Desidia y más acá la inundación
La Escuela N° 18 del D.E. 20 “República de Corea” -la primera del barrio de Liniers- tiene inutilizada un aula desde que el edificio se inundó por completo con la tormenta. Desde entonces, dos grados cursan en una misma aula, con cuarenta alumnos donde apenas hay lugar para veinte. Un símbolo de la desatención del Ministerio de Educación porteño, de la que es víctima toda la comunidad educativa.
Las fuertes lluvias y tormentas que a mediados de marzo azotaron la Ciudad y el conurbano, dejaron expuestas las carencias y falencias edilicias que presentan varios establecimientos escolares de la zona. El más castigado fue, sin dudas, el de la Escuela N° 18 del D.E. 20 “República de Corea”, con sede en Murguiondo 76, a metros de Rivadavia. Ni más ni menos que la primera escuela del barrio de Liniers. Fundada hace 142 años, la ex Escuela 9 funcionó en sus orígenes en la esquina de Rivadavia y Fonrouge, hasta que en 1939 se trasladó definitivamente al edificio actual de Murguiondo, y años más tarde sería bautizada con el nombre de “República de Corea”.
“La nuestra es una escuela chica en la que todas las aulas dan a un patio central techado que arrastra un problema histórico con los desagües. Además, tiene un primer piso que sólo ocupa el ala delantera del edificio. Ese patio central tiene tres desagües a modo de boca de tormenta que reciben toda el agua del techo plegadizo. Siempre que hay grandes tormentas no dan abasto, desbordan y terminan inundando el patio”, comienza narrando Julieta Samamé, que desde hace cuatro años es la secretaria de la Cooperadora escolar.
Sin embargo, lo ocurrido con la tormenta del martes 19 de marzo pasado superó todos los antecedentes. “Cuando a la mañana temprano llegaron los auxiliares -continúa Julieta- el patio había juntado tanta agua que ya se habían inundado todas las aulas. Pero cuando entraron a la de 1° B, vieron que también caía agua desde el techo. No quisieron prender la luz por temor a un riesgo eléctrico. Además, el televisor que había en el aula, que compramos con mucho esfuerzo desde la Cooperadora el año pasado, uno para cada grado, para que los chicos pudieran tener una alternativa audiovisual dentro del aula, se destruyó, porque le cayó un montón de agua adentro”.
Hasta ese momento, los alumnos ya sabían que en caso de tormenta se quedan sin patio y sin recreo. Sólo pueden permanecer en las aulas o, eventualmente, dirigirse al comedor que está en la planta alta. “Imaginate estar ocho horas dentro del colegio y sin poder moverse del aula”, grafica Julieta.
Pero esta vez el caos fue aún mayor, porque al problema de los desagües se le sumó la rotura del techo. “Desde hace tres años venimos reclamando por lo que era la vivienda de la casera de la escuela, que cuando se jubiló no se renovó el puesto y esa casa quedó sin uso”, explica la secretaria de la Cooperadora. La vivienda, que es una especie de departamento de tres ambientes, está en el primer piso, arriba de dos aulas. “Nosotros reclamamos porque el lugar está abandonado y además porque precisamos poder contar con ese espacio inutilizado, que para nosotros sería de suma utilidad”. El pedido, sin embargo, fue rechazado por el Ministerio argumentando que el lugar no esta apto para ser utilizado por los chicos, pero que lo iban a habilitar como depósito. “En todo este tiempo eso nunca ocurrió y la casa se fue deteriorando, pero en esta última tormenta tuvimos un serio problema en el aula de 1° B, que está justo debajo del patio del departamento, porque se rajó el techo y llueve a cántaros dentro del aula”. Desde entonces, el aula está inhabilitada.
– Suponemos que deben insistir con los reclamos ¿Siguen sin obtener respuestas?
– La directora de la escuela está muy comprometida con este tema e hizo un montón de reclamos por vía jerárquica que se elevan al Ministerio y al área de Infraestructura Escolar, todos con números de expedientes, tanto sea por los reclamos por el departamento de la casera y ahora también por la inundación del aula, pero no le dan bolilla. El pedido de la vivienda lo rechazaron, y en cuanto a esta inundación que tuvimos hace unos días, vinieron del Ministerio, chequearon la situación del aula, pero no dejaron ningún acta firmada. Es decir, nadie se hace responsable para volver a habilitar el aula. Luego volvieron, rasquetearon la pintura e hicieron un parche de cemento en el techo. Sin embargo, nadie nos firmó nada que nos permita volver a habilitar el aula. En otras palabras, nos dijeron que el lunes los chicos podían volver a ocuparla, pero nadie se hace responsable de lo que eventualmente pueda ocurrir. Por eso desde la tormenta tenemos dos grados en una misma aula, es decir, cuarenta chicos cursando en un aula para veinte.
Desde la Cooperadora escolar subrayan que hace tiempo que no se hace ninguna obra relevante en la escuela. “A lo sumo emparchan cosas, pero no las arreglan”. Y Julieta agrega que “muchas veces los operarios vienen sin material, e incluso los ponen los mismos trabajadores o los pagamos nosotros de nuestro bolsillo, porque la Cooperadora es muy pequeña. El año pasado hicieron un arreglo eléctrico porque compramos aires acondicionados y cuando los instalaron saltaban las térmicas. Ese fue el último arreglo serio que recuerdo”.
