El arte (o la osadía) de sostener un comercio casi sin ventas
Agobiado por los efectos de una profunda recesión y la reducción del consumo, el comercio barrial atraviesa uno de sus peores momentos. Para intentar conocer más detalles de la realidad del sector, Cosas de Barrio reunió a los referentes de los tres centros comerciales más importantes de la zona: Liniers, la avenida Juan B. Alberdi y el corredor gastronómico de Emilio Castro. “Estamos peor que en la pandemia”, aseguran. El incremento de los costos fijos y la escasez de ventas conforman un cóctel letal que, en muchos casos, deriva en despidos de personal o incluso en el cierre definitivo del comercio. Un informe especial revelador, que deja al descubierto los alcances de la crisis.
“Estamos haciendo el ajuste más grande de la historia de la humanidad”, suele ufanarse en sus discursos el presidente Javier Milei. Un ajuste que, a la par de darle aire a las arcas públicas, contrasta con la permanente pérdida del poder adquisitivo de los salarios y el consiguiente contexto de recesión, que parece profundizarse día tras día. En ese marco, el comercio barrial resulta uno de los sectores más afectados, y las consecuencias se observan en locales vacíos, con escasas ventas, y otros que directamente lucen en sus vidrieras el cartel de “Se alquila”.
“No se ve gente por la calle y la poca que hay cuida mucho el mango. Y así es muy difícil sostener un negocio. Genera mucha angustia, mucha impotencia…”, comienza diciendo Nicolás Orlando, sentado a una de las mesas de Rusticana, el bar de picadas que administra en Emilio Castro y José León Suárez. “Hay gente que se enferma, que hace muchos años que se dedica a esto, porque ya no sabe qué hacer para seguir abriendo el negocio”, agrega luego, quien además es el presidente del Centro Comercial Ayres de Castro, que nuclea casi doscientos asociados que se ubican en el corredor gastronómico de Emilio Castro y alrededores.
A su lado, Jorge Elger, titular del Centro de Comerciantes de la avenida Juan B. Alberdi y adyacencias, lo observa apesadumbrado. “El nuestro -explica- es un centro vinculado básicamente a la indumentaria y al calzado. Sobre la zona más comercial de Alberdi están cerrando comercios que hacía décadas que estaban. Un asociado que vende zapatillas para chicos, que se supone que es de las cosas que más consume una familia, me decía ayer que el sábado 25 de mayo hizo apenas dos ventas…”.
Frente a ellos está Luis Lezcano, presidente del Centro de Comerciantes, Vecinos y Profesionales de Liniers CeCoVIP. Asiente con la cabeza y cuenta que “en lo que va del año las ventas bajaron un 40% y los rubros más afectados son calzado, vestimenta y bazar, pero también bajaron en comercios de productos básicos, como las panaderías o las carnicerías”.
Orlando, Elger y Lezcano no tocan de oído. Los tres conocen a la perfección la realidad de los tres centros comerciales más populosos de la Comuna 9, y su preocupación no hace más que reflejar la triste realidad que hoy les toca vivir. “Queremos reunirnos con los martilleros de la zona para acordar un parámetro en el valor de los alquileres, que están disparados sin control. El sólo hecho de levantar la persiana es embarcarse en una aventura ¿Cuánto tiene que vender una panadería para sostener el alquiler de un local?”, se pregunta Orlando, y equipara la situación del sector con la de su propio comercio. “De abril a marzo -explica- acá las ventas cayeron un 15% y de mayo a marzo un 35%. No sé cuánto tiempo más vamos a poder soportar. Hoy tengo diez empleados, pero tuve que despedir gente”.
Su realidad no es tan distinta a la de Elger, que administra un complejo de canchas de fútbol en Araujo y Directorio. “En mi caso, el alquiler de las canchas bajó notoriamente. La gente que viene es cliente desde hace años, pero ahora se acerca sólo a jugar, ya casi no consume bebidas en el bar”, cuenta.
