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Siga el baile, siga el baile

La Escuela de Danzas N° 1 “Nelly Ramicone”, de Liniers, se prepara para celebrar sus Bodas de Oro.

La Escuela de Danzas N° 1 “Nelly Ramicone” está considerada como una de las más prestigiosas en materia de educación artística en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires. No sólo por la calidad y las prestaciones de su sede, enclavada en el corazón del barrio de Liniers, sino por el prestigio y el profesionalismo de su cuerpo docente y directivo. De hecho, muchas de las profesoras que lo integran han sido alumnas del establecimiento, y otras se desempeñan allí desde hace décadas, por lo que el vínculo afectivo y el sentido de pertenencia son otros dos valores insoslayables.

Hoy la Escuela de Danzas de Liniers está cumpliendo 50 años, los mismos que pasaron desde que un decreto de 1974 la puso en marcha. “Pero como aún no tenía un edificio, usaba las instalaciones de la escuela primaria que está en Gallardo 521, una vez que finalizaba la jornada escolar. Es decir que empezamos con el turno vespertino”, comienza diciendo Susana Vignolo, actual directora del establecimiento, en diálogo con Cosas de Barrio. “Pero como las clases de danzas no se podían hacer en las aulas de primaria, se hacían en el Club El Luchador, que está a la vuelta, o en el Versailles”, explica.

A Cristina De Lorenzo, la actual secretaria de Nivel Terciario, se le dibuja una sonrisa mientras exhibe un recorte de la época de la revista Siete Días, en el que se observa una nota titulada “Las chicas del quiero retruco”, “porque mientras los señores jugaban al truco y a las bochas, detrás de un biombo las alumnas tomaban clases de danzas”, cuenta, y asegura que su hermana, que pertenece a la primera promoción y egresó de la sede de Gallardo al 500, es una de las chicas de la foto.

El bachillerato se puso en marcha en 1975 y dos años más tarde lograron tener su propia sede en el edificio trasero de Pieres 258, a metros de Tonelero, que durante años le alquilaron a la Iglesia Metodista, que se ubica al frente. Allí funcionaba el bachiller, la carrera de Danzas Folklóricas, la de Danzas Clásicas, y en 2004 se creó la carrera de Teatro en el turno vespertino, especialización que luego fue creciendo en matrícula y se independizó como una escuela propia, aunque utilizando el mismo edificio. “Sin embargo, con la lucha de la comunidad educativa de teatro y con nuestro apoyo, lograron tener su propia sede en 2012, y poco después sería bautizada Escuela de Teatro Niní Marshall”, evoca Susana, y luego recuerda que “en algún momento también compartimos con ellos ese edificio de Oliden 1245, en Mataderos, cuando aún estaba en construcción esta sede de Fonrouge”.

Por entonces, la cursada de los alumnos de la Escuela de Danzas se dividía entre las sedes de Pieres y Oliden. “Antes de eso -recuerda Cristina- por el marcado aumento en la matrícula, se llegó a alquilar una casa cercana a la sede de Pieres a la que llamábamos el anexo. Era una casa chorizo en la que habíamos convertido las habitaciones en aulas. Estaba al lado de la Casa de la Cultura, allí donde hoy funciona un hogar de ancianos. Y cuando tampoco dábamos abasto con Pieres y el anexo, la Escuela 9, de Larrazábal y Cossio, nos prestaba algunas aulas en el turno vespertino”.

En sus orígenes se la conoció como Escuela Nacional de Danzas, pero en 1992 pasó a la órbita municipal y adquirió su denominación actual.

Hubo que esperar hasta 2011 para que la escuela desembarque en el moderno edificio de Fonrouge 711, a metros de Ulrico Schmidl. “Hasta entonces mantuvimos una lucha intensa para lograr tener un edificio propio. Recuerdo que estaba Jorge Telerman como jefe de Gobierno, y un día, después de insistir tanto con nuestro reclamo, se acercó hasta la escuela y recorrimos el barrio juntos para elegir un lugar acorde a nuestras necesidades. Me acuerdo que cuando estábamos caminando y pasamos por acá, donde por entonces funcionaba una papelera, él nos preguntó si nos justaba este lugar, y cuando le dijimos que sí, nos respondió: ‘acá va a estar la escuela’. Hacía falta decisión política”, sostiene Susana.

