Cuando respirar es un peligro
Por la Ciudad circulan 9.700 colectivos por día. Todos utilizan combustible diesel, lo que aumenta la emisión de gases de efecto invernadero que afectan la calidad del aire. En esta nota, los efectos de la contaminación del aire porteño como consecuencia del combustible.
Por la Lic. Graciela Godoy de Sadorín (*)
Se podría definir a los contaminantes del aire como aquellas sustancias que, cuando están presentes en la atmósfera, afectan de manera adversa la salud de humanos, animales, plantas o microbios; dañan materiales, o interfieren con el disfrute de la vida y el uso de propiedades.
En todo el mundo se ha puesto énfasis en el control de las concentraciones atmosféricas ambientales de contaminantes, a niveles en los cuales no se observan efectos en la salud. En Estados Unidos, los niveles establecidos para proteger la salud humana se describen como estándares primarios de calidad del aire. Los estándares secundarios se establecen con base en los efectos que ocurren en plantas y animales o también en el daño a materiales.
El control de la contaminación del aire no siempre es fácil, porque no es práctico eliminar todas las emisiones de un contaminante específico. Por otra parte, es razonable esperar un control de las emisiones hasta el nivel más bajo posible congruente con la tecnología disponible y dentro de los límites de un costo razonable.
Los contaminantes antropogénicos que hemos identificado hasta aquí tienen impactos locales o regionales. Más recientemente hemos reconocido que ciertos contaminantes tienen efectos continentales y globales. Estos contaminantes incluyen lluvia ácida, dióxido de carbono, clorofluorcarbonos, contaminantes radiactivos derivados de pruebas nucleares y de fuentes naturales e industriales, metales pesados, organoclorados persistentes como los plaguicidas, y emisiones de contaminantes convencionales de fuentes naturales en gran escala, como volcanes y bosques.
La identificación subjetiva de los efectos de la contaminación del aire condujo a la identificación de los siguientes contaminantes principales: dióxido de azufre, monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno (que por lo común se miden como NO2), compuestos orgánicos volátiles, y ozono (un término que comprende otros oxidantes, NPA y otros compuestos). Estos contaminantes son los más comunes y omnipresentes en los centros urbanos, donde la población se concentra.
Efectos de la contaminación del aire
Efectos en la salud: el sistema respiratorio superior humano es muy eficiente para filtrar las partículas grandes del aire que respiramos. No obstante, las partículas menores a 5 um penetran hasta los pulmones y se depositan en los alvéolos. Ciertas partículas son especialmente dañinas porque absorben gases que causan irritación local más intensa. Además, los gases penetran en los huecos más profundos de los pulmones. Tanto las partículas como los gases que entran en el cuerpo por el sistema respiratorio pueden afectar el sistema gastrointestinal. Cada contaminante afecta el cuerpo humano de forma diferente, y se han reunido registros de efectos que correlacionan la intensidad con el período de exposición para diversos contaminantes. Los principales contaminantes del aire son: materia particulada (efectos en la respiración y el sistema respiratorio); dióxido de azufre (efectos en la respiración, afecciones respiratorias); monóxido de carbono (reduce el aporte de oxígeno a órganos y tejidos); óxidos de nitrógeno (irrita pulmones, causa bronquitis y neumonía); ozono (reduce la función pulmonar) y plomo (ataques, retardo mental y trastorno del comportamiento).
Las plantas y los animales también son susceptibles a los efectos contaminantes del aire. Por ejemplo, el flúor afecta a las plantas a concentraciones que tienen órdenes de magnitud bastante inferiores a las que afectan a la salud humana. El daño a los vegetales suele observarse en hojas y frutos, y reduce de manera significativa el valor de los cultivos.
Además, los óxidos de azufre y de nitrógeno reaccionan en la atmósfera para formar compuestos ácidos que atacan a las superficies metálicas, un problema que se ha agudizado en especial para las industrias de comunicaciones, dispositivos de control y computadoras. El flúor es particularmente reactivo, y a concentraciones atmosféricas altas, hasta se ha observado corrosión en vidrios.
(*) La Lic. Godoy de Sadorin es profesional del CONICET, Química (UBA) y Máster Comunicación, Científica, Médica y Ambiental (Univ. UPFARMA Barcelona).