En este contexto de recesión, el costo del alquiler se presenta, para muchos, como un escollo insalvable. “Los alquileres se dispararon, en muchos casos entre un 70 y un 100%, porque con la nueva dinámica de que los dueños negocien con los inquilinos, cosa que en la práctica no ocurre, al haber una gran demanda de viviendas para alquilar, los alquileres siguen subiendo”, subraya Lezcano. Y luego agrega, “además, con la suba de los servicios, el gobierno debería prever una baja de impuestos que le permita al comerciante subsistir, por lo menos mientras no aumente el consumo”.
Orlando abre un bibliorato y muestra sus boletas de servicios. Todos los números son de seis cifras. “Las facturas de luz, gas y agua se fueron por las nubes, y a eso hay que sumarle las cargas sociales”, explica, y cuenta cómo debe ingeniárselas para intentar disminuir esos costos. “Tratamos de no prender la luz hasta que no sea realmente necesario, lo mismo con los equipos de refrigeración, pero las heladeras no las puedo apagar, pensá que adelante tengo la heladería. Ah, y la televisión por cable es otro costo que también se subió un montón, estoy pensando en poner videos musicales. Hoy hasta las servilletas de papel cuidamos”.
Para Elger sólo hay una solución posible. “Para que esto comience a encarrilarse -sostiene- deberían equipararse los sueldos con la inflación. Porque hoy lo que más nos preocupa no es la inflación, es la recesión. La gente no gasta porque no tiene plata. Además, el Estado debería involucrarse en el tema, porque la supuesta libertad que se pregona desde el gobierno nos está dejando al desamparo”. Dice que “cuando hace un par de meses la inflación estaba por las nubes, muchos comerciantes optaron por stockearse, pero ahora con la recesión no saben qué hacer con esa mercadería. Tienen el depósito lleno y el local vacío”.
Por momentos, la entrevista con los referentes de los tres centros comerciales más importantes de la zona se transforma en una especie de terapia del grupo, en la que, en medio de un panorama desolador, tratan de aferrarse a una esperanza. “Para muchos de nosotros, tener un local a la calle es la concreción de un sueño, entonces estamos siempre tratando de buscarle la vuelta. Hace un par de meses optamos por abaratar los precios, aunque los proveedores nos seguían aumentando. Entonces, en vez de vender una pizza a 8 mil pesos, la pusimos a 6 mil, achicando nuestro margen para intentar sumar más clientela, pero tampoco funcionó”, relata Orlando. Traga saliva y agrega “basta con caminar por el barrio para darse cuenta la cantidad de locales que hay en alquiler”.
Lezcano entonces parece notar una diferencia. “El caso de Liniers es muy particular”, advierte. “Se ven algunos locales cerrados porque cuando tienen que renovar el contrato ya no les conviene, pero se vuelven a ocupar rápido. Por eso no se ve una gran cantidad de locales en alquiler. Creo que tiene que ver con la necesidad de poner en marcha algún emprendimiento para que la crisis no les pase por encima”. Le da un sorbo al café y agrega “la recesión está haciendo que mucha gente se quede sin trabajo y opte por convertirse en emprendedora, y esos emprendimientos no suelen ser tan rentables, al menos en el corto plazo”.
No son pocos los comerciantes que se han visto en la obligación de ponerle fin a su sueño y cerrar su negocio. Otros, tratan de buscar alguna alternativa que les permita seguir funcionando. En cualquier caso, las presiones van en aumento. “Como centro comercial nos interesa que este tema se visibilice y que los funcionarios dejen de mirar para otro lado, porque del comercio dependen muchas familias que hoy ven peligrar sus fuentes de trabajo. Además, el comerciante que cierra no tiene muchas más opciones para hacer”, dispara Elger a corazón abierto.
