
“El Estado no se hace cargo de las personas con discapacidad”
Lo aseguró la Lic. Constanza Poveda, especialista en terapia ocupacional y vecina de Liniers, en relación a la desatención que demuestra el Estado nacional sobre este sector vulnerable de la sociedad. “Lejos de garantizarles las prestaciones mínimas, ni siquiera se muestra empático”, enfatizó.
El 16 de enero último, la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS), en su Resolución 187/2025, utilizó terminología obsoleta y ofensiva para referirse a personas que padecen distintos grados de discapacidad. Las trató de “idiotas”, “imbéciles” y “débiles mentales”. Tamañas expresiones no tardaron en generar el rechazo y el enojo de distintos sectores de la sociedad: desde médicos y asociaciones vinculadas al tema hasta el ciudadano común. El hecho no hace más que dejar a la luz una realidad dolorosa que obliga a detener la mirada en este colectivo minoritario y vulnerable, para intentar conocer sus padecimientos y su lucha ante un Estado que se empecina en darle la espalda.
En ese marco, nadie que se defina como persona “de bien” puede permanecer ajeno a esta realidad y evitar cuestionarse: ¿Qué contención reciben los individuos en situación de discapacidad? ¿Qué rol cumple el Estado? ¿Lo cumple efectivamente? ¿Se respeta la ley de cupos? ¿Qué tan inclusiva es nuestra sociedad?
Estas y otras inquietudes le fueron trasladadas a la licenciada en Terapia Ocupacional María Costanza Poveda, vecina de Liniers y egresada de la Universidad Nacional de Quilmes, con una trayectoria de más de veinte años en el área, coordinando un taller protegido de producción (Taller Mayma).
– ¿Qué sentiste ante la definición de la ANDIS?
– Fue doloroso para todos los que trabajamos en el área. Yo no lo considero un error involuntario. Desde mi perspectiva nada es totalmente ingenuo, y quiero creer que una persona que está ejerciendo un cargo público lee lo que publica. Por eso digo que no es un error. Suena casi como una afrenta.
– ¿Pero este destrato es un tema actual o ya viene de arrastre?
– La sociedad ha transitado distintos paradigmas. Primero fue la exclusión, donde se prescindía de la persona con discapacidad y muchas veces permanecía encerrada en un espacio dentro de su propia casa. Después pasamos a un modelo médico-rehabilitador, donde se hablaba de “minusválidos” y “oligofrénicos”, denominaciones que fueron mutando, ya están en desuso y son obsoletas. Hoy hablamos del paradigma del modelo social, donde sabemos que las palabras y las definiciones tienen peso, y hay muchas personas que toman como veraz este axioma, pero en realidad no los define. Actualmente
hablamos de “personas con discapacidad”, más aún, personas en “situación de discapacidad”. En la búsqueda de ese ideal por el que trabajamos muchas personas, llegará un momento en que la sociedad no hablará de inclusión, sino de convivencia. Una sociedad que le facilite al otro vivir autónomamente a pesar de su limitación, naturalizando, por ejemplo, la colocación de rampas y su acceso al transporte. Ahí no hablaríamos de discapacidad, sino de distintas situaciones dentro de esta diversidad que somos todos.
– Deberían reeducarnos. El objetivo es ver a la persona en situación de discapacidad como un igual, no como un sujeto de asistencia, como un “angelito”, como decían nuestras abuelas.
– Es que no son angelitos, son personas, personas que transitan su desarrollo como cualquier otra, que van a requerir, sí, distintas cuestiones a lo largo de su vida, y que también van a tener sus deseos como cualquier ser humano.
Otro tema apremiante que impacta de lleno en este grupo social es el de las pensiones no contributivas. Al ser consultada al respecto, la Lic. Poveda no puede disimular su indignación. “Si me permitís, voy a detenerme en este tema. La política hacia las personas con discapacidad es de desamparo, básicamente por tres ejes: primero, los programas de asistencia para favorecer la inclusión educativa o laboral están discontinuados; segundo, las prestaciones de salud, todo lo relacionado con las obras sociales y el apoyo terapéutico, está muy atrasado, con valores de 2023, los profesionales no pueden sostener los servicios. Y el último eje es el acceso a las pensiones no contributivas”, puntualiza, y luego aclara: “en este maremágnum de informaciones cruzadas, se genera un mito: que hay mucha gente que cobra la pensión y no la merecería. Debo decir, en mis más de veinte años trabajando en el área, que no conozco a nadie que la cobre sin necesitarla. Sí, por el contrario, conozco gente que la necesita y, debido a la burocracia, no llegan a obtenerla. Puede existir alguna irregularidad, pero no pongamos a todos en la misma bolsa. Y, para que quede claro, estamos hablando de un importe que representa el 70% de una jubilación mínima, pero esa pensión da pie a tener una mínima cobertura de salud, como PAMI o Incluir, por ejemplo”.
