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Cuando la cultura nos mantiene vivos

El Centro Cultural Elías Castelnuovo, una usina de arte en el corazón de Liniers que potencia el tejido social.

“Llegó el invierno y nos tenemos que abrigar el cuerpo, pero también el alma”. Así define el vecino Carlos Yametti su añeja relación con el Centro Cultural Elías Castelnuovo, que desde hace décadas funciona en Montiel 1041, pleno corazón del barrio de Liniers.

Desde sus orígenes más remotos, el ser humano busca sociabilizar, vivir en comunidad y desarrollar su creatividad. Esta premisa se cumple a rajatabla en este prestigioso centro cultural, cuyo nombre rinde homenaje al escritor uruguayo Elías Castelnuovo (1893-1982) quien residiera en los pasajes de Liniers durante casi toda su vida.

Cada atardecer la Escuela Nº2 “Francisco Melitón Álvarez” se transforma en el punto de reunión de cientos de vecinos de todas las edades, inquietos y curiosos, que buscan abrigar su alma en los diversos talleres que se dictan en el centro cultural.

El Elías Castelnuovo es uno de los 36 centros culturales porteños dependientes del Programa Cultural en Barrios, que funciona bajo la órbita del Ministerio de Cultura de la Ciudad. Se puso en marcha en 1986 como un anexo del centro cultural Macedonio Fernández, de Mataderos, del que se independizo un año más tarde. Su primer coordinador fue Dante Peralta y algunos años después lo sucedió Osvaldo Suárez.

Carlos y su esposa María Esther conocen el Castelnuovo cuando ni siquiera tenía nombre, y desde entonces asisten a sus talleres con el mismo entusiasmo del primer día. Pero no sólo son alumnos, también son pioneros en la gestación del centro. “Yo estaba en la Cooperadora de la Escuela República de Pakistán, de Lisandro de la Torre 550 – cuenta Carlos- y en 1984 se acercaron dos muchachos del área de Cultura a presentarnos la idea de hacer distintas actividades fuera del horario escolar. Empezamos haciendo varietés, café literario, café concert, obras de teatro con artistas conocidos. Se hacía lo que la gente proponía”. Y María Ester agrega “la modalidad como la conocemos actualmente, con talleres, profesores y clases regulares, comenzó cuando nos mudamos a esta escuela”.

Mientras en el patio lindero suena una zamba que le pone ritmo al Taller de Folklore, María Ester, que junto a Carlos aguarda el inicio del Taller de Teatro, cuenta que “con los talleres descubrí talentos ocultos que en la vida cotidiana no afloraban. Acá encontré un espacio para dar rienda suelta a toda esa creatividad. Soy vergonzosa, pero acá me olvido, el taller es la excusa, es el hilo conductor. Acá conocés gente, conectas con otra cosa y la cabeza se abre”. Su marido lo reafirma y dice que si fuera por él participaría en muchos talleres más. “Sino te quedas en casa viendo tele y no hacés nada. Hay que darle para adelante”, recomienda.

Haydeé Ramil es la auxiliar del Castelnuovo y la que más años lleva acompañando a la coordinación del centro cultural. “Esto no es sólo un trabajó -asegura- es pertenecer. Me voy de vacaciones y extraño, y si llego tarde todavía me preocupo. Somos una familia”. Desde 1996 es parte del Castelnuovo y para muchos es todo un símbolo. Como tal es fiel testigo de su evolución, pero también de su deterioro, ya que el centro cultural no es ajeno al flagelo económico actual ni al recorte presupuestario. “En un principio, cuando comencé, había una mayor oferta de talleres. El centro era una gran fuente de trabajo, además venía gente no sólo del barrio sino también del conurbano. Me acuerdo por ejemplo que, durante la gestión de De la Rúa como jefe de Gobierno, las clases de teatro para niños eran diarias”. Haydeé recuerda que, con la llegada de Mauricio Macri a la jefatura de Gobierno, en 2007 “se cerraron varios talleres, la cultura no era algo relevante en su gestión”. Hoy, varios años después, aquella pesadilla parece repetirse en la gestión de Jorge Macri. “A principios de año no sabíamos si nos iban a renovar los contratos. De hecho, muchos talleres se sacaron y a otros les bajaron la carga horaria. Hay colegas a los que jubilaron y no les avisaron, así que trabajaron gratis varios meses”, cuenta Marcela Molina, docente del Taller de Teatro. Y agrega “la gran deuda del Estado es la precariedad con la que trabajamos. Yo hace unos diez años que estoy a cargo del Taller y no tengo antigüedad, todos los años nos renuevan el contrato. Vivimos con mucha angustia”.

Marcela llegó al Castelnuovo luego de presentar un sobre con su currículum y el proyecto de taller. “La coordinadora de entonces me solicitó especialmente porque conocía mi trabajo. Hoy enseño tanto a niños como adultos, me encanta lo que hago”, subraya.

