Cooperativa de Editores de Medios de Buenos Aires
Cooperativa Editores de Medios BA

Rincón de letras

Una vez más le damos lugar a esta sección, dedicada a dar rienda suelta a la creatividad literaria de nuestros lectores. En esta oportunidad publicamos un relato que plantea la coexistencia de universos paralelos, que irrumpen en forma inesperada en una escena cotidiana de nuestra geografía barrial. Elaborado por la doctora, periodista científica y vecina del barrio, Mabel Amén, “El último viaje” recrea la confusión y la incertidumbre de Juan, un taxista de Liniers, cuando le informan quién es la pasajera que unos minutos antes transportó en su vehículo.

De esta forma, aquellos lectores que deseen remitir sus escritos literarios a esta redacción –en formato de cuento, relato o poesía- para ser publicados en este espacio, podrán hacerlo vía mail a [email protected] o de manera postal a Rivadavia 10718 7º Piso Dpto. 34 (1408) Ciudad de Bs. As. El único requisito es que la historia transcurra en algún punto de nuestra entrañable geografía barrial.

El último viaje

No le creí cuando me lo contó. Tampoco espero que le crean ustedes. Pero mi vecino Juan, el taxista, es una persona muy respetada en el barrio de Liniers, y no creo que le guste que pensemos que está loco.

Quizá alguna vez podamos entender cómo Marina tomó el taxi de mi vecino, cuando ya nadie la esperaba.

Eran las 8 de la noche, Juan volvía con su taxi a su casa por la calle Ramón Falcón, cuando una chica joven con un vestido rosa recién sacado de la tintorería, lo paró.

– ¿A dónde la llevo señorita? -le dijo Juan.

– Rápido -le contestó Marina-. Lléveme hasta Lacarra y Rivadavia.

– Parece que lleva prisa -replicó Juan con una sonrisa.

– Sí. Y mucha. Hoy festejo mis 15 años en un salón cerca del cine Gran Rivadavia y tengo que estar lista a las 9. Los invitados me esperan.

– Así que, como hoy hay fiesta, iremos a toda velocidad -afirmó Juan, con entusiasmo.

Luego de unos minutos, apenas cruzó el semáforo verde y encontró un lugar para estacionar, dijo: “Hemos llegado”.

Marina le pidió que esperara en la puerta, y le aclaró que le avisaría a la madre para que bajara a pagarle. Su madre era portera de uno de los colegios de enseñanza primaria que están frente a la Plaza de Larrazábal, y le había organizado la fiesta con mucho sacrificio y amor.

Marina, abrió la puerta del taxi y se adentró en la casa. Juan esperó unos minutos, diez, quince, veinte, hasta que decidió bajarse y tocar el timbre; seguramente con los nervios de la fiesta se habrían olvidado de él.

Grande fue su sorpresa, cuando le abrió la puerta una señora con cara muy triste y vestida de negro; no precisamente como para ir a una fiesta.

– Buenas noches -la saludó el taxista- ¿Aquí vive Marina?

– Yo soy su madre -remarcó la mujer- pero ella ya no vive aquí.

– ¿Cómo? -respondió Juan, extrañado-. Recién la dejé en la puerta con el taxi y me dijo que festejaba su cumpleaños.

– Pero ¿qué dice? Si usted ni la conocía ¿Cómo era ella? -Le preguntó asombrada la mujer.

– Era rubia, de pelo largo, ojos azules turquesas y tenía en los brazos un vestido de encaje rosa envuelto por la tintorería.

La mujer se puso pálida, le temblaban las piernas y con la voz entrecortada, le contó a mi vecino que hace un año, cuando Marina iba a festejar sus 15, un automóvil la atropelló y murió al instante, sin poder llegar nunca a su hogar.

Juan, se quedó sin aliento. No podía creer lo que esa mujer le decía sobre la chica que había hablado con él todo el viaje hacía apenas unos minutos. También a nosotros nos cuesta creer que eso haya pasado; con la única diferencia que él la vio y se comunicó con su alma, de manera tan real, como si se hubiera materializado.

Mabel Amén