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Liniers Norte: vecinos con el agua -y la paciencia- al cuello

Por el aumento de las napas se les inundan sótanos y comercios. Lejos de ofrecerles una solución, Aguas Argentinas y el Gobierno porteño les dan la espalda.

Desde hace años, el tramo de Liniers comprendido entre las vías del Sarmiento, las avenidas General Paz y Juan B. Justo y el predio de los Talleres Ferroviarios, parece haberse transformado en el patio trasero del barrio y la Comuna, al que las autoridades relegan y ningunean una y otra vez.

A la falta de obras de infraestructura y a las falencias reiteradas en cuestiones de limpieza, control y desatención del espacio público, se suma un hecho que desde hace tiempo viene preocupando a una gran cantidad de vecinos y comerciantes linderos al santuario de San Cayetano y que, lejos de solucionarse, parece haberse potenciado.

Son casi medio centenar los vecinos de esa zona que, a diario, libran una lucha sin cuartel contra el agua de las napas que brota por debajo de sus viviendas e inunda sótanos, garajes y subsuelos.

“Hace muchos años las napas subían de manera natural y Obras Sanitarias las bajaba sacando el agua para consumo hogareño, pero en un momento, cuando la extracción del agua empezó a hacerse desde el Rio de la Plata, arrancaron los problemas”, comienza contando Ezequiel Ríos, actual titular de la funeraria Carbone, de Bynon y Bueras, uno de los comercios más antiguos de Liniers. “Al subir las napas sin que nadie las detenga -explica- los sótanos de la zona se empezaron a inundar, y somos varios los que tenemos que luchar contra el agua, sin que nadie se haga cargo”.

Desde entonces, vecinos y comerciantes de la zona vienen realizando diversos reclamos en Aguas Argentinas y en el Gobierno de la Ciudad, pero aún no obtuvieron una respuesta seria y, mucho menos, una solución. “En Aguas Argentinas (ex Obras Sanitarias) nos dicen que es la Ciudad la que tiene que solucionar el problema, pero en el Gobierno de la Ciudad nos dicen que es un tema de Aguas Argentinas. Y finalmente, al confrontar a los dos, nos dicen que la culpa es nuestra, cuando los sótanos están aprobados y con planos, como corresponde”, subraya Ezequiel.

Como si se tratara del cuidado de una pileta de natación, algunos, incluso, le echan cloro al agua estancada para que el sótano no se convierta en un foco infeccioso.

A la vuelta de la cochería, frente al santuario de San Cayetano, en Cuzco 125 funciona la farmacia Muro, otro de los locales con sótano que es víctima del crecimiento de las napas y la inacción de los funcionarios. “Hace diecisiete años que estamos, y cuando recién arrancamos el sótano era una pileta de natación”, cuenta Raúl, su propietario. “En aquel momento recurrí a Aguas Argentinas y al Gobierno de la Ciudad -recuerda- pero me trataban con evasivas y me decían que era un problema mío a raíz de las napas. Así que tuve que hacer un arreglo muy grande para impermeabilizar todo el sótano con loza sobre loza, que me costó mucho dinero”.

Aquella mejora le resultó efectiva, hasta que el agua volvió a entrometerse en su camino. “Hace diez años hubo una inundación muy grande y todos los negocios de Rivadavia quedaron repletos de agua. Pero como esta zona es más baja, el agua vino para acá, se me metió en el local y se me volvió a inundar el sótano. Tuve un metro veinte de agua y la loza reventó”, evoca Raúl.

Resignado, optó entonces por levantar un metro el piso del sótano y cubrirlo de tablones, además de instalar dos bombas de achique, que tiraban agua en forma permanente. “Muchos hicimos lo mismo para tratar de mitigar las pérdidas y evitar tener que tirar mercadería. La humedad no se iba, pero al menos podíamos sacar el agua”, explica Ezequiel, y luego agrega “pero eso sí, rezábamos para que no se cortara la luz y las bombas pudieran seguir funcionando…”. La foto que ilustra esta nota resulta tan cruda como elocuente: féretros, candelabros y ataúdes flotan en el sótano de su local, a merced del agua.

Sin embargo, cuando hace unos años la obra del soterramiento del Sarmiento llegó a Liniers, los comerciantes creyeron que el problema se había terminado. “Hicieron una excavación muy grande que pasa unos veinte metros por debajo de Cuzco y termina pasando Bynon, y pusieron unas bombas enormes para sacar el agua y poder trabajar en la obra. Al poco tiempo me di cuenta de que las bombas mías ya no funcionaban porque no había agua para sacar del sótano. Es decir que la obra del soterramiento nos había arreglado el problema de la inundación”, recuerda Raúl con una sonrisa. “De hecho -agrega- aproveché para arreglar el problema de humedad del sótano y quedó impecable, porque tengo inspecciones municipales que me exigen que no tenga humedad”.

Sin embargo, cuando el problema de la inundación ya parecía ser parte del pasado, a mediados de marzo último los vecinos volvieron a encontrar agua en sus sótanos. “Claro, como la obra del soterramiento está parada, la bomba subterránea ya no funciona y las napas volvieron a subir”, aclara Raúl y, a modo de súplica, agrega “si la obra ya no va a continuar, queremos que no nos dejen desamparados y que se siga usando esa bomba para evitar que crezcan las napas y nos volvamos a inundar”.

Vale recordar que, debajo de ese sector de Liniers Norte corre un canal aliviador del arroyo Maldonado, y cuando se producen lluvias intensas la cuenca sube y el nivel de las napas no tarda en alcanzar la superficie. Allí es entonces cuando deben comenzar a trabajar las bombas que instalaron los comerciantes, pero si de pronto se produce un corte de luz -como ocurre a menudo en la zona- las soluciones se agotan.

“Cuando empezaron las obras del soterramiento se encontraron con este problema, pero colocaron bombas de achique que mantenían seca la obra y nos evitaban el problema del agua en los subsuelos. Pero hace un tiempo las bombas dejaron de funcionar y nos volvimos a encontrar con piletas de natación donde tenemos depósitos de mercadería”, grafica Ezequiel. En ese sentido, tanto él como Raúl consideran que el tema quedaría resuelto en forma definitiva si volvieran a funcionar esas bombas. “Por un lado, nosotros no tendríamos agua en nuestros sótanos y, como si fuera poco, se acabaría el problema histórico de las vías que parten al barrio en dos”, sostienen. Claro que, por el momento, la continuidad de las obras del soterramiento no son más que un gran signo de interrogación.

Mientras tanto, Ezequiel optó por hacer canaletas en el piso del sótano de su local que desembocan en una cisterna. “De ahí salían unos caños que llevaban el agua a la calle, pero con el último arreglo de veredas me los aplastaron y los inutilizaron. Ahora saco el agua de la cisterna con una manguera”, relata con resignación.

Quien se interesó por el tema fue el juntista local Alberto Espiño, que se comprometió a contactar a los vecinos con la Defensoría del Pueblo de la Ciudad, para intentar presionar a los actores involucrados y lograr una solución al problema.

Por de pronto, los especialistas auguran un pronóstico poco alentador, basado en tres factores clave: la “tropicalización” del clima, que provoca un aumento de la cantidad de lluvias en la región; la impermeabilización del suelo de la ciudad, por exceso de pavimento y falta de espacios verdes; y la falta de extensión de redes cloacales que terminan infiltrando las napas subterráneas.

En cualquier caso, queda claro que faltan obras de infraestructura, y mientras no se quite agua para deprimir la napa, los vecinos seguirán padeciendo este problema.

Ricardo Daniel Nicolini