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La historia de mi historia

La reconocida historiadora Nélida Pareja, repasa el legado familiar y el vínculo fraterno que la une a su entrañable barrio de Liniers.

Si hubiese que buscar el denominador común que sintetice la esencia de la familia Pareja, tal vez haya uno que la resuma por completo: Vélez. “Creo que fue un designio del destino”, sostiene la profesora Nélida Pareja -o simplemente Nelly, para sus entrañables vecinos linierenses- en diálogo con Cosas de Barrio. Y se dispone a repasar su historia que, como cualquier otra, se inicia con la de su familia.

Hace exactamente un siglo su padre llegó a Liniers. Por entonces el joven Leonardo tenía 12 o 13 años. En un primer momento se instaló con su familia en Ciudadela, “que era más o menos lo mismo, porque por entonces la avenida General Paz era apenas una calle con un bulevar en el medio, que más que separar, unía”, explica Nelly. “Llegaban desde Balvanera –aclara- luego de que mi abuelo no pudiera atravesar una crisis económica y quebrara su fábrica de alpargatas”. Pero el hombre no sólo se dedicaba al calzado, también importaba aceite de oliva. “Mi abuelo era español, de la zona de Vélez Málaga, donde dicen que se produce el mejor aceite de oliva del mundo”. Y aquí aparece el primer guiño, dos puntas de un mismo hilo que no tardarían en unirse.

Con la quiebra de la empresa, la familia perdió todo y debió mudarse al oeste, donde su abuelo tenía una propiedad que en su momento le había comprado a un paisano para hacerle un favor. “Como sólo tenía el boleto y nunca la había escriturado, la propiedad no entró en la quiebra y pudieron instalarse allí”, explica la profesora, y cuenta que su abuelo cayó luego en una profunda depresión, lo que obligó a su papá y a su tío a tener que abandonar los estudios para salir a trabajar.

Desde entonces, Leonardo Pareja comenzó a convertirse en uno de los nombres más transcendentes en el comercio local. Todo empezó cuando consiguió comprar en cuotas un Ford A. “Como un tío conocía el negocio del papel –recuerda su hija Nelly- se dedicó a comercializarlo y repartirlo con el auto en los distintos comercios de la zona”. El negocio creció rápidamente, porque por entonces no existían las bolsas de plástico ni el nylon, y la harina, el azúcar y la mayoría de los comestibles se envolvía o se colocaba en bolsas de papel.

Poco después, Leonardo conoció a quien sería su esposa y en 1935 se casaron. Unos años más tarde tuvieron a su primera y a fines de los 40’ llegó la protagonista de esta historia. “Nací en Ramón Falcón 7025, atrás de lo que hoy es la casa de electricidad Líber, y fui a la escuela a la República Francesa”, recuerda Nelly con una sonrisa. Por entonces, el negocio de su padre marchaba de maravillas y llegó a tener tres camiones para el reparto. Pero un día, con treinta y pico de años, le dio un pico de stress y el médico le dijo: o cambia su ritmo de vida o se muere. “No paraba un minuto, pero desde ese momento optó por alquilar un local, establecerse en un comercio y abandonar el reparto. Claro que, lejos de bajar un cambio, amplió el rubro e incorporó juguetería, perfumería y librería como proveedor mayorista”, evoca la profesora Pareja.

Y como si fuera parte del legado, Vélez volvió a aparecer en la familia Pareja. “Papá no era muy fanático del fútbol, él solía jugar a la pelota paleta, pero cuando conoció a Don Pepe Amalfitani trabaron una amistad inquebrantable. De ahí en adelante, Vélez fue un eslabón fundamental en su vida”, dice, y muestra el escudo del Fortín que tiene pegado en la parte de atrás del celular. Nelly asegura que aún recuerda estar en los hombros de su padre en la inauguración de la primera tribuna de hormigón. De los 30 años en los que en distintas administraciones Amalfitani presidió el club, quince años fue vice Antonio Pizza y los otros quince Leonardo Pareja “Fueron quince años muy intensos para papá, y cuando se supo la noticia de la muerte de Don Pepe fue un cimbronazo, papá quedó entonces a cargo del club”. Por aquellos años, Nelly recuerda a su padre –que además fue uno de los impulsores del desaparecido Crédito Liniers- como una flecha que iba y venía tratando de ocuparse de un sinfín de asuntos que requerían su atención permanente. “Cuando papá murió –recuerda- tuve una época en la que no quería entrar al club, porque decía que Vélez había ayudado a que él se muriera. Las últimas vacaciones nos dejó en Córdoba y se volvió manejando porque tenía que venir a ver cómo salían los bailes de carnaval en Vélez…”.

