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Gabriel Fernández, actor de la memoria

Inspirado en vivencias familiares y la tierra de sus ancestros, protagoniza el monólogo “Galego” en el Teatro del Pueblo de Almagro. Luego de formar parte del elenco de “Argentina, 1985”, ahora trabaja también en “El Eternauta”, una “epopeya audiovisual”.
“Revisar de dónde venimos, para que sea fácil desarrollar el camino a dónde vamos”, explica el actor Gabriel Fernández sobre el espíritu de “Galego”, la obra que protagoniza en el Teatro del Pueblo. Se trata de un monólogo con textos suyos y del también director Julio Molina. En la sala del barrio de Almagro se aborda la historia de un emigrante español, los años de la Guerra Civil y la latencia de las raíces a través del idioma, un gallego aporteñado que es escucha durante la mayor parte de la función. También es una historia universal sobre quienes debieron dejar su tierra, transformar su vida sin olvidar su esencia.
Gabriel es parte del mundo escénico desde mediados de los años ochenta. Fue Ariel Fernández, su hermano y dueño de Service de Electrodomésticos Centro Almagro (Gallo 342), quien nos facilitó el contacto. Gabriel se formó en actuación, dirección, puesta en escena y dramaturgia. Asegura que Lorenzo Quinteros es su gran maestro. Ganó el Premio SAGAI a mejor actor, Mención Honorífica CABA como dramaturgo y el premio Trinidad Guevara como actor, entre otros.
Participó en más de 35 obras, entre ellas “Democracia”, “La imagen fue un fusil llorando”, “Hormiga negra” y “La extraña tarde del Dr. Burke”. Entre la más de 60 participaciones en cine y televisión, se destacan “Los simuladores”, “Germán, últimas viñetas”, “El amor después del amor”. También “Argentina, 1985”, nominada al Oscar como mejor película extranjera. Al cierre de esta edición trabaja para la serie “El Eternauta”, que adapta la historieta de Héctor Germán Oesterheld.
En todos estos años de trayectoria, Gabriel tenía una idea: una obra sobre sus raíces. “Soy hijo y niego de gallegos, soy ciudadano español. Me siento muy gallego, hace más de 25 años tengo ganas de hacer un espectáculo en gallego y no sabía por dónde ir”.
En estas dos décadas también hubo otra constante en su vida: el vínculo profesional y afectivo con Julio Molina. Ambos se formaron con Quinteros, participaron en una decena de proyectos, se dirigieron mutuamente. “Somos amigos, nos queremos y respetamos mucho trabajando”.
La semilla de “Galego” prendió en plena pandemia, a través de las pantallas digitales del aislamiento social. “Por estas cosas del Zoom, de hablar mucho con amigos, Julio me contó que tenía un vecino inmigrante en el fondo de la casa y le contaba historias potentes. Yo le hablé de mis ganas de hacer este espectáculo. Él me mostró un libro de fotos, yo le mostré otras fotos mías muy parecidas, que hice en mi primer viaje a Galicia. Dijimos de empezar a escribir y salió el proyecto. Después, hubo un año de trabajo”, recuerda Gabriel.
Estos 12 meses contaron con su propia mística: “Empezamos a ensayar en una casa semi abandonada en Núñez. La imagen mía era la de mi abuelo bajo una parra pelando cebollas. Nos pusimos a ensayar. El trabajo fue de investigaciones, de laboratorio, como nos decía Quinteros. En base a las historias que decidimos contar, empezamos a improvisar”.
En ese contexto se hizo presente el espíritu de su maestro: “De Lorenzo mamamos esto del trabajo de laboratorio. Un verano e invierno debajo de una parra ensayando con la cercanía y complicidad de Julio dio las bases sólidas al trabajo”.
El lenguaje es central en esta obra y ocupó un lugar clave en el desarrollo de la dramaturgia: “En principio, Julio había escrito algo, pero hay algo en el lenguaje galleo que yo entiendo porque lo aprendí de chico escuchando a mis abuelos. También de hablar en gallego durante mis viajes a Galicia. Hay algo que yo entendía del lenguaje que es muy difícil de reproducir escribiéndolo, entonces decidimos improvisarlo todo en base a las historias que nos gustaban más, investigamos sobre la Guerra Civil y lo que había sucedido”.
“Al tener todo eso se armó la dramaturgia, para contar la historia de forma no lineal. La grabamos, la desgrabamos y la escribió Julio. La mandé a Galicia a una sobrina que tengo allá. Ella la tradujo al gallego y con ese material estudié el texto para la obra”, recuerda.
“En cuanto al trabajo del idioma, la gente gallega me dice que no solo lo hago en gallego, sino como un gallego inmigrante, que normalmente eran campesinos. Que tengo ese acento cuando lo hablo”. “Decidimos hacerlo en gallego, metiendo algunas frases en castellano, porque consdera-mos interesante trabajar sobre la posibilidad de que le espectador estuviera atento y quisiera comprender este lenguaje”.
El formato de monólogo es algo que Gabriel y Julio ya habían trabajado juntos en “La imagen fue un fusil llorando”, obra basada en la aguafuerte “He visto morir” del periodista Roberto Artl sobre el fusilamiento de Severino Di Giovani.
“El monologo siempre es un desafío”, señala Gabriel y explica: “Buscamos que el personaje principal se desdoble en otros personajes, te da la posibilidad de descargar las tensiones escénicas que normalmente se resuelven cuando tenés compañeros de escena”.
Otro aspecto relevante es la sala misma: “Desde un primer momento quisimos hacer esta obra en el Teatro del Pueblo, nos parecía el lugar indicado para hablar de estos temas. Elegimos la sala más chica, queríamos la posibilidad de hacer algo más intimista. De hecho, modificamos la disposición de las butacas para que la gente esté lo más cerca posible. Se desarrolla mejor la comunicación”.
“La historia finalmente se universaliza”, destaca el actor y dramaturgo sobre la recepción por parte del público. “No solo hablamos de un emigrante gallego. Como dijo un periodista, podía llamarse Tano y ser del sur de Italia. O polaco, ruso, turco. Las historias terminan siendo parecidas, hay algo de revisar de dónde venimos, cómo llegamos y cuáles fueron los esfuerzos hechos. Es revisar la historia. Esta bueno. Teniendo más claro dónde venimos es más fácil desarrollar el camino a dónde vamos”.
En ese punto, también lo vincula con la película “Argentina, 1985”, estrenada en 2022 y ganadora de una enormidad de premios nacionales e internacionales. Allí interpreta a Bruzzo, un personaje ligado al presidente Raúl Alfonsín que ayuda al fiscal Julio Strassera a avanzar en el juicio contra las Juntas Militares responsables de último golpe de Estado y la dictadura de 1976-1983. “Un personaje de ficción pero que fue real”, asegura.