Dice que lo primero que hace en sus clases es conocer a quien tiene enfrente. “Voy planteando algunos ejercicios y trato de ver cuáles son sus intereses. Me gusta que puedan liberar su voz, que la proyecten, que no tengan miedo de hacerse escuchar, pero también apunto a la corporalidad, porque socialmente la gente que no mide un metro ochenta y no es flaca tiende a esconderse. Pero el teatro demuestra lo contrario: que todos tenemos voz, todos tenemos presencia y protagonismo. El teatro da entidad”, explica, y agrega que “a través de este trabajo logramos grupos contenedores, se cuidan y se apoyan entre ellos, entonces no existen los prejuicios, nadie va a juzgar el trabajo del compañero, pero sí va a aportar una crítica constructiva”.

Los integrantes del Taller de Teatro son sus propios vestuaristas, sus propios dramaturgos. “El grupo es totalmente autogestivo”, remarca Marcela. Y esa característica tiene sus ventajas, pero también sus carencias. “No hay material de trabajo, lo que tenemos es gracias a la colaboración del alumnado. Necesitaríamos luces, telas, equipos de música… Para las muestras es el taller más perjudicado porque no hay micrófonos. Pero el año pasado le encontramos la vuelta: hicimos teatro mudo, como el cine, y ahí encontramos la voz”.

Todo este complejo entramado de virtudes y carencias se sustenta en la figura de la coordinadora, Natalia Paveto, quien llegó al centro cultural de Liniers en 2015 como promotora cultural y en 2022, tras el retiro de Alejandra Wasser, se transformó en coordinadora. Su función es responder a los requerimientos de la Gerencia del Programa, pero también dar respuesta a las necesidades de los profesores y los alumnos, además de diseñar la logística para que los treinta y tres talleres -a cargo de diecisiete docentes- con los que cuenta actualmente el Castelnuovo, trabajen cómodamente. “También, junto a Lorena, nuestra promotora cultural, nos encargamos de difundir las actividades por las redes sociales del centro, y de articular con otras instituciones del barrio”, explica Natalia.

La coordinadora reconoce que el inicio del presente ciclo lectivo fue complejo. “La verdad que fue muy triste –enfatiza-. Con la anterior Gerencia uno podía tener desacuerdos, pero las cosas básicas, como que los docentes cobren a término y que las horas asignadas se respeten, eran algo intocable, pero ahora no. Se trabaja con mucha incertidumbre, se redujeron las horas cátedras, se les descontó un porcentaje del sueldo a los docentes y hasta se demoró el pago y la firma de contratos. Fue un inicio de año muy complicado, y la lucha sigue”.

Y aunque no ve peligrar la continuidad de los centros culturales, advierte un recorte notorio. “No creo que desaparezcan porque llegan a mucha gente. Son 36 centros culturales diseminados en toda la Ciudad y tienen mucho alcance. Pero los coordinadores ya no podemos manejarnos con tanta libertad como antes y hay cosas que se dificultan. Hay coordinadores de otros centros que han hecho la baja de un docente que dejó el Taller y aún no le han enviado al reemplazante, entonces te dejan sin taller. Así y todo, los centros culturales siguen en pie porque entienden que es una manera de llegar a los vecinos con una gran variedad de actividades gratuitas”.

Como el resto de los centros del Programa Cultural en Barrios, el Castelnuovo funciona de lunes a viernes entre las 18 y las 21 -a contraturno de la escuela primaria- con talleres que van desde Guitarra hasta Animé, pasando por Tango, Títeres, Coro, Taller Literario, Teatro, Periodismo, Folklore, Yoga, Taller de la Memoria, Ritmos latinos, Arte decorativo, Cine y Plástica, entre otros.

La labor de Natalia al frente del Castelnuovo le indica que una de las claves del éxito de los centros culturales es la difusión. “Es necesario reivindicarlos, visibilizarlos, porque si la gente los conoce, viene. Sin dudas”, asegura, y luego los define como “un espacio de encuentro creativo para personas de entre 6 y 100 años”.

La coordinadora sonríe y confiesa “le tengo mucho cariño al centro cultural, porque es un lugar de encuentro, de recreación, de creatividad. Acá la gente se relaciona, disfruta, teje vínculos, y es una manera de alegrarle la vida a quienes se acercan. Los docentes son los verdaderos protagonistas del centro cultural, junto con el alumnado, y nosotros estamos atrás traccionando”. Y sobre el cierre de la charla, lanza una definición que vale la pena apuntar: “la cultura popular se gesta a partir del encuentro, no del individualismo. Por eso es esencial el profesionalismo de los docentes, su voluntad, su vocación; y ver a los alumnos que llegan con ganas y que se comprometen en cada convocatoria, no tiene precio, yo me saco el sombrero. Son un motor. Con todo este entorno maravilloso, es imposible bajar los brazos”.

Alejandra Díaz, Azucena Di Paola y Lisardo Moure