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Cuando al reciclaje lo tiran a la basura

El tratamiento de los deshechos urbanos constituye un grave problema que requiere soluciones urgentes.

Por la Lic. Graciela Godoy de Sadorín

Cuando Buenos Aires dejó su condición de aldea para transformarse en una gran ciudad, comenzó a plantearse el problema de la recolección de los residuos urbanos. Los basureros y los primeros hornos incineradores se ubicaron en el sur y las orillas del río, lugar que también ocuparían los marginados de la sociedad. A través de los años, con el aumento de la población, la sociedad de consumo y el incremento de la industrialización, la basura pasó a ser un grave problema de contaminación ambiental.

Lo cierto es que actualmente la Reina del Plata es una de las ciudades más sucias, no solamente por la falencia de quienes tienen la responsabilidad en la materia, sino también, por la desidia y la falta de educación de gran parte de sus habitantes.

En algunas ocasiones los basurales en las calles se pueden ver o percibir a varias cuadras por su volumen, pero también por el olor, esencialmente en los meses de verano. El paisaje urbano está decorado con todo tipo de desechos, entre los que se pueden encontrar muebles en desuso, electrodomésticos, escombros, computadoras, ramas, botellas, estanterías, neumáticos y otros tantos elementos que sería muy largo enumerar.

Diariamente cada uno de los habitantes de esta ciudad consume una gran variedad de productos, lo que implica después desechar lo que no sirve o lo que no se consumió, acto que generalmente la mayoría de los porteños no hacemos con la debida responsabilidad.

Toneladas de contaminación

Cada habitante genera un promedio de un kilo de basura diaria (365 por persona al año) que sumados entre todos los habitantes de la Capital Federal y los 31 municipios del Gran Buenos Aires, se llega la cifra de 5,4 millones de toneladas de basura por año. La misma es depositada en el cinturón ecológico creándose los rellenos sanitarios de Villa Domínico, Norte 111, Gonzalez Catán y Ensenada, pero algunos ya están saturados.

Pero además existen otros basurales clandestinos a cielo abierto, unos cien en el GBA y diez en la Ciudad. Estos fueron originados por la crisis económica que provocó que se incrementaran por el mayor cirujeo y el negocio clandestino de la basura, como una forma de subsistencia de los sectores marginados. Otro factor que ayuda al aumento de los vertederos es que, por ahorrar costos, muchas empresas en lugar de pagar su vuelco en el cinturón ecológico, tal como estipulan los contratos, lo hacen por menos dinero al costado de las rutas o en terrenos abandonados, que después terminan convirtiéndose en grandes basurales, según declaraciones de funcionarios del gobierno.

Esos desechos deberían ser clasificados y reciclados por los recolectores, dándole el tratamiento correspondiente, según sean de carácter orgánico (basura de origen vegetal o animal que tendría que ser quemada o enterrada) o inorgánico, es decir todo tipo de desechos que puedan reciclarse para reincorporarse a la cadena de consumo, como se estipula en la obligación contractual. Pero según expresan los funcionarios, generalmente no se hace, incumplimiento que genera varios peligros para la salud de la población a través de la contaminación de los suelos y las napas de agua. Esta actitud también implica mayores costos de mantenimiento posterior para el CEAMSE (Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado), organismo encargado del control y administración del cinturón ecológico.

Precisamente ese peligro para la salud de la población es el que nos debe inducir a todos los vecinos a cambiar nuestros hábitos en el tratamiento de nuestra bolsita de basura, ya sea porque otros no lo hacen o porque debe existir un sentido de solidaridad que ayude al mutuo cuidado de nuestra integridad.

Es por ello que los vecinos deberían iniciar “el proceso”, separando los residuos que pueden ser reciclables de aquellos que no lo son, como así también todos los que se consideren peligrosos, como los derivados de tinturas, disolventes, insecticidas, productos de limpieza, etc., evaluados por sus componentes nocivos para la salud.

Se trata, en definitiva, de tomar conciencia en que debemos poner en práctica la famosa consigna que predican los ecólogos, que es la de Reducir, Reutilizar y Reciclar.

Por último, es importante analizar este tema especialmente con el aumento del contagio de dengue, ya que la contaminación ambiental facilita la existencia del mosquito transmisor de la enfermedad.

(*) La Lic. Godoy de Sadorin es profesional del CONICET, Química (UBA) y Máster Comunicación, Científica, Médica y Ambiental (Univ. UPFARMA Barcelona).