Cooperativa de Editores de Medios de Buenos Aires
Cooperativa Editores de Medios BA

Grandes bibliotecas de la historia

En este viaje al pasado, la última parte de la Biblioteca del Monasterio del Escorial

Por Alejandro Andrés Bressi (*)

En esta vigésima primera entrega –o papiro N° 21- les propongo terminar de conocer los misterios de la Biblioteca Real fundada por Felipe II en el Monasterio del Escorial, España.

El “recinto”, es la pieza mayor y más noble de la biblioteca. Lleva el nombre de Salón Principal o Salón de Impresos, puesto que, en él, por disposición de Fray Sigüenza, se colocaron los libros impresos de autores antiguos, como griegos, latinos y hebreos, con los cantos dorados hacia fuera para lograr una mayor sensación de uniformidad. Se lo conoce también como “Salón de los Frescos”, debido a las pinturas que adornan el techo y las cornisas. La sala tiene 54 metros de largo por 9 de ancho y 10 de alto. Su planta rectangular tiene como precedente estructural más claro la biblioteca Laurenziana de Miguel Angel, que fue la que configuró un nuevo modelo espacial de librería. Es decir, a las tres naves tradicionales de tipo monacal sucede la idea de una biblioteca compuesta de una sola nave alargada, con ventanas que inunden de luz ese gran espacio rectangular.

Está emplazada sobre el vestíbulo de la entrada principal y recibe luz abundante por cinco ventanas y cinco balcones que dan al Patio de los Reyes, y siete ventanas que dan a la Lonja de poniente. El pavimento es de mármoles blancos y oscuros. En medio de la sala se encuentran cinco mesas de mármol pardo con cercos de bronce, colocadas sobre un zócalo, y pilastras también de mármol y jaspe, en las cuales se forman dos plúteos llenos de libros. En el centro se deja un amplio espacio libre para instalar los instrumentos científicos, como esferas armilares, astrolabios y globos terráqueos.

Este salón tiene una cubierta de bóveda de cañón dividida en siete tramos. En ellos se sigue el procedimiento frecuente de colocar el tema principal en el compartimento central: las siete Artes Liberales en forma de matronas: Gramática, Retórica y Dialéctica -el Trivium- y Aritmética, Música, Geometría y Astrología -el Quatrivium-. Y las escenas subordinadas en su parte inferior. De hecho, en el friso que va desde la cornisa hasta la parte alta de las estanterías se pintaron 14 escenas: dos relativas a cada arte liberal. Y encima de la cornisa, cada arte liberal va acompañado de cuatro sabios representativos de cada ciencia. El plan general de la Biblioteca se completa con los dos testeros, con las personificaciones de la Filosofía y la Teología.

Los temas de los frescos fueron ideados por Juan de Herrera y Fray José de Sigüenza y realizados por Pellegrino Tibaldi y sus colaboradores, entre los que se encontraba Bartolomé Carducho. No hay duda de que Tibaldi se sintió especialmente atraído por las dificultades que presentaba el techo de la Capilla Sixtina como superficie pictórica, y, tanto la estructura de la bóveda como la realización pictórica desde el punto de vista formal, representan un devoto homenaje a la Sixtina.

En las columnas de los dos arcos principales de la sala hay colocados cuatro retratos de tamaño natural: el Emperador Carlos V a la edad de 49 años, copiado fielmente por Pantoja de la Cruz del original de Tiziano que se conserva en el Museo del Prado; enfrente Felipe II a la edad de 71 años, atribuido al mismo pintor. En el segundo arco, Felipe III a la edad de 28 años, obra de Juan Pantoja de la Cruz; en el lado opuesto se encontraba un soberbio retrato de Felipe IV, pintado por Diego Velázquez, que desapareció durante la Guerra de la Independencia; José Bonaparte se lo regaló al general francés Desolle y en la actualidad se puede admirar en la National Gallery de Londres; en su lugar se colocó en 1814 un óleo de Juan Carreño de Miranda con el retrato de Carlos II, a los 14 años.

En el hueco de la primera ventana hay un excelente retrato de medio cuerpo del monje jerónimo José de Sigüenza, atribuido a Bartolomé Carducho, fechado en 1602. En los huecos de la tercera ventana se encuentran dos retratos, ambos anónimos y del siglo XVIII, uno representando a Benito Arias Montano y el otro a Francisco Pérez Bayer.

La estantería se extiende a lo largo de los muros, sólo interrumpida por los huecos de las ventanas, los espacios que ocupan una serie de retratos y las puertas de los testeros por donde se accede al salón. Está realizada en una gran variedad de maderas, ofreciendo un bello contraste de colores. En esta estantería los libros están colocados por temas y por tamaño. Toda la estantería consta de 54 estantes, que en la actualidad están numerados. Cada uno tiene seis plúteos. Las puertas y telas metálicas que podemos ver hoy se pusieron en el siglo XVIII, durante el reinado de Fernando VI (1746-1759), como medida de protección, sin que por ello la obra perdiera su composición primitiva.

Por los archivos del Monasterio conocemos, además, que las trazas del mobiliario son de Juan de Herrera, que, junto a su misión de arquitecto, era el que supervisaba también todas las labores de decoración del edificio, insistiendo en la aplicación del estilo clasicista de la arquitectura, para garantizar la unidad y majestuosidad del conjunto. El ensamblador italiano Giuseppe Freccia fue el encargado de realizar la estantería.

Nos encontramos en la próxima entrega. Y recuerden que recibimos sus consultas, sugerencias y opiniones en el correo electrónico: alejandroandresbressi@gmail.com.

(*) Bressi es vecino de Liniers, bibliotecario profesional, exresponsable de la biblioteca José Hernández, profesor de inglés, historiador e investigador de las grandes bibliotecas de la historia.