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Con el corazón en la boca y la alegría en Liniers

Por la semifinal de la Copa Argentina, Vélez venció a Boca 4 a 3 en un duelo infartante. Francisco Pizzini volvió al gol, Jorge Figal, en contra, amplió la ventaja, y cuando parecía que Boca se quedaba con el pase a la final tras la remontada, Agustín Bouzat festejó por duplicado. La gente del Fortín estalla de ilusión “porque los jugadores le van a demostrar, que salen a ganar y quieren salir campeón”. En esta nota, todos los detalles.

En una lluviosa noche de semifinales, Vélez viajó a Córdoba para enfrentarse a Boca con todo un país futbolero expectante. En medio de tantas idas y vueltas, de rumores y especulaciones, a Boca sólo le faltó armarle el equipo titular a Gustavo Quinteros para cambiar su suerte. Porque este Vélez no sólo venía embalado, también traía hambre de gloria. La clasificación a la final no era un mero objetivo deportivo, era la dosis de energía que este equipo necesitaba para reafirmarse.

Y en apenas siete minutos Francisco Pizzini hizo soñar a los hinchas con una definición exquisita, una cachetada que abrió el marcador y puso a Vélez por delante. Poco después, a los 20’, Jorge Figal en contra amplió la ventaja, dándole aire al equipo de Liniers justo cuando parecía que Boca se acomodaba.

Con el 2 a 0, el partido podía cerrarse temprano o convertirse en una montaña rusa. Boca se quedó con lo segundo. Los dirigidos por Fernando Gago reaccionaron, y Edison Cavani descontó al borde del descanso, metiendo presión a un Vélez que empezaba a sufrir. Como si fuese poco, en la jugada siguiente, Luis Advíncula le cortó con infracción una contra clave a Matías Pellegrini y vio solo la amarilla. Pero la justicia llegó rápido. Al inicio del complemento, una dura falta del peruano lo mandó al vestuario tras la roja que Pablo Echavarría no dudó en mostrarle.

Con uno menos, Boca no dejó de pelear y Vélez se quedó cada vez más. El Xeneize cambió la estrategia, dejó de jugar desde el fondo y apostó al pelotazo. Y así, Exequiel Zeballos encontró el empate a los 70’, aprovechando un Vélez que daba señales de agotamiento. Y el golpe de gracia llegó a los 80’, cuando Tomás Belmonte puso en ventaja al equipo de la ribera, por 3 a 2.

Parecía el final, porque Fernando Gago quiso terminar el partido con una línea de 5 en defensa. Pero Vélez nunca bajó los brazos. La historia no iba a terminar así. A los 85’, Agustín Bouzat se filtró entre esa línea de defensores y definió suave al lado de Leandro Brey, con la precisión de quien sabe que cada gol es vida. Era el 3 a 3, y el Fortín volvía a respirar.

La lluvia se intensificó, como la noche en la que Vélez fue bautizado bajo el agua frente a Gimnasia en el Amalfitani. El Fortín necesitaba un elemento que volviera a avivar la mística, y así fue. A Vélez lo dieron por muerto en diez minutos, parece que nadie se acordaba que este Vélez ya conocía el infierno. Y a un año de la lucha por la permanencia, el Fortin renació de entre las cenizas, cuando todo parecía perdido.

A los 89’, el Chiqui Bouzat lo hizo otra vez. Joaquín García lanzó un centro preciso, Bouzat apareció en el área, y con un toque letal, mandó la pelota a la red. El 4 a 3 final desató la locura. Festejaron en Córdoba, festejaron en Liniers, y en cada rincón donde late un corazón fortinero. Porque si no se sufre, no vale. Vélez, contra todo y contra todos, está en la final de la Copa Argentina.

Ahora, el equipo de Gustavo Quinteros enfrentará a Central Córdoba, en busca de un nuevo título y de seguir escribiendo capítulos gloriosos en su historia. Antes, habrá que pensar en la Liga Profesional. Este domingo, el Fortín recibirá a Sarmiento desde las 19:15 en un duelo crucial por la lucha del campeonato. Vélez va por todo. Porque puede, porque quiere, y porque, como siempre, tiene con qué.

Micaela Ailup