La vecina de las Mil Casitas le da un sorbo al café, fija la vista en el pocillo y luego expresa “genera una gran impotencia que muchas personas hablen de las pensiones sin conocer la dinámica del área. Porque las pensiones son un paliativo, te puedo asegurar que no le resuelven la vida de nadie”.
En ese sentido, los talleres de producción colaboran en sus ingresos. “Un taller protegido de producción -explica- es un espacio laboral donde concurren personas con discapacidad intelectual, y realizan tareas laborales por las que reciben una remuneración mínima. Esta es una de las dificultades que tiene el empleo protegido; se convierte en un estímulo económico que cubre algunas situaciones”. Poveda aclara que existe un convenio de colaboración con la Provincia que aporta lo que se llama el peculio, que es el estímulo económico hacia los trabajadores de los talleres, y una pequeña beca para la institución encargada de sostener el espacio.
No obstante, el Programa nacional está teniendo discontinuidad en este gobierno. “Lo que debía cobrarse en diciembre, recién lo cobraron en febrero. Hablamos de una cifra de 28 mil pesos, pero da un marco de asistencia que, sumado todo, resulta una ayuda significativa”, explica la licenciada y remarca que “pese a los esfuerzos de los profesionales para actualizar los haberes, el gobierno nacional no escucha. No existe el diálogo con esta administración”.
– Qué desdibujada queda la idea de la inclusión con estas políticas… ¿Verdad?
– No sólo eso, hay un montón de variables. No podemos generalizar. Me gusta hablar de un modelo social. Una persona en situación de discapacidad se manifiesta en su interacción con el medio, pero si ese medio no brinda apoyo, si no tiene una actitud positiva hacia el otro, si no acepta su limitación, esa persona no puede tener una participación social. No puede realizar tareas comunes, no puede sentirse incluida. El ejemplo más común es el de la rampa en la vereda. Viene alguien y estaciona el auto, y cuando se le aclara que está prohibido, responde “son cinco minutos”. Si en esos cinco minutos viene alguien con una limitación motriz, con un andador, ciego, no es un medio accesible, es más bien hostil. No hay inclusión. No es fluida la inclusión, y en algunos casos, es forzada.
– ¿Tendrá que ver con una cuestión de falta de empatía?
– Sin dudas, porque muchos ven a la discapacidad en la lejanía. León Gieco dice en un tema “el ser humano, si no le pasa, no siente”. Creemos que la discapacidad es eso que nace con uno, una deformación, una limitación, pero hay que tener en cuenta que el 80% de las personas con discapacidad no nacieron de esa forma, la adquirieron por accidentes de tránsito, cerebrovasculares, enfermedades cardíacas, los adultos mayores con la pérdida de cuestiones sensoriales y cognitivas (como el Alzheimer, por ejemplo). Por eso hablamos de “situación de discapacidad”, una situación que está a la vuelta de la esquina. Mientras no tengas una persona cercana con discapacidad, tu perspectiva es otra.
– Después de esta charla comprendo tus posteos en redes, están en alerta permanente.
– Está buena esa referencia que hacés. Todas las personas que están trabajando por algo hacen un recorrido con una evolución positiva. En muchos casos, el cambio es mínimo pero significativo. La alerta es para sostener esos pequeños logros que han costado tanto y que nos hacen bien a todos. Vivir en una sociedad inclusiva es bueno para todos. Lo que intentamos es hacer un cambio: ver a las personas en situación de discapacidad como sujetos de derecho y no como objetos de asistencia. Para eso debemos estar todos involucrados, pero el primero debe ser el Estado, para que se garantice el acceso a las prestaciones necesarias, un Estado eficiente y no ocioso, que se involucre y favorezca a las personas en situaciones de vulnerabilidad.
La charla llega a su fin y la Lic. Poveda elige cerrarla con una mirada esperanzadora “hay que apostar a ser más inclusivos -ansía- y esa es una decisión política individual, pero pensando en el bien común”. Yo me despido y mientras recorro las veredas con baldosas flojas de los pasajes, me viene a la mente una frase del patinador estadounidense Scott Hamilton, aquella que asegura que “la única discapacidad en la vida es la mala actitud”.
Alejandra Torrecilla