Fue un monstruo grande y pisó fuerte
El recuerdo del supermercado Gigante, un símbolo del polirrubro entre Versailles y Liniers.
Por Daniel Aresse Tomadoni (*)
Corrían los últimos meses de 1964 y el centro comercial de Liniers iba renovando sus locales. La casa de artículos para el hogar Pisecki, se convertía en la flamante sucursal de Frávega, en lo alto de la Galería Liniers; el Centro de Confort Siam, se transformaba en una de las confiterías más emblemáticas del barrio: The Garden. Mientras, en su pequeño local de Montiel casi Ibarrola, Gordon, con su barcito al paso, se lucía en la elaboración de los sándwiches de miga y, en pocos meses, donde había funcionado el colosal Cine Teatro Edison, se levantaría la espectacular Galería Crédito Liniers, dando cabida a cientos de locales de jerarquía en sus tres niveles.
Todo parecía marchar sobre rieles, hasta que un día la noticia corrió como reguero de pólvora por todo el barrio. Entonces la sorpresa se apoderó del público y un clima de estupor invadió a los comerciantes -algunos ya con varias generaciones al frente del mostrador- que no tardaron en imaginar una quiebra segura de sus locales. Es que ahora deberían enfrentarse con otro tipo de comercio, un monstruo que pronto los pondría “a todos en la lona”, según comentaban.
El rubro de supermercados hasta ese entonces no había existido en el barrio. En algunas localidades cercanas, no obstante, había locales de este tipo que sólo se dedicaban a comestibles y limpieza, pero totales, nunca. Para el vecino, encontrar bajo un mismo techo ropa, herramientas, artículos para el hogar, comestibles, muebles o bazar, parecía algo fuera de serie, y si además había buenos precios, el negocio era redondo. Su nombre lo decía todo “Gigante”, y el logotipo, con pesadas letras aseguraba su marca registrada y sus prestaciones.
Y allí estaba, justo en el límite con Versailles, en la esquina de Álvarez Jonte y Juan B. Justo, y aunque los de ese barrio, se lo aseguraban para sí, era patrimonio de Liniers.
Un colectivo Bedford, tuneado con los colores y logos de la empresa, en un comienzo trasladaba sin cargo al público desde Bynnon y Cuzco. Con los años, los recorridos se extendieron a todo Liniers. Debo confesar que el primer día que concurrí quedé sorprendido por la enorme extensión del supermercado y la variedad de productos: un hormiguero de gente recorría ansiosa sus diversos pasillos, y las góndolas interminables con amplio surtido -vigiladas desde garitas ubicadas estratégicamente dentro del local- concitaban la atención de los visitantes. Luego aquella estrategia de control se cambió por vigilancia mezclada entre los clientes.
Allí todo era como su leit motiv que rezaba: “Gigante”, el primer supermercado total. Fue el pionero en este tipo de supermercados y más allá de toda la publicidad radial, televisiva y gráfica, llegó a editar hasta sus propios discos. A la salida, esperando el colectivo de regreso, una larga lista de vendedores ambulantes se instalaba en la puerta. Se podía observar el que vendía “turrón japonés”, el de los pollitos BB de color rosado y hasta algún pochoclero…
Sin embargo, el boom de Gigante y de los demás supermercados totales no llegó a sobrevivir más de una década y las sucursales de todos ellos, fueron cerrando paulatinamente. Gigante intentó resurgir en 1979, pero al poco tiempo cerró definitivamente. ¿Y qué fue de la vida de los comerciantes de Liniers que vieron temerosos sus destinos comerciales en ese entonces? Simplemente todo siguió igual, nadie se fundió y continuaron sus trayectorias conviviendo con el supermercado y las galerías y, en algunos casos, hasta abrieron sucursales. Claro que fueron otros tiempos, más prósperos sin dudas.
Hasta la próxima y muchas gracias por permitirme compartir estos recuerdos con ustedes.
(*) Aresse Tomadoni es director general de “Relatos del viajero” y “Épocas del mundo” que se ofrecen a través de Youtube