Cambiar, para cambiar al mundo
Que el mundo externo que vemos a diario refleja nuestra esencia interna es una idea muy corriente en las filosofías orientales así como también en la psicología actual y en la sabiduría cotidiana reflejado, por ejemplo, en el refrán: “Dime con quién andas, y te diré quién eres”.
En línea con eso podemos decir que tenemos los gobernantes que nos merecemos. En tal caso, si hubiera corrupción entonces deberíamos ver internamente si no somos corruptos en algún momento, si alguna vez no optamos por el camino fácil para safar, por ejemplo, de una multa de tránsito. Si los gobernantes optan por hacernos cargos a todos de deudas mal habidas -en lugar de hacer como en Islandia donde en lugar de asumir ciertos préstamos como deuda externa optaron por responsabilizar a los que hicieron el desfalco- podríamos preguntarnos cómo actuamos nosotros ante nuestras deudas, herencias, etcétera.
Y en el consorcio, ¿asumimos responsabilidades; tomamos el poder y manejamos lo común o solamente aportamos lo mínimo indispensable con intención de que nos dejen en paz (para luego, tal vez, quejarnos)?
O en el tránsito: ¿cuál es nuestra actitud? Somos responsables, damos paso, no corremos nunca, jamás bebemos antes de conducir o confiamos en nuestra maestría como ases del volante aceptando alguna que otra copita y si hay apuro pisamos un poco el acelerador?
¿Qué nos pasa cuando vemos un desalojo violento por parte de las autoridades, como en ese predio de Guernica? ¿Nos da pena la gente que no tiene vivienda y se metió ahí con intención de poder negociar un cachito de tierra donde poco a poco armar su vivienda o pensamos que son militantes que lo hacen para dejar mal parado al gobierno del Alberto? O los que viven en la calle, ¿se nos retuerce el cuore sintiendo pena por gente en esa situación u opinamos que cobran por eso para perjudicar a Larreta?
Dependiendo de nuestra sensibilidad y capacidad de lectura de la realidad deberíamos ir pudiendo forjar un mejor entorno. Un entorno que aunque refleje mi interior es también el entorno del vecino. Por algo son mis vecinos, porque algo en común debemos tener. ¿Qué debemos modificar en nosotros para vivir en una ciudad y un país que respete al prójimo, donde todos tengamos oportunidades y donde quien se esfuerce y logre sus propósitos se lo valore y posicione por sus capacidades (más que por sus contactos o dinero), donde no haya gente con hambre ni sin vivienda, donde los chicos puedan estudiar y donde la naturaleza se respete como reflejo de Dios en la tierra; donde todos tengamos alguna responsabilidad para aportar, trabajo si así quiere llamarlo? ¿Cómo deberíamos pensar para lograr que en este limbo prevalezca la parte más paradisíaca (y no la infernal)?
Es muy difícil modificar al otro. La gente, por más sabio y justo maestro que tenga al lado, no cambiará, salvo que se lo proponga. Recién ahí, tal vez, el cambio sea posible. Así que el cambio es personal, de uno mismo, y con una mínima influencia hacia los más cercanos. Donde debemos ir contagiando con buenas acciones y actitudes sanas con intención de ir elevando la consciencia de nuestra realidad. Apenas eso puedo. Corregirme a mí mismo. Y con mucho esfuerzo.
Ya es hora de hacerme responsable de mis propias acciones, porque esto que estoy viendo hace agua por muchos lados… Y vos, ¿qué pensás?
Rafael Sabini
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