Resucitar la energía crística
Cuando muy pequeña aproximadamente, a los cinco años, mi abuela me llevo a la iglesia en semana santa, donde quedé impactada con la escultura de Jesús con clavos en sus manos y pies sobre una madera, sumado la corona de espinas en su cabeza y un cuerpo totalmente ensangrentado. Recuerdo el susto y mi primer impulso fue esconderme detrás su falda, ella al percibir el miedo que emanaba su pequeña nieta, me llevo a otro sector de la iglesia, nos sentamos en un largo banco de madera y allí me dijo:
“Jesús fue el hijo de Dios que vino a nuestro planeta a dejarnos una luz en nuestro corazón, que siempre va encenderse para alumbrar el camino de nuestras vidas, será la protección para todos los buenos seres y cuando tengamos que morir y dejar el cuerpo esa luz nos regresará al cielo.”
Le pregunté ¿porque estaba muerto y con sangre en todo el cuerpo? A lo que ella aseguró:
“En este mundo existen personas malas que lo mataron para callar la verdad de nuestro creador, por esa razón aunque lastimaron su cuerpo, no pudieron destruir el mensaje que él nos traería y por gracia de papá Dios, él resucitó a los tres días y su sangre que fue derramada en el calvario, ingresó a los corazones de las buenas personas, y sigue vivo en nuestros corazones.”
Esa explicación de mi abuela fue lo que me acercó a sentir siempre en mi corazón el legado del Maestro Jesús como una luz que guía mi vida y mi regreso a esa energía cósmica, universal que lo pienso como un padre eterno y amoroso, una forma de sentirme parte de una familia más allá de las estrellas. Mientras tanto encontremos nuestra chispa divina y ayudemos a resucitar la fe, la paz, el amor, la alegría y la justicia… ¡Somos seres humanos con luz crística!
“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá…”
Apóstol San Juan 11; 25-26