El pan nuestro de cada día
El titular de la panadería Güiraldes analiza el consumo y el avance del precio del pan en Mataderos
Al recorrer Mataderos, un barrio de rica tradición en Buenos Aires, el caminante suele encontrarse con locales y comercios que han resistido el paso del tiempo y se han convertido en un tesoro de la comunidad. Tal es el caso de la panadería Güiraldes, de Bragado y Guardia Nacional. Claudio González, uno de sus dueños, cuenta la historia detrás de la panadería que guarda un legado familiar.
“La panadería comenzó con mi bisabuelo Félix, un inmigrante italiano que cocinaba panes en un horno de barro. Poco a poco aquella pasión se fue transmitiendo de generación en generación hasta llegar a mí, que soy la cuarta generación de panaderos en la familia”, explica. Sin embargo, la panadería Güiraldes como local de venta al público, fue fundada en 1983 por los padres de Claudio en el barrio de Lugano y debido al auge que fue logrando en aquellos años de la primavera democrática, en 1999 abrió sus puertas la sucursal de Mataderos, que desde entonces es una marca registrada en el barrio. “Primero acompañaba a mis padres -cuenta Claudio- y el mundo de la panadería era un juego, pero poco a poco fui aprendiendo el oficio y me fui enamorando de todo esto”.
A lo largo de los años, los hábitos de consumo han ido evolucionando, pero hay algo que se mantiene inalterable en el barrio de Mataderos: el amor por el pan. Según Claudio, “siempre se consumió en la misma medida porque acompaña muchas cosas, no sólo la comida sino también un sándwich, una tostada o cualquier actividad del día. El pan es noble y versátil, pero no pasa lo mismo con otras cosas que sí han sido reemplazadas, como las galletitas o los postres”.
Como un elemento esencial de la canasta básica, el pan está signado por el avance de la inflación y los aumentos de precios, una carga constante que impacta en las familias y en las empresas de todo el país. “No escapa el pan a la inflación y a la situación que estamos teniendo”, recalca Claudio, y cuenta que con el correr de los años se tuvieron que ir reinventando como consecuencia de las sucesivas crisis económicas que fue atravesando el país. “La inflación es un problema que nos afecta de manera significativa -explica-. Hoy en día en cualquier panadería un kilo de pan se vende como mínimo a 1.100 pesos, es decir casi un 200% más que hace un año. Esta realidad se refleja en el incremento de los costos de la materia prima y en los gastos operativos”.
Sin embargo, para Claudio y su panadería Güiraldes, hay un principio invariable: la calidad. “eso no se negocia -enfatiza-. Siempre optamos por mantener la calidad y buscar los productos de la mejor materia prima que haya, para que el producto final sea de excelencia y a un precio accesible”. Y mientras el aroma a pan caliente comienza a invadir el local, Claudio se atreve a revelar el secreto de su éxito. “La calidad de los productos y la excelente atención, son la clave de la permanencia”, concluye.
Abril Silverio