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Mataderos continúa premiando la trayectoria de sus comerciantes

El Centro de Comerciantes de la avenida Juan B. Alberdi y adyacencias, junto a la Federación de Comercio de Buenos Aires (Fecoba) sigue distinguiendo a los establecimientos más tradicionales del barrio de Mataderos. En esta oportunidad, este sábado 8 de marzo el reconocimiento recaerá en la peluquería de Juan Carlos Medina, histórico coiffeur y estilista con 53 años de trayectoria en la zona.

Tal como ocurriera anteriormente con Tienda La Sorpresa, Casa Cavada, Casa Pibot y Curtis Alta Costura, el Centro de Comerciantes de la Avenida Juan B. Alberdi y Adyacencias, colocará junto a Fecoba, una plaqueta conmemorativa en la fachada de la peluquería, uno de los comercios más tradicionales del barrio de Mataderos, con más de medio siglo de trayectoria.

Así, este sábado desde las 13, Juan Carlos y su familia recibirán a amigos, vecinos y clientes en su local de Juan B. Alberdi 6767 -a metros de Cosquín- y sobre la vereda se ofrecerá un atractivo espectáculo de tango a cargo de staff artístico del Café Tortoni, con la presentación de los bailarines Ligia Moya y Octavio Gil Rojas, y la voz de Gabriel Domínguez Maggio. Además, en el marco de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, se harán presentes Jorge y Beatriz Taddei, padres de Wanda, la joven que fuera víctima del baterista de Callejeros, Eduardo Vásquez.

La peluquería de Juan Carlos fue elegida a través de una votación realizada en las redes sociales del Centro Comercial que despertó gran interés y participación en la comunidad local. El acto será el quinto de una serie de homenajes que seguirán llevándose a cabo a lo largo del año en los comercios que se mantienen desde hace décadas en el barrio, tales como Óptica Yáñez, Pilcomar, Santa Mónica Fábrica de Pastas, Casa Mario, Casa Varas y Bazar Julia, entre otros.

La propuesta forma parte de las acciones que lleva adelante el Centro de Comerciantes para darle la importancia que se merecen los comercios de cercanía y para estrechar los lazos entre clientes y comerciantes. “La historia del barrio también late en sus comercios, por eso queremos destacar su importancia”, puntualizó Jorge Elger, presidente de la entidad mercantil organizadora. No obstante, la iniciativa incluye además reconocer a los nuevos comerciantes, emprendedores y Pymes, que en los últimos tiempos se han instalado en el barrio.

Con casi un centenar de socios activos, el Centro Comercial de la avenida Alberdi continúa trabajando para sumar nuevos socios que deseen involucrarse en post del desarrollo productivo del barrio de Mataderos.

Un referente en el cuidado y la belleza del cabello

Nacido y criado en el barrio de Mataderos, Juan Carlos Medina es coiffeur, estilista y está al frente de su propio salón de Juan B. Alberdi 6767, desde hace casi 53 años. A lo largo de décadas generó vínculos entrañables con sus clientas y suele recibir a integrantes de varias generaciones de una misma familia ya que, gracias a su mirada estética y su oficio, ha sabido mantenerse vigente para interpretar cortes, colores y estilos que marcaron tendencias, desde los años 70 hasta la actualidad.

“Los mejores recuerdos de mi infancia son los que viví en Mataderos”, dice Juan Carlos, que nació en Cosquín y Tapalqué, a metros su peluquería, y cursó la primaria en la escuela República de Filipinas. Desde su niñez, la salida a los cines del barrio despertó una fascinación por el arte, que se mantiene intacta hasta hoy. “Ir a las salas Nueva Chicago, Alberdi o El Plata a ver las películas de la época dorada del cine argentino fue todo un descubrimiento”, cuenta. “Otro momento esperado del año eran los corsos, que comenzaban a la tarde con presentaciones de artistas, grupos musicales o de danzas, hasta que comenzaba el desfile de comparsas”, evoca Juan Carlos, que también conoció de cerca la dinámica diaria del Mercado de Hacienda de Liniers porque sus tíos y primos fueron reseros.

Por eso años también nació su interés por la estética y la peluquería. “La sentaba a mi mamá y pasaba horas ensayando peinados. De hecho, la primera tintura se la hice yo, con un producto comprado en la perfumería y se la apliqué con un cepillo de dientes”.

Como les pasaba a tantos chicos de esa época, cuando todavía estaba en la primaria, Juan Carlos también comenzó a trabajar como cadete en la Farmacia Salaberry y siguió formándose con cursos de dactilografía y taquigrafía, que le permitieron crecer laboralmente como empleado de distintas empresas, mientras seguía latente su pasión por la peluquería. Cuando salía de la oficina del microcentro, trabajaba como ayudante en una peluquería de Floresta y, en paralelo, inició sus estudios en la prestigiosa escuela de la firma francesa L’Oreal.