Hasta hace algún tiempo, la Embajada de Corea -como madrina de la escuela- solía colaborar con donaciones y asistencia a la comunidad educativa, pero eso actualmente ya no ocurre. “Si bien la comunidad coreana siempre fue muy activa -explica Julieta- aportando donaciones y estando presente, en los últimos años retiró bastante el apoyo. Hubo cambio de directivos y ya no está tan presente. Pero al margen de eso es muy complejo el tema de los arreglos en los colegios, porque el Ministerio centraliza todo en la Dirección de Infraestructura Escolar. Una dirección que no escucha cuando precisamos algo, pero que a su vez traba cualquier acción externa. Nos pasó el anteaño pasado con los aires acondicionados. Compramos un equipo, pero no nos autorizaban a que lo colocáramos. En definitiva, el aire estuvo casi seis meses en Dirección hasta que se dignaron a venir e instalarlo”. En ese sentido, vale aclarar que, si la Cooperadora se toma la atribución de instalarlo por su cuenta, corre el riesgo de ser intervenida por el Ministerio, y eso implica la anulación de su personería jurídica y por ende que no pueda recibir dinero.
– ¿Qué labor desarrollan habitualmente desde la Cooperadora? ¿Cuántos padres la integran?
– Somos un grupo muy activo de ocho personas. Nuestra labor es el día a día. La escuela recibe a través de la Cooperadora un fondo del Estado que es casi una risa. El año pasado fue de 80 mil pesos para todo el año. Además, nos sostenemos con las cuotas sociales y hacemos actividades paralelas porque el valor de las cuotas es muy bajo y es poco lo que se recauda. Los fines de semana montamos ferias de emprendedores, también organizamos ferias del plato, rifas, siempre tratando de generar fondos propios.
¿A qué te referís cuando decís “día a día”?
Ufff… Micros que no se llegan a cubrir, lavandina, papel higiénico, artículos de limpieza y artículos de librería que se utilizan en Dirección y en Secretaría que son insuficientes. Nos dedicamos a comprar lo que manda el Estado en pequeñas cantidades y no alcanza, y a ayudar a aquellas familias que no pueden comprar algún libro de texto o no pueden pagar un micro para una salida escolar. En paralelo, el año pasado compramos los televisores y un metegol. Todos los años intentamos, con mucho esfuerzo, concretar algún proyecto de ese tipo para mejorar la calidad educativa de los chicos.
– Además de los problemas de infraestructura edilicia ¿Notan desde la Cooperadora alguna otra falencia, por ejemplo en viandas escolares o en asignación de vacantes?
– Respecto a las vacantes no solemos tener muchos problemas porque la escuela es muy chica. Tiene un aula por grado, salvo este año que tenemos dos primeros grados porque el año pasado egresaron dos séptimos. La ventaja de ser una escuela chica es que todos tenemos un trato directo y somos casi parte de una misma familia. Respecto a las viandas, si bien tenemos cocineras que trabajan con mucho criterio y son amorosas, las viandas son cada vez peores. Los menús son cada vez más ridículos. Por ejemplo, un día tienen pastel de papas, pero la carne picada viene mezclada con lentejas, lo cual no tiene ningún sustento porque son dos proteínas, pero obviamente ponen más lentejas que carne…
Actualmente son 192 los alumnos que asisten en jornada completa a la Escuela 18, que además alberga una sala de 5 de jardín del JIN B del Distrito Escolar 20 (ver “El jardín…”). Todos ellos -junto al equipo directivo, docente y auxiliar- deben lidiar a diario con las falencias de un edificio añoso y con la desatención de las autoridades del Ministerio de Educación porteño, que parecen desentenderse de una realidad inocultable que se repite con cada tormenta.
El martes 26 de marzo, el legislador porteño Matías Barroetaveña presentó un Pedido de Informes en la Legislatura para que el Gobierno de la Ciudad exprese si ya está notificado de los daños que presenta el edificio y qué obras tiene previstas para mejorar la infraestructura del establecimiento. “Fondos para infraestructura escolar hay, sólo hace falta decisión política”, expresó el legislador del Frente de Todos. Por de pronto, a la comunidad educativa sólo le queda encomendarse a “las fuerzas del cielo” para que las próximas lluvias -que cambio climático mediante se prevén como una constante para este año- se apiaden de una escuela emblemática, que es un verdadero símbolo del barrio de Liniers.
Ricardo Daniel Nicolini
El jardín sin jardín (ni colegio)
Además de las falencias que muestran los edificios escolares, el barrio de Liniers ofrece otra singularidad en materia educativa: no posee ningún jardín de infantes público. De hecho, en todo el ámbito de la Comuna 9, sólo hay uno: el JII N° 9 “Elsa Bornemann”, que funciona en el Polo Educativo de Mataderos. Sí hay centros de primera infancia (CPI) o los denominados JIN, que son Jardines Integrales Nucleados. Es decir que hay un equipo directivo que se desempeña en la sede del Distrito -Fonrouge 356- y después funcionan salas desperdigadas en seis colegios distintos.
“En nuestro caso albergamos una sala de 5 con tres maestras de nivel inicial que tienen un aula como espacio total para utilizar -explica Julieta-. Por su parte, el equipo directivo tiene que girar por seis colegios diferentes para poder estar medianamente presente”. De allí que, por ejemplo, los actos escolares se realicen en plazas y al intemperie, porque ninguna escuela tiene la capacidad necesaria como para recibir al resto de los niños repartidos en los otros colegios.