Anses: cierre de oficinas, despidos y aumento de las solicitudes de desempleo en todo el país.
Desde el pasado viernes que varias sucursales del organismo (internamente llamadas UDAI – Unidades De Atención Integral), oficinas que ANSES utiliza para atender al público, comenzaron a ser sorprendidas por inesperados despidos de personal y hasta cierre de sucursales, algo que se repitió a lo largo y ancho del país.
A los despidos que originalmente se sucedieron en el Gran Buenos Aires y en la localidad balnearia de Mar del Plata se fueron sumando otros en las provincias de Chaco, Río Negro, Santa Fe, Neuquén y Jujuy.
En Chaco por ejemplo, cerraron definitivamente las oficinas de Machagai, Taco Pazo, General Pinedo, Sauzalito, Fuerte Esperanza y Barranqueras; en Río Negro hubo 18 despidos y dejaron de existir las sedes de Cinco Saltos, General Conesa y Luis Beltrán; en Santa Fe clausuraron las oficinas de Vera y Villa Ocampo y en ANSES Jujuy hubo 11 despidos.
En Vicente López, no solo nos confirmaron despidos en esa área y otras del Gran Buenos Aires, sino que confirmaron que en los últimos días aumentaron considerablemente las solicitudes de desempleo.
Otros despidos se dieron en Munro, Boulogne, Ezpeletta, Spegazini, Villa Fiorito, Williams Morris, Cuartel V, Libertador, San Vicente y Dock Sud, mientras se esperaba que a partir del 3 de abril la lista se agrandase. Varias de las UDAI mencionadas directamente debieron cerrar la dependencia ya que, o bien habían despedido a todos sus empleados, o los pocos que quedaban no podían hacerse cargo solos de la apertura.
Historias de terror.
Varias fueron las historias de despedidos que desmienten la versión oficial que, como en tiempos de Macri, denigra y estigmatiza a los trabajadores al hacerlos descender a los infiernos al otorgarles la etiqueta de “ñoquis”. El universo de despedidos va desde contratos que no se renuevan hasta la cesantía de personas con varias décadas de antigüedad en sus empleos.
Desde ATE ya anunciaron una huelga de 24 horas con movilización para el miércoles 3 de abril, de carácter nacional, y en la que prometen paralizar todas las actividades del Estado ante la reducción drástica de empleos a través de los despidos, suspensiones y cesantías.
Por el momento, estima que se realizaron más de diez mil despidos, situación calcada (y aumentada) de los tiempos del macrismo, con un presidente que se ufana ante grandes empresarios y especuladores de que en total ya habían decretado el cese del empleo de unas 50 mil personas, mientras prometía ante un auditorio extasiado de la desgracia de las familias argentinas que sufren este flagelo, que “van a caer 70 mil contratos” más.
Y mientras el ministro Guillermo Francos miente al expresar que “… los sectores populares sufren un ajuste como todos los argentinos”, es alarmante ver como buena parte de nuestra sociedad asiste sin reacción al despido de cientos de miles de trabajadores, muchos de ellos con familia y en algunos casos -peor aún- cercanos a su jubilación -mayores de 50 años-, lo que dificulta su reinserción al mercado laboral.
No hay una fuerte reacción desde la oposición política, desde sectores otrora movilizados de la vida civil como la iglesia, ni desde el sindicalismo organizado (ni CGT, ni CTA tienen gran participación… solo breves apariciones en tibias movilizaciones), ni siquiera desde las organizaciones sociales, otrora actores fundamentales en la protesta.
Mientras tanto, la gente se esconde en su propio miedo y se extiende el “oír, ver y callar” entre los sectores populares, cuándo directamente no se festejan este tipo de salvajismos criminales de un neoliberalismo disfrazado de rebelde que no hace más que respetar su eterno mandato de maximización de ganancias en detrimento de su propio pueblo. Más dinero, más control, más poder… metas que los muestran insaciables a la hora de acumular. Y en economía, ya se sabe, lo que se acumula de un lado… debe salir de otro que se empobrece. Ese y ningún otro, es el futuro pensado para la mayoría de los argentinos por Milei y sus secuaces.