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Los milagros de la campaña electoral

Con las elecciones legislativas a la vuelta de la esquina, desde mediados de marzo pasado los funcionarios porteños están intensamente enfocados en la campaña y todo su accionar vinculado a la gestión se expresa en modo electoral. Inmersos en esa dinámica, la receta es simple: es necesario que la gestión salga a la calle, que se vea, que apabulle. Incluso, si es preciso, que moleste.

Así lo entienden el jefe de Gobierno porteño, el resto de los integrantes de su gabinete, los legisladores oficialistas y hasta quienes componen las juntas comunales locales, vinculados al espacio gobernante. Pero esta no es una estrategia exclusiva de Jorge Macri y el partido amarillo. Por el contrario, se trata de una mecánica tradicional, utilizada por todos los gobiernos de turno, que apela a una condición básica inherente al ser humano: la memoria a corto plazo. Pero, además, esa estrategia cobra una relevancia aun mayor cuando -como en este caso- se trata de una elección municipal, donde la decisión del electorado no tiene un vínculo directo con el aspecto económico sino, más bien, con las obras que la gestión de turno pone o no pone en práctica.

De allí que no sea casual que intentar transitar el espacio público de la Ciudad por estas horas resulte un verdadero incordio, con cientos de obradores dispuestos en medio de calles y avenidas, y otros tantos operarios dispuestos a poner baldosas y tapar baches allí donde otros lo han hecho hace apenas unos meses…

Sin embargo, el panorama no es tan desolador como parece. Por el contrario, en medio de ese naturalizado juego de la política, las épocas de campaña electoral suelen ser las más aptas para la concreción de obras de mayor o menor envergadura, incluso de aquellas que llevan años esperando ser desempolvadas. Es que, conscientes de esa memoria a corto plazo, los funcionarios que están lanzados a la caza de votos saben que mejor que nutrirse con promesas -única herramienta que dispone la oposición- es mostrar obras. De esta forma, no es casual que un par de meses antes de la cita electoral, esos mismos funcionarios concentren diversas obras –por más simples que parezcan- y se esfuercen en mostrarlas. Las mismas obras que durante el resto de su gestión apenas aparecen con cuentagotas.

Así, en los últimos días parecen haberse multiplicado los operarios con mameluco y casco amarillo en el espacio público (ocupados en la construcción de rampas para discapacitados, recambio de luminarias, tareas de poda, de bacheo, corte de raíces, reparación de veredas, etc.) las mismas que hasta hace un tiempo se encontraban “demoradas por vericuetos administrativos” o, incluso, ni siquiera estaban proyectadas. Tampoco resulta casual observar un aumento en la dotación y la periodicidad de los barrenderos, o en la cantidad de agentes de prevención que se posicionan en los alrededores de los establecimientos escolares, en los horarios de ingreso y egreso de los alumnos. Incluso es notorio el incremento de efectivos policiales patrullando las calles de la ciudad.

Claro que en ese mundo de fantasía que recrea la campaña, una vez superada la cita electoral, la carroza no tarda en volver a convertirse en calabaza y el ritmo de gestión retoma su lento cauce habitual para que su majestad, la burocracia, recupere su cetro eterno.

Como sea, todo indica que es momento de dejarse llevar por el envión de la campaña electoral y, como vecinos, aprovechar este aluvión de obras para iniciar o reforzar aquellos reclamos cuya resolución depende pura y exclusivamente del accionar de los funcionarios porteños. “Es ahora o nunca”, dirían aquellos entusiastas de esta teoría. Lo cierto es que éste es el momento ideal para, al menos, lograr que el voto del ciudadano común -ese por el que cada dos años la clase política se rasga las vestiduras- sea algo más que un mero elemento de cambio que se ejecuta en la segunda mitad de los años impares y que, en esta oportunidad, se adelantó para el 18 de mayo. Eso sí, habrá que apurarse porque al día siguiente el juego habrá terminado.

Lic. Ricardo Daniel Nicolini

(cosasdebarrio@hotmail.com)