El hospital Salaberry, un sinónimo de salud en el corazón de Mataderos
El 3 de septiembre se cumplieron 109 años de su creación, y aunque pasaron 43 de su demolición -perpetrada por el intendente de facto Osvaldo Cacciatore, en 1981- aún son varios los vecinos que lo recuerdan con especial cariño.
Promediaba el año 1858 cuando los tamberos Salaberry construyeron un mirador en la actual avenida General Paz 12700 -esquina avenida de los Corrales- con el fin de avistar la llegada de malones indígenas. Sin embargo, la torre jamás se utilizó con ese fin. Pero unos años más tarde, al inaugurarse el Mercado de Hacienda, el sitio se convirtió en asiento de las tropillas que llegaban desde el sudoeste. Un siglo y medio más tarde, el viejo mirador aún se destaca en lo alto de una casa particular y conserva casi intacta su impronta original. Cruzando la General Paz se encontraba otro atalaya, y a su alrededor se conformó la localidad de Lomas del Mirador.
Algunos años más tarde, en 1915, el apellido Salaberry volvió a calar hondo en la historia de Mataderos. En aquel año nació el hospital Juan Salaberry, a partir de una iniciativa de amigos y familiares del pujante vasco tambero que había fallecido unos años antes. Desde entonces, aquel espacio de salud fue la ciudadela del barrio, hasta que en 1981, el entonces intendente porteño del gobierno de facto, Osvaldo Cacciatore, decidió demolerlo porque, según sus propios argumentos, la gente que se atendía era “en su gran mayoría del partido de La Matanza”.
En la actualidad, en ese emblemático predio de Juan B. Alberdi y Pilar, se encuentra funcionando el Centro de Salud N° 4 y una escuela materno infantil, producto de innumerables gestiones realizadas desde la Multisectorial de vecinos de Liniers y Mataderos.
A más de un siglo de la creación del hospital Salaberry, vale la pena adentrarse en la historia de la familia y conocer el legado que durante años fue el símbolo de la salud en todo el barrio de Mataderos.
Juan Francisco Salaberry había nacido en 1868 y fue el encargado de suceder a su padre Juan en la dirección de la importante firma consignataria “Salaberry Bercetche & Cía”. Don Juan había llegado a la Argentina en 1848 desde los Pirineos, sin más ayuda que su aptitud natural para el trabajo. Poco tiempo le bastó para adquirir los conocimientos de la cría de ganado, y su laboriosidad, unida a su carácter afable, pronto lo hicieron un miembro respetado en la comunidad vasca de la Provincia de Buenos Aires. Una vez a cargo de la firma, Juan Francisco solía ser solicitado con frecuencia para tomar parte de la vida pública, pero siempre se rehusaba, si bien integró durante doce años el directorio del Banco Español del Río de la Plata.
Murió muy joven, en 1908, cuando apenas tenía 40 años. En su memoria, su hijo, el Dr. Domingo Salaberry (prestigioso abogado) organizó una colecta pública para construir un hospital que llevaría el nombre de su padre, en la que colaboró una gran cantidad de consignatarios y personas vinculadas a la actividad. Entre todos lograron reunir casi 130 mil pesos de la época, con los que se solicitó a la Municipalidad que permitiera la construcción del nosocomio en la manzana comprendida por las calles Cafayate, Juan B. Alberdi, Pilar y Bragado, pedido que fue aprobado rápidamente.
Un año antes había cerrado la “Estación sanitaria Liniers”, que funcionaba en la recova mataderense y que ya resultaba insuficiente para la atención de la enorme cantidad de población que más allá de trabajar en la industria de la carne, se afincaba en la zona. La puesta en marcha del hospital Salaberry fue un celebrado adelanto en materia de salud pública en todo el sudoeste porteño.
Así, el recordado Hospital General de Agudos Juan F. Salaberry, abrió oficialmente sus puertas el 3 de septiembre de 1915, en honor de quien fuera el pionero en la consignación de hacienda, capaz de conquistar la simpatía y el agradecimiento de sus vecinos por su permanente conducta de ayuda al prójimo.
Se nombró director al Dr. Luis Pippo, y entre los primeros profesionales del hospital se encontraban los médicos Ramón Badía, Julio Moscoso, Saúl Nasso y Santiago Raño.
Muchas son las historias que encierra el Salaberry, desde las de cientos de vecinos que nacieron allí hasta las de otros tantos a los que sus médicos les salvaron la vida. Algunos aún recuerdan el momento en el que ingresó por la Guardia un agonizante Padre Carlos Mugica, tras ser baleado por miembros de la Triple A, para fallecer poco después en el hospital, el 11 de mayo de 1974.
Durante sesenta y seis años de labor ininterrumpida, el hospital Salaberry fue sinónimo de salud en Mataderos, y aún hoy -con el Santojanni abarrotado de pacientes- son varios los vecinos que lo recuerdan con especial cariño. Increíblemente, el archivo con las historias clínicas de sus miles de pacientes -incluidos los registros de nacimientos de quienes llegaron al mundo en aquel hospital- se perdió por completo.
Josefina Biancofiore