Una receta para tratar de entender el guiso presente
Toda receta es apenas un mapa, una guía en el camino, todo buen cocinero sabe que hay que tomarlas con pinzas, que las cantidades, el momento y “la mano”, modifican el sabor y el resultado. Además siempre hay que entender que un buen chef tiene algún que otro ingrediente secreto. Sin embargo, acá, “a ojo de buen cubero” nos tomamos el atrevimiento de revelar la receta que despertó el león que vocifera “libertad”. Y éste no es precisamente herbívoro que digamos.
Primero que nada hay que preparar bien los ingredientes:
Impulsar el voto joven donde personitas sin experiencia de vida y sin conocimientos de historia -y ni siquiera de memoria presente- también puedan elegir administración.
Para este guiso es indispensable la Internet 3.0, esa que ofrece lo que cada uno tiende a ver y escuchar, catalogado mediante algoritmos automáticos, de tal modo que cada uno profundice en su “idea”, esta es la base para mezclar bien la verdad con cualquier mentira. Este ingrediente implica también brindar la información sin informar fuentes y en lo posible con imágenes llamativas fácilmente generables con inteligencia artificial.
Es también muy importante dividir al vulgo en equipos opuestos, donde cuestionar implique quedar directamente fuera del equipo que uno sienta que representa mejor nuestras ideas con estigmas como, por ejemplo, “facho” o “cipayo” versus “comunista” o “negro”.
A esto hay que agregarle el bache educativo que implica algún tipo de encierro, por ejemplo, una “pandemia” dejando por un buen período a muchos niños y jóvenes con una escolaridad reducida –con suerte– a una pantallita, mientras el miedo -gran imposibilitador del pensamiento cuestionador- reine y un payaso cuente muertos por televisión. Si se logra vislumbrar la farsa dejando entrever encuentros entre “poderosos”, mientras el vulgo no puede ni velar su gente, mejor.
Alentar la confusión interna, cosa que el vulgo no sepa si es mujer, hombre, perro o zanahoria.
Sumemos factores que frenen la proliferación de la inteligencia y el pensamiento con algún tipo de neurotransmisor artificial, como el grafeno, directamente inyectado al torrente sanguíneo más otros químicos y transgénicos aportados desde lo que simula alimento que viene de modo industrial.
Luego ponga a calentar todo en una olla, en lo posible que tenga una buena presión inflacionaria. Una vez que el guiso comience a burbujear proponga desde las altas esferas, sin internas de ningún tipo al más impresentable de los ministros, en lo posible quien maneje la economía que va a pique.
Por otro lado, en lugar de sal, procure que haya algún resentido odiador con micrófono que pase por todos los medios de desinformación masiva para desarrollar llamativas arengas.
Y ahí, bermuth con papas fritas y good show, estará generado el mejor guiso distópico en mucho tiempo.
Rafael Sabini