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Con garra y corazón, el Fortín está a dos pasos de la gloria

Vélez avanzó a la semifinal de la Copa Argentina tras vencer a Independiente por la mínima en el estadio de Lanús. A pesar de la historia adversa en esta instancia, el equipo de Gustavo Quinteros se impuso en el juego y en el marcador y, con el gol de Claudio Aquino, se metió entre los cuatro mejores del tradicional certamen nacional.

Los cuartos de final de la Copa Argentina traían el peso de la historia en la espalda, un desafío que se había escapado en el pasado. Las últimas veces que Vélez había llegado a esta instancia, la historia no había sido favorable: en 2015 quedó eliminado por penales frente a Lanús, y en 2017, fue Atlético Tucumán quien le arrebató el sueño por la mínima. Pero este Vélez, el Vélez de Gustavo Quinteros, tiene otra mentalidad, otro fuego que lo empuja a ser más grande que sus propios fantasmas.

El estadio de Lanús fue el escenario elegido para este duelo, donde los hinchas de Vélez se hicieron sentir desde temprano, y a pesar del horario en un día laboral, coparon el estadio cantando “te quiero ver dando la vuelta otra vez. El campeonato y la Copa no se van de Liniers”. Y fue ese aliento el que mantuvo vivo al equipo en un primer tiempo donde las cosas no salieron como esperaban. El Fortín no encontraba su mejor versión y tardó 26 minutos en llegar con claridad cuando, tras una lujosa gambeta de Thiago Fernández, Braian Romero tuvo la oportunidad de romper el cero, pero Joaquín Laso le negó el gol sobre la línea.

El partido se tornó áspero, con un Vélez que intentaba desplegar su juego, ese fútbol distinto con un estilo que resuelve y deslumbra. Pero los vaivenes del arbitraje inclinaban la balanza. Lucas González debió haber visto la roja a los 28’ por una dura plancha a Thiago Fernández, pero la ausencia del VAR permitió que continuara como si nada.

Los hinchas se mordían las uñas, y el gol que tanto buscaban parecía esquivar a un Vélez que intentaba por todos los medios. El minuto 37 se llevó de arrastre las esperanzas de gol del Fortín en una jugada frenética, como si la pelota se resistiera a obedecer. Aquino, Romero, Pizzini y Thiago Fernández, todos intentaron. Pero el gol se negaba, y la contra de Independiente fue un recordatorio de que nada estaba dicho. Marchiori, como un gigante, sacó un bombazo que tenía destino de red.

El entretiempo en la Copa Argentina es un espectáculo aparte, un reflejo puro del folklore del fútbol argentino. Los más grandes intercambian chicanas con la hinchada rival, en ese eterno ida y vuelta que define la pasión por los colores, como si se tratara de un partido más en las tribunas. Mientras, los más chicos observan y aprenden cómo se vive y se siente la rivalidad, entendiendo que el fútbol argentino en algún momento fue mucho más que lo que pasaba en el césped.

Todos se preparaban para lo que venía, porque en el segundo tiempo, salió el Vélez que enamora, el que enfrenta, lucha y no negocia su esencia. A los 7’, Mammana ganó en el aire la salida de Rodrigo Rey, Aquino condujo y abrió para Pizzini, que encaró decidido al área. Joaquin Laso no tuvo más remedio que bajarlo, y si, penal indiscutible. Lo que realmente levantó polémica fue que Laso ya estaba amonestado. Cualquier árbitro habría sacado la segunda amarilla y, con ello, la expulsión. Pero Fernando Rapallini, en un acto casi misericordioso, decidió perdonarlo. Quizás pensó que 52 minutos eran demasiado poco para que un equipo se quedara con diez jugadores, porque, claro, eso de aplicar el reglamento parece tener tiempos flexibles. Así, el Rojo siguió con once en cancha, pero no fue suficiente para detener el avance imparable de un Vélez que no necesita favores ni excusas para ganar.

A los 9’, Aquino asumió la responsabilidad y, aunque Rodrigo Rey le adivinó la intención, el delantero de Vélez no perdonó en el rebote. El grito de gol se hizo eco en Lanús y el Fortín se plantó con firmeza.

Cuando Vélez hace un gol, se siente como un golpe que marca el destino del partido. El rival, de repente, parece entender que ya no hay vuelta atrás, como si el 1 a 0 fuese una sentencia inapelable. Vélez no sólo juega a otro ritmo, sino que también defiende bien y con una intensidad que ahoga cualquier intento de ataque. La dupla central de Valentín Gómez y Emanuel Mammana -sumado a Marchiori en el arco- tiene la capacidad de hacerle sentir al rival que no hay lugar para la remontada. De esta manera, Vélez impuso su ley y liquidó el encuentro antes de los 10’ del segundo tiempo. No tuvo mucho más por hacer el Rojo, ni Mancuello, de pelota parada, logró la paridad. Santiago López era obvio ante la defensa de Joaquín García. Y el goleador, Ávalos, ya estaba en el banco.

Vélez se quedó con la victoria por la mínima y está a 90 minutos de una final. Ahora espera rival entre Boca y Gimnasia, sabiendo que la gloria está al alcance de sus manos. Mientras, el viaje continúa. El próximo martes, desde las 20:30, el Fortín visitará a Rosario Central por la fecha 16ª de la Liga, dispuesto a seguir consolidándose en la cima.

Micaela Ailup