Cooperativa de Editores de Medios de Buenos Aires
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Zapatero a tus zapatos

El recuerdo de los viejos zapateros remendones que poblaron el Liniers de antaño

Por Daniel Aresse Tomadoni (*)

Liniers, más que un barrio, es para mí un gran arcón de recuerdos y vivencias de todos los tiempos, que guardo celosamente en mi mente y en mi corazón como un tesoro invaluable.

Días pasados, conversando con unos amigos sobre los distintos rubros que existieron y existen en los barrios, recordé que en Liniers hubo locales y casas particulares con los llamados “zapateros remendones”. Si bien es un rubro asociado al siglo pasado, aún se mantiene en vigencia, más en estos tiempos en los que, con la crisis, no es fácil comprar calzados, por lo que es habitual darles varias vidas más a nuestros infaltables compañeros de caminatas diarias.

Así, entre enormes y ruidosas máquinas universales -esas que lijan, pulen y lustran el calzado- montañas de cuero, herramientas de todo tipo y color, el típico olor a pegamento y la vieja máquina de coser suelas, el zapatero, sentado en su “puesto de mando” con los elementos y herramientas a su alrededor, hacía maravillas devolviendo a la vida esos zapatos maltrechos o estirándolos en las hormas para la comodidad del cliente.

Recuerdo un italiano –en su mayoría eran de esa nacionalidad- que tuvo un local en Tuyutí entre General Paz y José León Suárez. Iluminado con una sola lámpara colgante, se las ingeniaba para hacer su trabajo y darle un aspecto lúgubre a su local.  Cerca de allí, frente a las placitas de Humaitá y Luchter, Antonio, un asturiano de pocas pulgas, tuvo su enorme local que luego, con su hija Amalia, dividió para colocar un kiosco.

Pero en menos de dos o tres cuadras ellos no eran los únicos: sobre José León Suárez, un anciano zapatero dentro de un local en el que apenas podía moverse trabajaba hasta bien entrada la noche. Allí también tenía su vivienda. Y como no podía ser de otra manera en esta ruta, en Montiel y Jorge Chávez, Daniel el zapatero, fue famoso por su clientela, además de contar en el frente del local con un gran y surtido kiosco. De vez en cuando al igual que el anterior, el negocio hacía las veces de vivienda.

Un poco más alejado de esa zona, tuve de vecino a un zapatero –italiano, como el primero- que tuvo su local-garaje en Pilar al 600. Era un verdadero artesano en los arreglos y además era muy amable con su clientela. Cuando cerraba el local, corría sus elementos de trabajo y dejaba paso a su fitito que cabía justo entre las máquinas y las pilas de zapatos para arreglar.

Pero sin dudas uno de los zapateros remendones más famosos del barrio, fue Juan. Ubicado en Montiel al 100, al lado de la Ferretería Scotti, este zapatero -tal vez por su buena ubicación- era muy frecuentado por el vecindario. Recuerdo cierto día en el que yo era muy chico, que Juan se puso un pañuelo en la boca para no recibir el polvo de la máquina y me asusté mucho pensando que era un bandido del oeste que en las series de la tele aparecían así.

Lo cierto es que entre medias suelas y tacos, hoy recordé a aquellos zapateros remendones, como les decían por entonces en mi querido Liniers. Hasta la próxima y muchas gracias por permitirme compartir estos recuerdos con ustedes.

 (*) Aresse Tomadoni es director general de “Relatos del viajero” y “Épocas del mundo” que se ofrecen a través de Youtube