En ese marco, la venta on line podría ser la vía para evitar sostener un local. Sin embargo, para muchos -como un bar, una heladería o un predio de alquiler de canchas de fútbol- no es siquiera una alternativa. Incluso utilizar esa estrategia para nutrirse de insumos o mercadería, también se torna complejo. “Yo antes compraba cosas para el local por Mercado Libre, pero hoy se me encarece por el costo de envío”, explica Orlando.
Entonces lanzamos una pregunta que hubiésemos preferido no haber hecho.
– ¿Podría decirse que, para el comercio, el actual contexto de situación es más complejo que el que se vivió durante la pandemia?
– A nivel económico, sin ninguna duda. Hoy estamos peor que en la pandemia, porque en esa época, al menos, teníamos la ayuda del Estado, con el IFE. Incluso podíamos diferir el pago de los servicios y hasta nos liberaban del ABL. Hoy si no pago la luz, me la cortan.
El que responde es Orlando, pero podría haber sido cualquiera de los tres. Lezcano y Elger asienten con la cabeza. “Y lo que es peor, es que no vemos una solución en lo inmediato. El panorama es bien oscuro y complicado”, refrenda el titular del Centro de Comerciantes de Alberdi.
“Trabajamos para los vecinos de la zona, y esa gente ya no tiene dinero para gastar que no sea en lo básico. Hoy hay sueldos que están por debajo de la línea de pobreza”, subraya Orlando, y agrega un hecho, que no parece ser menor “no notamos un apoyo de la Comuna 9. De hecho, el presidente de la Junta, Maximiliano Mosquera Fantoni, no nos atiende el teléfono”, dispara. Y Lezcano, quien además integra la Dirección de Fecoba a través de la Secretaría de Acción Social, agrega que “desde la Cámara de Comercio de Liniers nos hemos reunido con los comuneros Crespo, Espiño y Cháves, pero no con el presidente, que, aunque lo hemos intentado contactar varias veces, no hemos tenido respuesta. No entendemos cuál es su posición cuando lo único que estamos reclamando es un canal de diálogo. La falta de comunicación es total. Porque en Liniers, por ejemplo, en este contexto de recesión y desempleo, están volviendo los manteros”.
Al respecto, Elger sostiene “nuestro centro comercial, como los de los colegas, tiene gente de todos los sectores políticos, pero la realidad no tiene camiseta, es elocuente”.
El agobio de la crisis produce además una parálisis forzada. “Hasta no hace mucho -recuerda Orlando- como centro comercial sorteábamos una bicicleta para el Día del Niño o huevos de chocolate para Pascuas, pero hoy ya no se puede ni siquiera eso. Se nos hace cuesta arriba armar una campaña. Antes enviábamos afiches para que los comercios pegaran en sus vidrieras, pero hoy cada copia color sale mil pesos, y no podemos afrontar esos costos, entonces los mandamos por mail para que cada comercio lo imprima”. De hecho, hasta les cuesta coordinar un horario para las reuniones del centro comercial. “Porque el que cerraba al mediodía, hoy sigue abierto a ver si entra algún cliente”, explica Elger.
Sin embargo, el encuentro organizado por Cosas de Barrio sirvió al menos para que los titulares de los tres centros comerciales locales mancomunaran y potenciaran sus esfuerzos. Coincidieron en impulsar las demandas del sector a nivel local y gestionar una próxima reunión con los directivos de Fecoba y con el presidente de la Comuna 9. “Esta sinergia es positiva, juntos vamos a lograr alternativas para el sector”, coincidieron.
Mientras tanto, algunos especialistas que hasta hace algunos meses se animaban a pronosticar una “escalada en V”, con un marcado repunte en la economía a partir del segundo semestre, hoy ni siquiera se atreven a proyectarlo en U, por la prolongada meseta que avizoran. Tal vez por eso, sobre el final del encuentro, Elger intenta redondear la charla con una frase simpática, que termina resultando tragicómica. “A la mañana no entró nadie, y a la tarde aflojó un poco…”.
Ricardo Daniel Nicolini