Claro que el desembarco no sería tan simple, porque poco después vino el cambio de gobierno y la obra se detuvo. “Pasó un tiempo largo desde que iniciaron la construcción del edificio hasta que finalmente pudimos mudarnos -recuerda la directora-. En 2011 fue la inauguración oficial, pero mientras tanto nosotros formamos parte de una comisión y periódicamente nos convocaban al Ministerio de Educación para preguntarnos cómo queríamos las aulas, de qué tamaño, con qué tipo de piso, etc. Es decir que se fue haciendo, teniendo en cuenta todos nuestros requerimientos. De hecho, poco después de haberse inaugurado, vino Julio Bocca a recorrer la sede y dijo que nunca había visto en toda la Argentina una escuela de danzas como ésta”.

Cuando la escuela se instaló en el flamante edificio de Fonrouge la matrícula fue creciendo, porque el combo de una sede de lujo con educación gratuita de calidad se convirtió en un imán para los alumnos. Además, se sumó el profesorado, que otorga un título docente en danzas.

Hoy la escuela tiene una matrícula de 500 estudiantes en el nivel medio y unos 200 en el profesorado, a los que se suman los alumnos del “preiniciación”, que son aquellos que, con segundo grado completo, vienen a hacer cursos de expresión corporal y música de 18 a 20:10. “Pero además tenemos los cursos vocacionales gratuitos de danzas folcklóricas y tango, para niños, jóvenes y adultos mayores, que se llena de gente en los turnos mañana, tarde y vespertino”, agrega Laura Pérez, directora del nivel Terciario, y cuenta que “viene gente de todos lados. De hecho, hay muchos chicos que viajan bastante para venir a cursar. En el profesorado, por ejemplo, una amplia mayoría no es de la zona. Ocurre que la gente que asiste tiene una vocación por la danza. Hay chicos que vienen todos los días desde González Catán, otros desde Escobar, desde Zárate, desde Luján. Somos una escuela de brazos abiertos”.

La directora Susana Vignolo tiene un vínculo especial con la escuela, pero también con el barrio que la cobija. “Vivo a dos cuadras del Santojanni -dice, el pelo atado bien tirante, coronado en un rodete; imposible no imaginarla bailarina-. Mi madre era profesora de Historia de esta escuela, y yo estudiaba danzas en forma particular desde los 7 años. Cuando mi mamá empezó a dar clases acá, habló con la entonces directora y fundadora, la profesora Magdalena Bisogno, y le dijo que me trajera para que diera el examen de ingreso, porque en ese momento se podía entrar a esa edad. Así que vine acá como alumna a mis 9 años y egresé como maestra nacional de danzas. Después hice el profesorado y a los 20 comencé a trabajar. Hace 35 años que me desempeño acá. Jamás trabajé en otro lado. Desde que tengo uso de razón tengo un vínculo con esta escuela”.

Una deuda pendiente

Durante el acto inaugural, en el que se hicieron presentes el entonces jefe de Gobierno, Mauricio Macri, junto a los ministros de Educación, Desarrollo Social y Desarrollo Urbano, el entonces titular de la cartera educativa, Esteban Bullrich, anunció la creación de un “espacio multiparticipativo” para ofrecer espectáculos a la comunidad barrial, que luego jamás se cristalizó. “Había un proyecto donde está la chimenea, que está catalogada como monumento histórico como símbolo de la época fabril -amplía Susana-. En ese lugar donde hoy tenemos una plaza, estaba proyectado montar un teatro, un auditorio. Tenemos el plano todavía, pero eso jamás se concretó. Era un proyecto muy interesante, con camarines y lugar para el guardado de escenografías. Ojalá algún día se pueda hacer, porque el escenario que tenemos es muy modesto, se fue haciendo gracias al aporte de la cooperadora que, a diferencia del resto de los espacios de la escuela, no se ajusta a una función de danza”. Y Laura agrega “al barrio hoy le está haciendo falta un espacio cultural, y tener uno acá de esas características sería un golazo, porque Liniers es un barrio con una gran movida cultural que no cuenta con un lugar capaz de albergar toda esa efervescencia”.

