La lucha contra “la casta” del cruzado Milei logró que en apenas cuatro meses las condiciones de vida de muchísimos argentinos retrocediera de una manera más que alarmante, lo que se traduce entre otras cuestiones en hacinamiento y falta de acceso a cloacas.
La devaluación brutal que ordenó Milei apenas llegó a la Rosada y ejecutó con celeridad su ministro de Economía Luis “Toto” Caputo (en tiempos de Macri el “Messi de las finanzas”), tuvieron las consecuencias esperadas ante cualquier devaluación de este tipo: Un fatídico costo social que recayó sobre los trabajadores, los desocupados y el funcionamiento de pequeñas PyMES y comercios.
Rápidamente el hambre y la pobreza aumentaron vertiginosamente. Los pobres pasaban a serlo más o directamente a caer en la indigencia, la clase media pasaba a formar parte del bando de los pobres o a quedar en el borde de ese abismo (aunque algunos no lo vean o no quieran verlo), mientras un reducido grupo se apropiaba de la que hasta poco tiempo atrás había sido buena parte de su porción de la torta.
Así, la desigualdad social se multiplicó exponencialmente ante el espanto otrora imposible de economistas ortodoxos y hasta del propio Fondo Monetario Internacional. Este no es un error, ni falta de visión de la realidad… nada de eso. La exclusión social es parte fundamental del programa de miseria planificada de La Libertad Avanza en busca de un nuevo orden social en el que un 20% o 25% de los argentinos tienen un poder inmenso para gobernar y decidir sobre la vida y la muerte del otro 75% restante. La pauperización de la forma de vida de las mayorías no es una consecuencia involuntaria, es un objetivo en busca de retornarnos a la era de la manteca al techo en los salones de París y la vaca en el barco, mientras los peones trabajan y viven en condiciones lamentables. Una Patagonia trágica pero del siglo XXI.
En tan solo un mes, Milei derrumbó el poder adquisitivo de los salarios en un 18%. Y en cuatro, llego a superar el 25%, más que la marca que había logrado Macri en cuatro años. Ya a principios de este 2024, 9 de cada 10 argentinos con ingresos (trabajadores, jubilados y receptores de planes sociales) no llegaban a cubrir la canasta básica total. Y la pobreza (medida por ingresos) paso de 11,4 millones de argentinos a 12,3 millones (900.000 personas), mientras que más de un millón se sumaron a la indigencia, algo lamentable en un país que se jacta de producir alimento para 400 millones de personas.
Pero hay que correr el velo que protege la mentira de medir la pobreza solo por ingresos. La crisis que buscó y propicia aún Milei excede esta medición. Porque el verdadero rostro de la pobreza está además del alimento (nadie quita su etiqueta de primordial) en como viven las personas que lamentablemente se hallan en ese grupo.
El hacinamiento, el acceso a servicios esenciales como el agua potable o las cloacas, el hábitat, servicios hoy básicos como el gas o la luz, la atención de la salud, la educación… en fin, las cosas que damos por sentado que “están” y son parte de nuestro mundo hasta hace unos meses atrás.
Pero la llegada de LLA modificó todo esto de cuajo. De acuerdo al último informe acerca de las “Condiciones de Vida” (que es publicado por el Indec en base a la Encuesta Permanente de Hogares), al cierre del segundo semestre del 2023 se incrementó la cantidad de argentinos que tienen problemas de hacinamiento (la desregulación del mercado inmobiliario y la derogación de la ley de alquileres fueron la principal causa de ello), dificultades para acceder a la red de agua y cloacas, e incluso mostró un aumento de la población que vive cerca de basurales. Todo en pos de lograr una rentabilidad extraordinaria para los amigos y beneficiarios del régimen.
A eso le llaman “reformas estructurales” cuando deberían conocerse como “mandamientos para la desigualdad social”.
Pauperizados.
Al mes de la llegada de Milei y su escudero Caputo (que de querer mandarlo preso, propuso que lo declarásemos “héroe”), los ingresos del 80% de las familias no pasaban de $578.000 pesos. En ese mismo momento, el valor de la Canasta Básica Total (para una familia de cuatro integrantes) era de $495.000. Si lo observamos en términos individuales, tan solo un 10% de los argentinos (los de mayores ingresos… la verdadera “casta” para la que gobierna Milei) pudo mejorar sus condiciones de vida.
Pero como dijimos renglones más arriba, la pobreza se ve más allá de los ingresos. También debe reflejarse su calidad de vida en lo que a bienes y servicios esenciales respecta.
Y esa mirada nos muestra este rostro:
Al cierre del segundo semestre de 2023, tan solo un mes desde la llegada de LLA, el hacinamiento de 2 a 3 personas por habitación pasó de 5,6 millones a 5,8 millones… 200.000 individuos más. Y el hacinamiento crítico (más de 3 personas por cuarto) pasó de 1.209.000 en el final de la era Fernández, a 1.218.000, en esos 30 días de actuación de Milei y Caputo.