A los veintipico, con la formación y la experiencia que había adquirido, se sintió capaz de abrir su propio salón que, como no podía ser de otra forma, debía estar en su querido Mataderos. Así, en octubre de 1972, abrió las puertas la peluquería que lleva su nombre. Y desde entonces, no paró de crecer. Había pedido un mes de licencia en su puesto en Editorial Planeta y al cabo de ese tiempo, renunció, alentado por la gran repercusión que tenía su trabajo y por la demanda de una clientela cada vez más fiel.

A medida que se afianzaba, compró el local que alquilaba y más tarde anexó otra construcción para recibir a sus clientas en el salón amplio, luminoso y siempre impecable. En el ámbito profesional, hizo varios viajes a Europa, para formarse en corte y colorimetría y otros a Corea y Japón. También integró durante una década la empresa Silkey Mundial, dando cursos de capacitación en provincias argentinas y países limítrofes.

Según pasan los años

“Antes la moda era más marcada -sostiene Juan Carlos-. Pero con el tiempo, por una cuestión de costos y practicidad, eso cambió. Yo considero que el servicio que ofrecemos debe ser accesible a todos los públicos, sobre todo en estos días”. Asegura que “si tuviera que elegir una época, me quedo con los 70’, cuando eran furor los peinados recogidos y elaborados que distinguían a la mujer en las fiestas. En los 80’, con la irrupción de la permanente, llegaron las melenas ensortijadas; los cortes en degradé y se perdió el peinado porque la gente se lavaba la cabeza, se desenredaba el pelo y con eso alcanzaba. En la década del 90’ volvieron algunos peinados exagerados y hoy, lo que se busca es la comodidad”.

Sobre las claves de su vigencia, Juan Carlos asegura que la conducta, la honestidad y el buen trato, son los valores que lo identifican y que comparte con el equipo de profesionales que lo acompaña desde hace treinta años. “Desde que empecé, si un trabajo no se podía lograr lo rechazaba. Hay gente que a veces te pide algo que, técnicamente, no tiene las posibilidades de lograrse y en esos casos hay que tener la honestidad de decir, ‘No, esto no se puede hacer’. Otra de las características que nos distinguen es que mantenemos la esencia de la peluquería integral, en la que cada miembro del equipo sabe hacer todo, a diferencia de las nuevas franquicias donde los que hacen color, no saben cortar”.

Entre peines, tijeras y telones

Dice que sus clientas confían mucho en él “pero, de todos modos, cuando una mujer se sienta, lo primero que le pregunto es ‘¿Tenés alguna idea de lo que querés? ¿Cómo te sentís con el corte? ¿Querés cambiar algo?’. A veces les sugiero algo nuevo. Creo que siempre hay que dejar hablar a las clientas, el diálogo es la clave para que se vean bien y salgan satisfechas”, sostiene Juan Carlos. Gracias a ese diálogo, cultivó relaciones que mantiene desde que abrió el salón. Ha estado presente en fiestas de casamiento, de 15 años y en diversos encuentros familiares, como un amigo más.

Sin embargo, en la peluquería de Juan Carlos no sólo se habla de cortes y colores. Muchas de sus clientas y amigos suelen pedirle alguna recomendación en cine o en teatro. Eso se debe a que Juan Carlos es un cinéfilo voraz y un amante de la escena nacional. Su pasión por el arte, que comenzó viendo films de Mario Soficci, Leopoldo Torre Nilson o Luis César Amadori, se trasladó al teatro. Primero, fueron los talleres de actuación hasta que, en el 2000, Juan Carlos hizo el curso de Dirección a cargo del consagrado Luciano Suardi. “El teatro sirve para dejar de ser vos mismo y convertirte en varias personas. Y eso es algo que aún me sorprende”, asegura.

Además de actuar, hacer críticas de obras y ser un habitual espectador de teatro, en paralelo con su trabajo en la peluquería, Juan Carlos se dio el gusto de dirigir dos obras:  una particular adaptación de la versión de Santiago Doria de “La Casa de Bernarda Alba”, interpretado por varones que encarnaban a los personajes femeninos, y “Jardín de otoño”, una comedia dramática, de la autora argentina Diana Raznovich.

“En Buenos Aires hay una oferta de teatro de gran calidad que se ha extendido a los barrios, como sucede en Mataderos con El Plata”, señala, y en ese sentido, subraya “amo Mataderos y lo defiendo.  Por eso, quiero decirles a los vecinos que hagan sus compras en el barrio y que el Centro Comercial no termina en Lisandro de la Torre, sino que sigue hasta General Paz”.

Aunque desde hace 25 años vive en Villa Crespo, su amor por el barrio en el que nació y en el que desarrolla su profesión, no cambia. Disfruto venir todos los días y trabajar aquí. Como decía Aníbal Troilo: “Que yo me fui de mi barrio, ¿Cuándo? Si siempre estoy llegando”.