
Mi barrio…
Cada cuadra, cada caminata, el tiempo se detiene, retrocede y me lleva a todo lo vivido. Mi barrio es sinónimo de infancia, de amor, de anécdotas, de nostalgia y melancolía, cuándo busco encontrarme, ahí estoy caminándolo, sentándome en el mismo banco de la plaza que tanto disfruté.
El barrio cambió, yo también, fuimos cambiando pero jamás… dejamos de reconocernos. Dónde descubrí por primera vez el amor y dónde me robaron mi primer beso, mis salidas con mi madre, los sábados al Mercado es un mundo dentro de otro mundo, caminándolo en invierno, pisando las hojas y viendo caer las últimas hojas de ese árbol que se desnuda en invierno, para volver una vez más a renacer en primavera… juntos. Mi barrio huele a vida, a recuerdos, cambió, creció, muchos ya no están y sus casas no las recuerdo.
En la curva de mi vida, me aferró a lo que tanta felicidad me dio, tantos recuerdos… que me sacan esa lágrima que se pierde en mí rostro. Vuelvo a ese mismo banco de siempre… dónde él tiempo se detiene, la imágenes de todo lo vivido vuelve a mí… me dejo atrapar y acepto el guiño de mi barrio, porque siempre me espera y siempre voy a buscar todo lo que tiene guardado de mí.
Mi querido y amando barrio… ¡Gracias!
Roberto Pablo Blanco
Foto de Agustín Faggiano, tomada de Internet para acompañar esta nota. En la gráfica no salió, donde éste aporte culminó la nota sobre Troilo.