Grandes bibliotecas de la historia
En este viaje al pasado, el recuerdo de las bibliotecas árabes y las de la España musulmana
Por Alejandro Andrés Bressi (*)
En esta décimo segunda entrega -o papiro N° 12- de los grandes centros de conocimiento de la historia, les propongo conocer los rincones de las grandes bibliotecas eclesiásticas y árabes.
Tras las invasiones bárbaras, la influencia de la Iglesia, en especial la de Roma, fue adquiriendo cada vez mayor importancia en el mundo del libro. A través de toda la Edad Media se constituye como agente dominante en este terreno y es también, como después veremos, factor capital en la conservación de parte de la literatura clásica, que habría sufrido los estragos de la gran conmoción.
Bizantinas: La biblioteca de Cesárea, en Jerusalén, se salvó de la destrucción ordenada por Diocleciano y fue reorganizada tiempo más tarde. Para el mundo cristiano tuvo importancia análoga a la ejercida por la Biblioteca de Alejandría para la cultura helenística. Las biblias procedentes de su taller de copistas gozaron de gran renombre. La biblioteca de Cesárea fue destruida en el año 637, cuando los árabes conquistaron Palestina.
También se tienen noticias de bibliotecas de otros padres de la Iglesia. Y los monasterios cristianos o coptos en Egipto, en los que las primeras comunidades religiosas se habían congregado ya en el siglo II, poseían también colecciones de libros. La comprensión de la escritura jeroglífica se encontraba en aquel momento a punto de desaparecer y la literatura cristiana utilizó la escritura griega. El idioma copto, que representa la última etapa del antiguo Egipto, pasó de esta forma a ser escrito en caracteres griegos y continuó siendo la lengua eclesiástica, incluso después de la conquista árabe de Egipto en el siglo VII, y en los monasterios coptos existió una importante actividad literaria.
De varios de estos monasterios, en especial de los del desierto de Nitria, llevaron a su patria los ingleses, en el siglo XIX, muchos manuscritos coptos y, además, sirios, que se encontraban allí desatendidos por los monjes, pero que al ser examinados atentamente revelaron contener textos cristianos y otros procedentes del siglo V.
Árabes: Los califas árabes, protectores espléndidos de la instrucción y las ciencias, fundaron un gran número de escuelas y bibliotecas; para lo que buscaron y tradujeron al árabe numerosos manuscritos, convirtiendo a Bagdad y Córdoba en dos grandes centros del saber.
El número total de bibliotecas en Andalucía no bajaba de setenta, y si bien hay quien supone la cifra exagerada, es muy inferior a las que dan algunos historiadores árabes, siendo indudable que sus bibliotecas en aquella época ofrecían una gran superioridad comparándolas con las del resto de las naciones.
La biblioteca de Córdoba tenía 400.000 volúmenes en tiempos de Al Hakem; la de la Academia de Trípoli, en Siria, contaba con 3 millones de volúmenes cuando la quemaron los cruzados en el año 1109; en el año 1183, cuando Saladino tomó a Amid, en la Mesopotamia, regaló a su secretario la biblioteca, compuesta por 1.040.000 volúmenes; 1.100.000 tenía la de los últimos fatimistas en el Cairo, y el penúltimo Abasida creó un colegio en Bagdad, donándole 80 mil volúmenes, cuyo número aumentó de tal modo que cuando los mongoles tomaron la ciudad, formaron con ellos en el Tigris un dique por el cual se podía atravesar el río a pie o a caballo.
Durante el emirato y el califato Córdoba fue la ciudad más importante de al-Andalus o España musulmana. Era famosa por el puente sobre el Guadalquivir, la mezquita mayor y la gran cantidad de hombres cultos que en ella residían. También por sus bibliotecas y por la afición de los cordobeses a los libros. Se contaba que cuando moría el dueño de una biblioteca en cualquier lugar, sus libros eran enviados a Córdoba donde abundaban los compradores.
La doctrina científica y filosófica elaborada en el libro islámico y traducida, a su vez, al latín, permitió el giro copernicano en los estudios que protagonizaron las universidades desde su aparición en el siglo XIII.
Nos encontramos en la próxima entrega. Y recuerden que recibimos sus consultas, sugerencias y opiniones en el correo electrónico: alejandroandresbressi@gmail.com.
(*) Bressi es vecino de Liniers, bibliotecario profesional, exresponsable de la biblioteca José Hernández, profesor de inglés, historiador e investigador de las grandes bibliotecas de la historia.