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Edificios, bares y franquicias, allí donde Liniers se transforma en Villa Luro

Con una oferta culinaria variada y modernas edificaciones en constante crecimiento, el nuevo polo gastronómico se transformó en un boom en la zona, al tiempo que plantea un desafío para el barrio y sus vecinos.

Allí donde la calle Albariño oficia de límite entre Liniers y Villa Luro, un barrio tradicional del oeste porteño pugna por mantener su encanto característico mientras se expanden las edificaciones y un polo gastronómico enfatiza el perfil comercial de la zona. Hacia el oeste se inicia Liniers y hacia el este, partiendo de la plaza Ejército de los Andes, se extiende Villa Luro. La mayoría, sin embargo, se identifica con este último. Incluso aquellos que a todas luces forman parte de la geografía linierense, no dudan en agregarle “Villa Luro”, al nombre de su comercio. “Creo que no lo llaman Liniers por una estrategia de marketing, para diferenciarse de la zona cercana a la avenida General Paz, la estación de tren y los manteros, como si eso les quitara público”, especula Florencia Augusto, vecina de Sáenz Valiente y Rivadavia, frente a la plaza. “Yo vivo justo enfrente del polo gastronómico, en el límite de Liniers y Villa Luro, pero en mi vereda ya es Liniers”, aclara.

A apenas una cuadra de allí, el bulevar de Ramón Falcón se muestra como un foco de atracción para los locales más reconocidos. El desarrollo del barrio ha sido notorio en los últimos años, con la incorporación de modernos edificios residenciales y una oferta gastronómica diversa, que atrae a vecinos y visitantes. “Creo que es algo que llegó para quedarse, porque hay edificios nuevos con muchos departamentos donde se mudaron nuevos vecinos y otras obras en construcción donde se espera que se instalen otros”, dice Florencia. Los desarrolladores inmobiliarios advirtieron ese potencial y transformaron la zona en un sector comercial donde conviven locales y edificios, que cada día es visitado por los amantes de la gastronomía y nuevos vecinos optan por mudarse allí. Además, es un barrio respaldado por la gran accesibilidad desde distintos puntos de la ciudad y el conurbano. “Nuestras propiedades se revalorizaron, ya que la zona se está tornando más ‘cheta’ y exclusiva”, resalta Florencia.

Antes, esta porción del oeste porteño se fundía en el paisaje urbano como cualquier otro barrio, llevando consigo más de un siglo de historia. Sin embargo, lo que comenzó como un vecindario tradicional se transformó en un vibrante epicentro comercial y arquitectónico. “Casas quedan pocas -advierte Florencia-. Cuando yo nací el barrio se caracterizaba por las casas bajas como la que vivo yo. La mayoría eran PH y casas chorizo donde en una época se alquilaban habitaciones a inmigrantes. Pero hoy la mayoría son edificios nuevos o en construcción”.

Roxana Armental es la encargada de la moderna Cervecería Glück Villa Luro, que sin embargo funciona en Liniers, sobre la avenida Rivadavia. “El nuevo polo gastronómico nos benefició como comerciantes, antes no había este volumen de gente en las noches de Liniers”, subraya.

Al principio discretos y tímidos, algunos locales empezaron a abrir sus puertas en las cercanías de la avenida Rivadavia, alrededor de la plaza Ejército de los Andes. Entre almacenes y negocios efímeros, los restaurantes y bares modernos encontraron su lugar. Hoy el barrio se erige como un creciente polo gastronómico, ofreciendo una amplia gama de opciones que satisfacen todos los gustos: desde pizzas y hamburguesas, hasta pastelerías, heladerías, parrillas, bodegones y cervecerías. “Es una zona ideal para las cervecerías y demás comercios gastronómicos, porque el barrio se puso de moda, algunos le dicen Villa Luro Hollywood”, argumenta Roxana, y Florencia coincide: “hay un montón de lugares lindos para ir a pasear en familia y cerca de casa. Antes los vecinos teníamos que ir más lejos, por ejemplo, a Flores, para encontrar lugares lindos o franquicias reconocidas para tomar o comer algo”.

