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El fantasma del campeón se desangra partido a partido
Vélez volvió a ser un equipo endeble, cansino y desordenado y esta vez la víctima fue Independiente, que lo venció con un categórico 3 a 0 en Avellaneda. El conjunto de Sebastián Domínguez -que se mantiene como DT- cosechó apenas un punto sobre quince posibles y aunque recibió nueve tantos aún no marcó goles, un hecho inédito en el fútbol argentino para un campeón vigente. El lunes recibirá a Godoy Cruz con la necesidad imperiosa de revertir un presente para el olvido.
Hace apenas dos meses, el pueblo fortinero celebraba con algarabía un nuevo campeonato tras once años de sequía. Promediando el torneo, y tras afrontar un año duro, agobiado por el acecho del descenso, el equipo de Gustavo Quinteros hacía gala de su buen fútbol y coronaba la campaña siendo un merecido campeón. Pero tras el ansiado logro, todo comenzó a derrumbarse. La caída antes Estudiantes en el trofeo de campeones, la inesperada salida de Quinteros, la no renovación de su estratega, Claudio Aquino; la venta de un caudillo como Valentín Gómez y las sucesivas lesiones de varios de sus referentes, iniciaron una caída en picada que, a la fecha, parece no tener fin.
Ya con Sebastián Domínguez como DT, el equipo disputó cinco partidos oficiales en los que apenas cosechó un empate -el sábado último ante San Lorenzo en el Amalfitani-, con nueve goles en contra y ninguno -ninguno- a favor. Así, las voces de los hinchas hacen foco en un técnico novato -en cuya única experiencia en Tigre se vio beneficiado por la quita de los descensos- y en una comisión directiva que, lejos de mantener a un DT campeón, apostó por alguien que no ofrece ninguna garantía…
Así las cosas, el debilitado Vélez de Domínguez llegó a Avellaneda para enfrentar a un Independiente que, en los papeles, se sabía superior. Y aunque en los primeros minutos el partido fue disputado, desde el primer gol de Gabriel Ávalos a la media hora de juego, el nerviosismo se apoderó del Fortín y todo fue del Rojo. Poco antes del final de la primera etapa llegó el segundo del goleador guaraní, ante una defensa impertérrita, y promediando el segundo tiempo llegó a puro toqueteo el tercero de Luciano Cabral, para coronar una goleada que dejó en claro el presente de un equipo y otro.
Cuesta ver algo positivo en este Vélez. Tal vez la enjundia del juvenil Jano Gordon en el lateral derecho, o la rebeldía -con sus limitaciones- de Agustín Bouzat. El resto -incluido el gurrumín Álvaro Montoro, que esta vez no logró hacer valer su magia- fue un cúmulo de imprecisiones: desorden en defensa, mediocampo sin quite ni pelotas en cortada, y un ataque desorientado y contaminado por la sequía goleadora, que no sabe si correr a los defensores rivales o mirar el arco de enfrente. En síntesis, un equipo sin ideas que deambula por la cancha y pide a gritos un cambio de rumbo.
Tras el partido, Domínguez aseguró que, lejos de dar un portazo, está decidido a continuar, y desde la dirigencia, el silencio es absoluto. Mientras tanto, el próximo lunes por la noche Vélez deberá recibir a Godoy Cruz en el Amalfitani, con la necesidad imperiosa de revertir su imagen y demostrarles a sus hinchas que lo que ocurrió hace apenas dos meses, no fue un espejismo.