Algo fundamental para una vida digna, como son las condiciones de saneamiento, o sea la posesión en la vivienda de un baño, su ubicación (si está adentro o afuera), la exclusividad (o no) de su uso, el tipo de desagüe que posee y su instalación. Según describe el INDEC, “se definen como hogares con saneamiento inadecuado aquellos que tienen al menos una de estas características, como ser que no poseen baño, poseen el baño fuera del terreno, comparten el baño con otros hogares, el desagüe no está conectado a la red pública (cloaca) ni tampoco a cámara séptica, o carece de descarga de agua”.
En el caso argentino, en los últimos 12 meses, la cantidad de hogares con saneamiento inadecuado aumentó en 23.000 hogares, ubicándose en 1.264.000 las personas con carencias. Y para dar una idea más clara, 238.000 personas no tenían descarga en sus baños.
Otro dato muy relevante es la cantidad de viviendas cercanas a basurales. Según el mismo informe en enero de 2024, un 4,8% de los hogares tenía su vivienda en cercanía de un basural. En síntesis, “esto significa que el 6,8% de las personas habita en dichas viviendas, mientras que respecto a las viviendas localizadas en zonas inundables, el 5,6% de los hogares -compuestos por el 8,1% de las personas- habita en dichas zonas”. En concreto, los habitantes que moran cerca de un basural aumentaron en más de 250.000 personas (unos 80.000 hogares).
Como la oca… retroceda 10 casilleros.
Todo este retroceso social que hemos bosquejado, tampoco fue absoluta responsabilidad de Milei. El inmovilismo de la administración que lo precedió (la de Alberto Fernández) generó un mapa social estancado en la miseria generada por Mauricio Macri. Si bien el presidente Fernández no ahondó la caída en las condiciones de vida de los argentinos, tampoco generó mejoras palpables por la opinión pública, haciendo de sus cuatro años de gobierno una etapa de temporalidad estructural perdida.
Pero el problema con Milei es que ve al Estado como su principal enemigo y la historia demostró hace rato que sin un Estado presente, la pauperización social no solo quedará estancada, sino que será mayor aún.
Pero también hay que saber ver que para LLA, como ya expresamos antes, este modelo de miseria planificada busca profundizar la crisis social heredada por Milei. Por lo que las reformas estructurales de las que se jacta el presidente y sus acólitos, fijan su mirada en los balances de las grandes corporaciones en vez de hacerlo hacia los barrios de las urbes y los pueblos del interior, motivo para el que fue elegido por ese pueblo que lo llevó a la Rosada aun cuando él los desprecia. Su idea de redistribución funciona a la inversa de lo habitual: la realiza de abajo hacia arriba… es infantil esperar otra cosa.
Más ajuste, mayor licuación de los ingresos, más beneficios al círculo rojo… la causa obvia del aumento indecente de la desigualdad social.
Por esto mismo, la desigualdad social, el hambre y la pobreza que aquejan a nuestra sociedad, se aceleraron de manera brutal después de la devaluación ordenada por el presidente y ejecutada con maestría por su ministro de Economía, Luis Caputo, todo mientras el FMI festejaba la medida. Este fue el momento en que el 90 por ciento de los habitantes del país que poseía algún tipo de ingreso, no llegaba a cubrir el valor de una canasta básica total. Los conocidos en época del FdT como “trabajadores pobres”, esa nueva y lamentable figura que heredó de Macri y que sumía a la Argentina en un proceso de lenta pauperización social, algo que Alberto Fernández no pudo, sea porque no supo o porque no quiso mejorar la distribución del ingreso. Con Milei se convirtió en un problema netamente estructural.
Y ante los reclamos por la brutalidad del ajuste devaluatorio que taló en un tris un 20% de los ingresos salariales, Milei para desmentir a quienes explicaban que había sido un error de cálculo, expresó con claridad sus ideas para negar ese análisis: “Las medidas van a ser dolorosas para los argentinos”, nos decía desempolvando lo que Enrique Silberstein (“Los Ministros de Economía”, 1971. Centro Editor de América Latina) definía “economía del sacrificio”, algo así como la monserga de todos los ministros que nos piden grandes sacrificios a cambio de una promesa-cuento que jamás llegará.
Por esto mismo, hoy asistimos a un experimento único a nivel mundial: la ejecución de un programa sistemático de miseria planificada, donde el aumento del hambre y la pobreza forman parte de su génesis.
Es tan grave la cuestión que el prestigioso jurista y experto constitucionalista Eduardo Barcesat lo define de forma sumamente precisa cuando afirma que “las políticas que aplica Milei pueden calificarse de genocidio, el silencioso genocidio del hambre”. Motivo por el cual, no se detiene en la mera denuncia del asunto, sino que pide por este “genocidio” el juicio político que derive en la destitución del presidente Milei.
Gente en la calle.
