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Pobre del que no quiera ver la pobreza

Alguna vez el periodista Martín Caparrós aseguró que -salvo contadas excepciones- los medios sólo informan sobre aquellos que ostentan el poder político o el económico, o ambos a la vez. El resto, es decir el común de los mortales, sólo podemos aspirar a aparecer en la prensa como protagonistas de una catástrofe o de un hecho delictivo. Así las cosas, no resulta extraño que hoy las pantallas de los canales de noticias expriman hasta el hartazgo las bajezas y las maniobras delictivas que ponen en el ojo de la tormenta al expresidente Alberto Fernández, o las “travesuras” adolescentes del actual mandatario Javier Milei y su pareja retronoventosa Amalia González, como si el mandamás argentino no tuviese de qué preocuparse.

Sin embargo, algo velado bajo aquella cortina de humo que acapara el rating periodístico, aparece un reciente estudio realizado por la Universidad Católica Argentina (UCA) que revela que el 62,9% de los niños y adolescentes argentinos vive en situación de pobreza, y que el 16,2% se encuentra en la indigencia. Se trata del valor más alto registrado desde 2010. Puesto en cifras, el estudio habla de 7.685.436 niños y adolescentes (de 0 a 17 años) en situación de pobreza y entre ellos, 1.979.397 indigentes.

La investigación de la UCA, titulada “Trazando el Camino: Privaciones Estructurales, Avances y Desafíos en los Derechos de la Infancia y Adolescencia. Argentina 2010-2023″, da cuenta de una evaluación y monitoreo de los derechos de niños, niñas y adolescentes de la Argentina urbana durante los últimos trece años. El informe abarca desde 2011 hasta 2023, es decir que no incluye las consecuencias de la marcada recesión actual, por lo que las cifras, aún podrían ser peores.

En su investigación, la UCA construyó un índice de pobreza multidimensional que establece un doble umbral de carencias, uno total y otro severo. “Con tal propósito, se seleccionan seis dimensiones de derechos: alimentación, saneamiento, vivienda, salud, información y estimulación/educación”, explicaron. En términos generales, se supo que el 56,3% de los niños y adolescentes fue pobre multidimensional en 2023 según el umbral total. Es decir que más de la mitad de los niños/as del país sufren, al menos, una privación de derechos.

Pero hay más. El 32,2% de los niños y adolescentes en la Argentina urbana sufre inseguridad alimentaria. Es decir, no puede acceder a alimentos nutritivos y variados por limitaciones económicas.

Y si la alimentación es un lujo ¿Qué decir de la salud? El 55,8% de la población de niños y adolescentes no cuenta con obra social, mutual ni prepaga, por lo que depende exclusivamente del sistema estatal de salud para recibir atención médica. Además, de ese 55,8%, 90% son del estrato social más bajo, 65,1% son del conurbano bonaerense y 65,4% son niños/as y adolescentes que pertenecen a hogares monoparentales. Por otro lado, si bien sigue siendo considerable la proporción de niños/as y adolescentes que no realizaron consultas médicas periódicas (17,3%) ni consultas odontológicas (35,9%) entre los 3 y 17 años, estos déficits se redujeron casi un 50% en comparación al año 2020.

En materia de vivienda, tres servicios básicos relevantes conforman el déficit de saneamiento: el acceso a agua corriente, contar con red de cloacas y tener inodoro con descarga. En 2023 un 39,5% padeció ese déficit, porcentaje que se mantiene bastante estable desde 2018.

Finalmente, a nivel educativo, el 23% de los niños de 3 a 5 años no se encuentra escolarizado; mientras que el 82,6%, de entre 6 y 17 años, asiste a una escuela de gestión estatal. “A medida que desciende el nivel socioeconómico, el desafío de cobertura por parte del Estado es mayor”, analizaron desde la UCA.

Se sabe, ellos no tienen poder, pero son el futuro. Sería bueno que quienes lo ostentan actualmente, se dignen a mirarlos, no sea cosa que se olviden de lo más importante.

Lic. Ricardo Daniel Nicolini

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