La zona es uno de los rincones porteños que aún mantiene el encanto de barrio a la que se sumó una propuesta gastronómica variada y de calidad. Sus calles tranquilas y arboladas le dan forma a una geografía ya no tan habitual. Alrededor de la plaza han surgido modernos edificios residenciales que albergan diversas propuestas comerciales, manteniendo el estilo de barrio.

A pesar de que su extensión abarca unas pocas manzanas, este eje ha ganado la fidelidad de la clientela por su calidad y heterogeneidad de productos. El público es variado gracias a la diversidad de locales gastronómicos de distintos estilos, para todos los gustos y edades. “Como profesional de la psicología, ahora tengo pacientes más jóvenes, que es esta nueva población que se mudó al barrio y tiene su primer trabajo. Lo bueno es que no toman como tabú a la psicología, se animan a probar. Además, noto que tienen un buen poder adquisitivo como para poder hacer uso de mis servicios”, destaca Florencia, y luego agrega “me parece muy bueno que haya vecinos nuevos y es super interesante la diversidad que encontramos hoy en día en el barrio, tanto de edades como de géneros que antes no había, ya que, la mayoría eran vecinos más grandes. Me encanta ese contraste”.

Durante el día los lugares más visitados son las cafeterías y heladerías como “Café Martínez”, una franquicia sumamente reconocida por sus visitantes, o “Luciano’s” una heladería de categoría. Los vecinos suelen acompañar su paseo recorriendo la plaza de Los Andes, ubicada frente a los nuevos comercios. “Nosotros abrimos tarde, la mayoría de nuestros clientes vienen por la noche, cuando están llenos la mayoría de los otros bares, restaurantes, pizzerías y cervecerías”, dice Roxana.

Sin embargo, esa ebullición nocturna no cuenta con la aprobación de todos los vecinos. “Los viernes y sábados por la noche hay mucho ruido. Yo estoy a media cuadra de Rivadavia y se escucha ruido de música y gente hasta tarde, cosa que hasta hace un tiempo no ocurría”, asegura Florencia. Y eso va de la mano con el caos vehicular que lo enmarca. “A los que tenemos auto nos resulta muy difícil estacionar -agrega la vecina-. Los fines de semana desde las 6 de la tarde el tránsito es constante. Nunca habíamos visto algo así, me da hasta miedo salir a esa hora y encontrarme con ese caos de colectivos y autos”.

Ese cambio en la fisonomía barrial trae aparejado otros inconvenientes. “Los vecinos tenemos miedo de empezar a tener problemas con los servicios de luz y agua, porque aumenta la población que consume en los nuevos edificios. De hecho, ya estamos empezando a tener problemas con el abastecimiento de agua”, cuenta Florencia, y se atreve a ir un poco más allá: “incluso pienso que podría haber dificultades con la disponibilidad de salud y educación en el barrio, ya que hay muchos vecinos nuevos y no sé si las escuelas de la zona y los hospitales van a dar abasto. También creo que se necesitan más lugares de esparcimiento porque tenemos sólo la plaza los Andes y los fines de semana se llena. Además, los edificios le dan sombra”. También da cuenta de cómo el marketing y el cambio de público, está afectando sus bolsillos. “Los locales están subiendo los precios y los vecinos laburantes no podemos acceder a esos valores, la gente del barrio no tiene ese nivel adquisitivo”.

El nuevo polo gastronómico representa un cambio significativo en el paisaje urbano y comercial del barrio. Mientras que este desarrollo trae consigo una variedad de opciones culinarias y una revitalización de la zona, también plantea inconvenientes para los residentes locales. La mezcla de nuevas edificaciones y comercios atrae a una audiencia diversa y creciente, pero al mismo tiempo, introduce problemas de ruido, tránsito y saturamiento de los servicios públicos esenciales. A través de voces como las de Florencia y Roxana, se evidencia la dualidad de esta transformación: una oportunidad económica y social, por un lado, y una serie de inconvenientes y preocupaciones por el otro. El futuro de este polo dependerá de cómo se balanceen estos aspectos, asegurando que la modernización no sacrifique el carácter y la habitabilidad que siempre han definido a esta singular porción de Buenos Aires.

Jazmín Martínez