En la ciudad en particular, el fenómeno se expresa en sus calles. La cantidad de personas en situación de calle aumenta día tras día, los comedores populares agregan a muchas personas que hasta hace poco jugaban en el equipo de la clase media a sus filas y el deterioro en las condiciones de higiene y mantenimiento general de Buenos Aires son palpables.
Pero hablando en particular de aquellos que se preparan para “pasar el invierno” durmiendo en un portal, una plaza, un hall de alguna institución bancaria, etc. Haciendo un relevamiento de este drama y con los datos oficiales y de ONG´s que se ocupan del asunto, sale a la luz la verdadera cara de esta situación:
La población en situación de calle está conformada mayoritariamente por hombres cuya edad varía entre los 19 a los 59 años, la mayoría nativos de la Ciudad o la Provincia de Buenos Aires.
Dentro de CABA, las personas en situación de calle se distribuyen de forma heterogénea: la mayoría (73,4%) se reparte en las Comunas 1 (como Retiro, San Telmo, Constitución), 3 (San Cristóbal y Balvanera), 4 (Barracas, La Boca, Parque Patricios y Nueva Pompeya), 13 (Colegiales, Belgrano y Nuñez) y 14 (Palermo). La Comuna 1 concentra la mayor población en situación de calle de todo el conjunto, con un 35,1% de las personas en esta condición.
La población en CIS como la entrevistada en la calle, en su gran mayoría, posee documentación identificatoria, el 99,4% en el primer caso y el 72,7% de los segundos.
Si hablamos de población en CIS, el 61,6 % se encuentra entre los 19 y 59 años, mientras que el 14,4% tiene 60 años y más. Los niños/as y adolescentes representan el 14,3% y quienes tienen de 15 a 18 años suman el 1,2%.
Los lugares donde se los pudo ver asentados y que ahora el GCBA quiere desalojar sin ofrecer una solución real que no sea ir a los temidos paradores (donde las condiciones de seguridad y vida en general son paupérrimas, además de separar familias debido a la carencia de refugios “mixtos”) fueron: en la vereda (66,5%), en una plaza o parque (9,9%) en un cajero automático (5%), y en bajo una autopista (4,3%). El resto se distribuye entre estaciones terminales de micros, trenes o subterráneos, entradas y guardias de hospitales públicos, lugares de culto, boulevard, entre otros.
Según un relevamiento oficial, el 77,5% de la población relevada declaró que paso la noche en la calle todos los días de la semana anterior al operativo, mientras que el 82,5% de la población mayor de 10 años dijo que realizaba actividades remuneradas, la mayoría de tipo informal. Dentro de la misma franja, un 28,1% declaró haber recibido ingresos no laborales el mes anterior al operativo. Y de estos el 54,1% declaró percibir la ayuda del Programa de Ciudadanía Porteña, el 22,4% dijo haber percibido un subsidio o plan social del gobierno (incluyendo AUH) y 24,7% una jubilación o pensión.
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Si bien el gobierno de Milei heredó uno de los niveles de desempleo más bajos de los últimos lustros (algo menos del 7%), la política de despidos en la plantilla estatal, sumada a una economía paralizada que hace crecer rápidamente también el empleo privado, está acelerando este índice a pasos agigantados, además de deprimir su poder adquisitivo en una quinta parte.
Con este panorama, más de dos millones de personas pasaron a formar parte del ejército de pobres que Milei está formando en Argentina. La indigencia por su parte, sumó unos 3 millones más. Y lo peor es que esto que el presidente llama “agentes”, son personas con nombre, rostro, historia…
Según Diego Castillo (Facultad de Cs. Sociales – UBA) “las iniciativas virtuosas a partir de una cierta planificación estatal que pudieron haber generado impacto sobre determinados fenómenos) quedaron truncas. No se consideraron las transformaciones sociales y económicas del macrismo; no sólo la faceta matemático económica de las políticas, sino aspectos cruciales como el aumento de la informalidad y su precarización relacionadas a las nuevas formas de trabajo”. En castellano, Milei asegura más precariedad laboral, más desempleo, más miseria.
Desde el Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP) que dirige Claudio Lozano afirma que “el grueso del deterioro -tomando el mismo informe del Indec y otros del mismo instituto- se explica por las medidas de Caputo”. Y explica que si bien es cierto que algunos indicadores ya mostraban un deterioro interanual, la licuación realizada por el Ejecutivo apenas asume el poder, generó una abrupta crisis debido a la criminal caída real de salarios, jubilaciones y transferencias sociales.
Todo en pos del plan de miseria planificada que Milei, un presidente con ninguna empatía con los sectores de menores ingresos que sufren sus políticas sin ninguna red de contención, con una crudeza que hizo que su plan se convirtiese en privativo de muchos derechos humanos, comenzando por la alimentación y continuando por la vivienda, los servicios “públicos”, la salud, la educación y una lista interminable de derechos sociales violentados por la política represiva del gobierno. Esto fue lo que generó que Eduardo Barcesat haya calificado al gobierno de Javier Milei y al plan de LLA como un “silencioso genocidio del hambre”.