El Centro de Comerciantes de la avenida Juan B. Alberdi reconoce la trayectoria
Este sábado fue el primer acto de reconocimiento, de los que habrá muchos así aseguró Jorge Elger presidente de la entidad que nuclea a los comerciantes del centro comercial del barrio de Mataderos. en la ocasion un show con musica y danzas folcloricas.
El reconocimiento fue este sábado por la mañana fue en la tradicional tienda “La Sorpresa, ubicada en la esquina de Alberdi y Martiniano Leguizamón, que desde 1958 es un símbolo en el rubro de ropa de cama, blanquería, sábanas, indumentaria de damas y niños, y ropa interior masculina. en su puerta ya luce la distinción otorgada por los comerciantes de Mataderos.
Elger informó que las redes sociales del Centro Comercial fueron el vehiculo de información de los vecinos sobre la iniciativa que contó participación en la comunidad.
El acto de reconocimiento del sábado fue el primero de una serie de homenajes que se llevarán a cabo a lo largo de todo el año en los comercios que se mantienen desde hace, al menos, cincuenta años en el barrio, tales los casos de Casa Cavada, Curtis Alta Costura, Óptica Raúl Yáñez, Pilcomar, Santa Mónica, Fábrica de Pastas, Casa Mario, Casa Varas, Bazar Julia y Pibot, etc.
La Tienda La Sorpresa es un verdadero tesoro en el corazón de Mataderos, que incluye una rica historia de más de 65 años. Desde su modesto comienzo en un local más reducido que el actual hasta convertirse en un punto de referencia emblemático en materia de blanquería, sábanas, lencería, indumentaria de damas y niños y ropa interior masculina, este lugar ha sido testigo de generaciones de vecinos, que han encontrado en sus estantes no sólo productos, sino también recuerdos y vínculos que perduran en el tiempo.
Con su fachada de estilo tradicional y su interior repleto de encanto vintage, Tienda La Sorpresa se conecta estrechamente con la esencia misma del barrio. Cada visita a la tienda es un viaje en el tiempo y un homenaje a la autenticidad y la tradición.
Pero la historia de Tienda La Sorpresa va más allá de sus paredes, es también la historia de José Luis Sáenz, un inmigrante español que llegó como tantos otros en busca de un futuro mejor. A finales de la década del 50’, su familia, oriunda de Santa Cecilia de Jubera, un pueblo español en las montañas de lo que hoy es la Comunidad Autónoma de La Rioja, tomaba una de las decisiones más difíciles de su vida: marcharse de su pueblo, atendiendo así al llamado de otros familiares que ya habían emigrado en años anteriores y que relataban desde Argentina todas las bondades que este país tenía para ofrecerle.
Así fue como, en enero de 1957, luego de una travesía en barco que duraría un mes, con apenas 18 años José Luis llegó a Buenos Aires para trabajar como cadete en una de las tiendas que sus tíos ya tenían en el barrio de Congreso, sobre la avenida Entre Ríos.
Pero recién al año siguiente, en 1958, “los Domínguez” -porque ese era el apellido de sus tíos- compraron el local de la esquina de avenida Alberdi y Martiniano Leguizamón, dando así comienzo a su historia en el barrio de Mataderos.
Según recuerda José Luis “venir del centro a Mataderos era como ir al fin del mundo, llevaba más de una hora el viaje en el tranvía 48”. En aquel entonces “de los locales actuales sólo existían La Sorpresa y El Cedrón, que tenía almacén adelante y restaurant atrás. También estaban el viejo cine (donde hoy hay una mueblería) y varias zapaterías”.
El local de Tienda La Sorpresa en sus inicios era un tanto distinto al actual, con un interior más reducido, ya que tenía un espacio destinado a vivienda (donde José Luis dormía en su juventud) y, además, en el sector que daba a la avenida tenía una subdivisión que albergaba una antigua heladería. Años después, se llevó a cabo una reforma edilicia para ampliar el local, y fue entonces que se quitó la vivienda y la heladería para dar espacio a la tienda tal como se la conoce actualmente.
Así fueron pasando los años, con “momentos buenos, no tan buenos, difíciles y muy difíciles”, y aquel joven que había arrancado como cadete, estuvo treinta años siendo empleado hasta que en 1988 se puso al frente de la tienda, primero pagando el alquiler a sus tíos durante una década y finalmente comprando la propiedad, en 1998.
Años más tarde, le tocaría atravesar uno de los momentos más difíciles que recuerde: la crisis de 2001, que según José Luis sería la más dura de todas. “Esa navidad fue brava, fue gracias a la clientela y a los proveedores que confiaron en mi palabra y mi trayectoria que pudimos salir adelante”, recuerda.
Hoy, con 86 abriles ya está más retirado y desde hace un par de años observa con orgullo cómo su hijo César continúa adelante con el negocio. Pero José Luis no puede evitar pasarse todos los días por la Tienda a ver “cómo va todo”, conversar con los clientes, los de su generación y también los más jóvenes, que le recuerdan que en La Sorpresa compraban sus abuelos, sus padres y ahora ellos.
Seguramente, al mirar hacia atrás y rememorar su propia historia, José Luis experimenta la melancolía del desarraigo y la nostalgia por su tierra natal. Sin embargo, también encuentra tranquilidad y satisfacción al saber que su historia de esfuerzo y dedicación se entrelaza con la historia misma del barrio. Un legado que perdurará en el tiempo y seguirá siendo parte de la identidad mataderense.
Finalmente, desde el centro Comenracial se expresó un agradecimientos a todos los que se acercaron a compartir y a los que valoran las historias de esfuerzo y trabajo. Defendamos nuestro Centro Comercial y a cada uno de sus emprendedores.
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