Por aquellos años, los Pareja vivían detrás del negocio familiar hasta que algún tiempo después se mudaron a Flores, pero Liniers les siguió marcando el rumbo. “Hice el secundario en el colegio Ward, de Ramos Mejía, por consejo de Mario Salibe, que tenía una sedería muy importante en Liniers, porque no había colegios secundarios en la zona y porque los dueños del colegio vivían sobre Ventura Bosch”, argumenta la docente, y cuenta que luego ingresó en la Licenciatura en Historia. “Hice la carrera hasta que me casé y después la terminé más tarde”.

En aquellos años fue maestra durante algún tiempo, aunque nunca llegó a la titularidad en el cargo “porque con cinco hijos se me hacía difícil”, explica. Luego, como su hermana se desempeñaba en Turismo, también se volcó a esa actividad. La última agencia en la que estuvo era de pasajes y estaba atrás del cine Gran Liniers, en Ciudadela. “Pero a mí siempre me interesó la historia –enfatiza- así que a mediados de los 90’, después de haber concluido la licenciatura y el profesorado, hice el doctorado”, evoca, y en paralelo s hizo cargo de la Cátedra de Geopolítica en la Universidad del Salvador, donde lleva más de 25 años de labor. “Ahora le estoy dejando la posta a la nueva generación de docentes, aunque sigo dando Historia de España”, explica, y luego cuenta que no se doctoró en Historia porque cuando iba a armar la tesis, su esposo –el escribano Jorge Rodríguez- enfermó y su vida cambió de repente. “El mundo se detuvo para mí, fueron casi cuatro años que me dediqué por entero a cuidarlo, hasta que falleció en 2009”, recuerda acongojada.

Unos años antes, en el 98’, Norberto Capurro la invitó a sumarse al proyecto de creación de la Junta de Estudios Históricos de Liniers, que poco después pusieron en marcha. Además, durante cuatro años fue presidenta de la Junta Central de Estudios Históricos de la Ciudad de Buenos Aires -entidad a la que sigue ligada- y en 2006, junto a otros cuatro historiadores, fundó el Instituto Histórico Santiago de Liniers, que la llevó a España en tres ocasiones, donde el virrey es considerado un gran héroe, al haber expulsado a los ingleses del Río de la Plata. Por otra parte, la Prof. Pareja también es fundadora de la Asociación Cultural Almirante Brown y participa como secretaria en el Instituto Histórico Nicolás Avellaneda. Recientemente expuso sobre su figura en el Museo de la Casa Rosada junto a Daniel Balmaceda. Con tantas actividades como su padre, preside además la Asociación Patriótica y Cultural Española, entidad que data de 1896.

Y aunque su actividad profesional la lleve por distintos caminos, Nelly Pareja sabe que su esencia está en Liniers, barrio por el que sigue trabajando activamente. “Hoy nos falta que se sume gente nueva a la Junta. Por eso tenemos un proyecto para teatralizar los hitos más salientes de la historia del barrio, que ojalá el año próximo podamos cristalizar con el apoyo del centro cultural Elías Casltenuovo”, desliza a modo de proyecto.

Por de pronto, hoy quiere aprovechar su tiempo para viajar con sus nietos. “Tengo ocho y de distintas edades. Estar con ellos me potencia y me renueva, ellos me ayudan a descubrir cosas nuevas”, sostiene, y tras darle el último sorbo al café, se dispone a responder la pregunta final.

– Nelly ¿Qué es el barrio para vos?

– Te voy a responder con una frase que solía utilizar Ofelio Vecchio. Él siempre decía que cuando uno está fuera del país, no siente nostalgia por la Argentina en general, extraña sus amigos, sus afectos, extraña su barrio. Al fin y al cabo, esa es la patria, o al menos ese sentimiento comienza por ahí.

Ricardo Daniel Nicolini