, en la Plaza Constitución o Recoleta. Estas obras, de las que hoy no quedan restos, fueron pensadas para brindar esparcimiento y diversión a grandes y chicos.

Se sabe que la mencionada Casa de las piedras fue demolida en 1990 pero, en 2023, fue rescatada del fondo de la memoria por una cuenta de Instagram dedicada a la historia porteña llamada Buenos Aires perdida. Allí pueden observarse impresionantes fotografías de esa residencia de rocallas y un par de referencias muy útiles para conocer un poco más sobre su historia.

La singular vivienda era, en sus orígenes, una casa sin ninguna particularidad arquitectónica. Tenía una sola planta con dos ambientes, cocina, y un terreno de 59 metros en su fondo. Pero en 1914, el dueño de esa casa, José Lagomarsino, que se dedicaba a la fabricación y venta de sombreros, decidió hacer unas cuantas modificaciones en la propiedad original. Y allí fue donde introdujo la impronta grutesca al lugar.

Otros detalles de esta construcción se dejaban ver alrededor de los balcones del primer piso, realizados también en el mismo estilo grutesco. Allí, el cemento reproducía a la perfección ramas, troncos de árboles con todas los pormenores de su corteza, trozos de madera con sus respectivos nudos y también raíces de cemento que entraban y salían de la piedra. Además, podían observarse relieves de vides y racimos de uva.

Una reja de barrotes de hierro y columnas hechas de piedra rematadas con maceteros en la parte superior separaba la vereda de Cabildo del frondoso jardín que estaba antes del ingreso a la vivienda, donde árboles y plantas reales convivían en armonía con sus reproducciones de material. Según las imágenes de archivo, allí había plantadas dos palmeras que todavía pueden verse en el frente del edificio que ocupa hoy ese predio.

Un edificio de varios pisos ocupa hoy el espacio en el que estaba la casa de las piedras

Pero la estructura no solamente despertaba asombro y fascinación por su aspecto, sino que recibía también algunas críticas. Para muchos, especialmente para las clases altas porteñas, poner grutas en los parques y paseos con estilo de rocallas era aceptable, pero ornamentar del mismo modo las fachadas no era ya tan bien considerado. “Los parques estaban bien vistos para la diversión, pero hacerte en ese estilo la casa, eso sí era medio peloera de nuevo rico, algo que Lagomarsino era, precisamente.