La ciudad del ruido
La contaminación auditiva no se detiene en Buenos Aires y también afecta a los barrios periféricos. El peaje de Parque Avellaneda y las inmediaciones de la Estación Liniers, son las zonas más complicadas en la Comuna 9.
Por la Lic. Graciela Godoy de Sadorín (*)
Buenos Aires se ha transformado en una caja de resonancia que aturde a sus habitantes. La contaminación acústica ha llegado a niveles que resultan insoportables, provocando serias lesiones auditivas y psicológicas.
Hace algunos años la contaminación sonora de la ciudad se manifestaba esencialmente en las zonas del microcentro y algunas avenidas. Pero a medida que fue creciendo el parque automotor, el ruido también invadió los barrios periféricos a los que hasta entonces se podía denominar como tranquilos y silenciosos. Las estadísticas son preocupantes: en los últimos treinta años el nivel de ruido ha crecido un 70%. Es evidente que cada vez hay más contaminación sonora y el tránsito es el causante del 80% de la misma, según un estudio confeccionado para el Plan Urbano Ambiental.
Ya no hay descanso
Hace unos años, a la hora de la siesta, la ciudad se calmaba, al igual que durante la noche. Pero actualmente los horarios de trabajo se han extendido provocando que el ruido se convierta en una constante a toda hora. Camiones, colectivos y motos generan más intensidad de ruidos, pero al existir mayor proporción de autos, estos son los que más lo provocan. Las lomas de burro que originan embotellamientos con frenadas y bruscos arranques; los accesos a la avenida General Paz y rampas y autopistas; las calles angostas por donde circulan colectivos, todo contribuye a hacer de la ciudad una caja de resonancia que amplifica los ruidos. Otra agresión para los oídos de los vecinos, que ha derivado en infinitas quejas por escándalos, son las bailantas de Once, Constitución, Palermo y Liniers.
Por otra parte, se hace indispensable educar a los ciudadanos, fomentando una cultura que evite los ruidos innecesarios, como los constantes bocinazos por impaciencia. En materia de medioambiente, los proyectos intentan reordenar el tránsito pesado y de colectivos e incentivar el uso de transporte público (apostando a extender la red subterránea). Se procura por ley de tránsito que los motores sean menos ruidosos. Se trata de recuperar espacios verdes, ya que los árboles son excelentes amortiguadores de ruidos. Mientras tanto, los sufridos vecinos de Buenos Aires continúan conviviendo con el ruido ensordecedor, añorando un poco de silencio para sus castigados oídos.
Algo más sobre contaminación acústica
El Dr. Manuel Recuero López, ingeniero madrileño en telecomunicaciones, decía: “el ruido es una forma de agresión distinta. Por la contaminación atmosférica y el aire nos pican los ojos, por el impacto sobre el agua aparece espuma o percibimos olores fétidos, en cambio la contaminación acústica es más sutil”. En Europa se han hecho estudios de los que surgen que la problemática del ruido ocupa el segundo lugar dentro de las agendas de preocupaciones de contaminación. Hay dos tipos de impacto: los fisiológicos y los psicológicos. La sordera es el más identificado dentro de los primeros y está directamente ligada al problema laboral. Hay otras contaminaciones acústicas que son igualmente preocupantes como, por ejemplo: los efectos nocivos del ruido sobre el sueño, sobre el cerebro, el aparato digestivo, la visión, etc. En cuanto al efecto psicológico no se puede medir ni cuantificar de igual modo que cuando se hace un electrocardiograma, pero es fundamental, entre ellos: procesos de aprendizaje, falta de concentración y muchos otros.
El transporte se ha convertido en el agente contaminante por excelencia. Se considera que actualmente, pese a los estudios realizados, a los esfuerzos económicos y a las mejores intenciones, la situación no ha variado. Se mejora el parque automotor, se ponen exigencias para disminuir los ruidos de los aviones en los aeropuertos, pero a la vez aumenta el número de vehículos y vuelos, de tal modo que los intentos de superación solamente sirven para compensar el mayor número de fuentes de ruido.
Del otorrino al psiquiatra
El oído humano permitía a nuestros ancestros escuchar la proximidad del enemigo o el sonido de una presa cuya captura les aseguraba el alimento. Miles de años después, el hombre del siglo XXI apenas se parece a aquel primitivo. Sin embargo, su oído se mantiene igual de sensible y no se ha adaptado a un entorno saturado de estímulos sonoros. Actualmente, la obsesión del uso de aparatos tecnológicos como celulares, tablets y computadoras, desde temprana edad en los jóvenes genera también problemas auditivos. Estudios realizados en Europa han constatado la pérdida de audición que provoca la escucha de parlantes y equipos de audio a alto volumen o el uso habitual de auriculares, que suelen producir problemas irreversibles. Los trastornos producidos por exceso de ruido comienzan en los oídos y terminan en el cerebro.
Para concluir, es importante recalcar que la contaminación acústica, al igual que la contaminación del aire, implican serios problemas que producen trastornos graves de salud y por eso deben ser atendidos con el rigor que se merecen.
(*) La Lic. Godoy de Sadorin es profesional del CONICET, Química (UBA) y Máster Comunicación, Científica, Médica y Ambiental (Univ. UPFARMA Barcelona).