Y entre lo que aparece en “el debe” también están los denominados “módulos de fortalecimiento institucional”, que se giran a las escuelas para sostener programas como el Plan de Alumnas Madres y los talleres de ESI. “Este año todavía no se aprobaron y estamos esperando que salgan. Porque más allá de lo curricular, la escuela tiene que ir adaptándose a los cambios de la sociedad. De allí que para nosotros la ESI sea uno de los proyectos fundamentales de la escuela. El Plan de Alumnas Madres ayudó a muchas estudiantes que terminaron su escolaridad y vinieron a recibir su diploma con su bebé. Esos son logros de la escuela pública”, remarca Patricia Schwartzbart, la secretaria, que hace 31 años que se desempeña en la escuela, donde además es docente de Música y pianista.

Tanto Patricia, como Susana, Cristina, Laura y Cecilia Rodríguez, la regente del turno mañana, se enorgullecen de los alumnos que egresaron de la escuela y hoy son una marca registrada en el mundo de la danza. “Algunos abrieron estudios de tango en Japón; y otros transitaron luego el Taller del Teatro San Martín y fueron grandes bailarines de danza contemporánea, como Emanuel Ludueña, o el actual coreógrafo de tango Marcos Ayala, que lleva su espectáculo por todo el mundo”, ejemplifica Laura.

Además de la Escuela de Danzas de Liniers, en la Ciudad de Buenos Aires existen otras dos escuelas de danzas, la Aída Mastrazzi, que está en la calle Esmeralda; y la número 2 “Jorge Donn”, que está inaugurando su nuevo edificio en Villa Luro, en Murature y Lope de Vega.

En todas ellas, la labor desinteresada de la Cooperadora, integrada por un entusiasta grupo de padres, resulta indispensable. “Yo voy a cumplir 38 años en la escuela, estoy desde que tengo 18, pero empecé a formar parte desde los 6, cuando venía de la mano de mi mamá a acompañar a mi hermana, que era de la primera promoción”, cuenta Cristina. “Recuerdo que éramos chiquitas -continúa- y con la hija de la directora nos ponían a colaborar en las peñas para armar los panchos. Los padres pintaban las paredes, preparaban la kermesse, todo era muy colaborativo y con el esfuerzo de toda la comunidad educativa. Y eso se mantiene hasta hoy. Hay mucho sentido de pertenencia”.

Patricia observa a su compañera y se queda pensando. Recién después, agrega “es que esta escuela tiene algo que enamora, el que llega ya no se va más. Pero no nos pasa sólo a nosotros, de hecho, los chicos, los alumnos, la llaman la escuela del amor”.

Susana -como si hiciera falta- se acomoda el pelo y suelta la frase que servirá de corolario a la nota. “Ver la vida a través de la danza ofrece un plus adicional, porque nos vuelve personas más críticas y reflexivas”. Y vaya si lo sabe. A lo largo de estos cincuenta años, tres generaciones de estudiantes han aprendido a ver la vida a través de la danza. Tal vez esa sea la clave para hacer del mundo un lugar más amigable.

Ricardo Daniel Nicolini

A tirar la escuela por la ventana

El viernes 24 de mayo se llevará a cabo la celebración central por el 50° aniversario de la Escuela de Danzas N° 1, con un gran festejo. A las 15 será el acto formal, con la presentación de los ballets institucionales de la Escuela, el de danza folklórica y tango, y el de danza clásica y contemporánea. Para entonces, ya confirmaron su presencia los directivos fundadores y las autoridades del Ministerio de Educación porteño. Luego, desde las 18, tendrá lugar una gran peña a la que todo el barrio está invitado.

Algunos días más tarde, el 7 de junio se desarrollará una cena de gala para conmemorar las Bodas de Oro de la escuela, y posteriormente los festejos se extenderán durante todo el año. De hecho, el cronograma de celebraciones se inició el 21 de marzo pasado con la visita de la bailarina Paloma Herrera, y el 29 de abril se presentó el Ballet Folclórico Nacional -en el que participa un exalumno, y los directores son docentes de la escuela de Liniers- con un seminario y una muestra de danzas.

Por otra parte, para el mes de octubre están previstas dos muestras de alumnos en el Auditorio de Belgrano, gracias al apoyo de la Cooperadora que alquiló la sala; mientras que el terciario tendrá la suya en noviembre, en el Teatro El Globo.