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Cuentos con aroma a barrio

El Programa Cultural en Barrios editó un libro digital que reúne textos de escritores aficionados en los que homenajean a cada rincón porteño.

El pasado 11 de diciembre, en el marco de una de las tantas celebraciones por el 40° aniversario del Programa Cultural en Barrios (PCB), se homenajeó en el Salón Dorado de la Casa de la Cultura (exedificio La Prensa, de avenida de Mayo 575) a un grupo de escritores soñadores pertenecientes en su mayoría a los talleres literarios que se dictan en

los distintos centros culturales porteños. Sus relatos, que confluyen en un libro virtual, recopilan lugares, personajes, anécdotas, encuentros y desencuentros, que vivencian a diario los vecinos de las distintas comunas de la Ciudad.

Entre más de quinientos relatos fueron seleccionados treinta y cuatro, que ilustran con desenfado e imaginación las calles de Barracas, Mataderos, Villa Luro, Flores, Liniers y el resto de los barrios porteños. Dos vecinas de Liniers -Hilda Scardilli y Alejandra Torrecillas- alumnas regulares del Centro Cultural Elías Castelnuovo, fueron premiadas con esta selección y sus relatos -que apenas van firmados con seudónimo- podrán ser leídos por todos los vecinos de la Ciudad; un mimo para la familia que integra el Elías, donde el orgullo es compartido con docentes, autoridades y alumnado en general.

El acto contó con la presencia de la ministra de Cultura, Gabriela Ricardes quien dirigió unas palabras a los autores. “Para nuestra gestión -sostuvo- este Programa es fundamental, porque es portador de lo que nosotros creemos y de lo que significa trabajar y tener un acceso a una cultura social cerca de casa, a una distancia en la que puedas no solamente no perder demasiado tiempo y energía para llegar, sino donde puedas encontrarte con tu comunidad, con la gente que vive cerca y que permite que compartas otras cosas antes y después de clase”. Luego cerró agradeciendo a “todos los que llevan el día a día, cada uno de los docentes, los profesores, los talleristas, los alumnos, son ustedes los que mantienen vivo el Programa”.

Palabras sentidas y elocuentes. Es verdad que el ciudadano común, el docente, las autoridades, les dan vida y sostienen con su esfuerzo y trabajo el espíritu democrático, integrador y pluralista del Programa Cultural. Tal vez por eso no se entienden los recortes en horas cátedras realizados en marzo pasado, que resultaron en una notable disminución de clases en los talleres, y afectó el bolsillo de los docentes. Más aun cuando, la burocracia administrativa complica el remplazo de un docente, que en la anterior administración se realizaba automáticamente, y ni hablar de la falta de material o elementos didácticos para llevar a delante cada especialidad (proyectores, telas, vestuario, micrófonos) un verdadero contrasentido cuando se vocifera más cultura, pero se desfinancia el Programa. Algo así como borrar con el codo lo que se escribe con la mano.

Pero la frutilla del postre llegó con el valioso testimonio del invitado especial, el escritor Mario Pacho O’Donnell, uno de los creadores del PCB, cuando hace cuarenta años acompañó el incipiente regreso de la democracia.

“Estoy muy emocionado -expresó el exsecretario de Cultura- y me gustaría compartir con ustedes el origen de este Programa. Yo tuve el inmenso honor de ser el primer ministro de Cultura de la democracia, entonces era secretario, y fui designado a fines del 83 por el doctor Alfonsín y por el intendente Saguier. Lo que nos planteamos era dejar muy en claro cuál era la diferencia entre una cultura autoritaria y una cultura democrática. Una cultura autoritaria que se había ensañado muy especialmente con la cultura, al punto que, personalmente, me vi obligado a exiliarme”.

O’Donnell recordó con pesar aquellos años, que le sirvieron para proyectar un futuro bien alejado de aquel oscurantismo del pasado. Un pasado que, sin embargo, tiene varios puntos de similitud con el presente: educación como privilegio, artistas ninguneados en las redes sociales, listas negras…

“Buscamos establecer la idea de que la cultura no es un privilegio -evocó Pacho- si no un derecho de todos, y eso había que plantearlo de entrada y enérgicamente. Además, se buscaba que la gente saliera de las catacumbas en la que había sido arrinconada por el terror. Recordemos que no podían andar más de tres personas juntas por la calle. Había que recuperar las calles, las plazas, perderle el miedo al otro”. Luego recordó que “conversando con Saguier nos dimos cuenta de que no existían los centros culturales en los barrios, y así surgió la idea de utilizar las escuelas públicas, que quedaban vacías después de clases. Así nació este Programa que hoy cumple 40 años. Una de las cosas más emocionante que sucedían era el reencuentro entre la gente y los artistas que habían debido exiliarse o que figuraban en listas negras”. O’Donnell remarcó el entusiasmo con el que se desarrolló el Programa. “La idea no era sólo que la gente gozara de los mismos espectáculos que los barrios más acomodados, sino también vivenciar que la cultura no sólo sirve para entretener, sino que también entra en el sistema productivo: aprender oficios, con los que el vecino se puede defender en la vida”.

Para cerrar, Pacho hizo hincapié en la vigencia del PCB. “Un Programa que en Argentina tiene 40 años quiere decir que tiene una esencia profunda, sana y vital, los felicito”.

En la presentación del libro -es justo hablar en singular, ya que apenas se vieron dos ejemplares impresos que fueron para la ministra y para O’Donnell- se indicó que los autores tendrán contacto con su obra junto al público en general, a través de un enlace que el gobierno de la Ciudad les hará llegar por mail próximamente, aunque no precisaron una fecha exacta.

El encuentro estuvo amenizado con la participación del Coro Porteño y la exhibición de postales de los distintos barrios realizadas por talleristas de dibujo, al igual que placas alusivas fileteadas con el nombre de cada comuna.

Participar del Programa Cultural en Barrios no es un privilegio, es un derecho de los vecinos, una vocación para los docentes y un legado para las futuras generaciones. Existe algo que perdura en el tiempo, que se logra con la unión, la empatía, la solidaridad y el esfuerzo de todos. Cuarenta años del PCB no son tres letras inertes, no es una sigla vacía, son 36 centros culturales y más de 1.200 talleres gratuitos en donde la estrella guía es la cultura democrática. Un norte que ojalá jamás se pierda de vista.

Alejandra Díaz