“Esta película, como la obra, cuenta también algo que nos pasó en nuestra historia. El juicio fue un hecho único. En ninguna otra parte del mundo un país juzgó a sus dictadores. En Alemania ocurrió, pero fueron organismos de derechos humanos. Estamos contando algo de la historia que es importante”.
“Me pasó que muchos chicos, como mis hijos y sus amigos, me decían que habían estudiado el tema en la escuela, pero que no sabían que había sido tan tremendo”, resalta sobre la importancia de lo expuesto en este film.
También sostiene que “marca lo que somos capaces de realizar en Argentina desde lo audiovisual”.
Al cierre de esta edición, Gabriel trabajaba en “El Eternauta”, una serie de la plataforma de streaming Netflix que adapta la icónica historieta con guión de Héctor Germán Oesterheld y dibujos de Francisco Solano López. Se publicó de forma seriada en la revista Hora Cero Semanal en los años cincuenta. Trata sobre una invasión extraterrestre en plena Buenos Aires. Es un elogio del “héroe colectivo” y también una denuncia social contra la dictadura y la represión.
El actor en el pasado fue parte del elenco “Germán, últimas viñetas”, sobre Oesterheld y su desaparición durante la dictadura militar, por lo cual destacó que este guionista “tenía una gran pluma que llegó masivamente a toda la población con El Eternauta y sus entregas seriadas”.
Asimismo, espera que esta flamante “epopeya audiovisual” siente “las bases para hacer ciencia ficción a nivel local sin tener nada que envidiar a producciones de otros países”. “Las plataformas te dan la posibilidad de llegar a cualquier mercado”, destaca sobre la industria y lo bueno de “llegar a mucha gente con historias muy potentes”.

J.M.C.

Reconocimiento en la Legislatura porteña

Al cierre de esta edición, la legisladora porteña María Cecilia Ferrero (Vamos Juntos) presentó un proyecto para que la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires declare de interés cultural de la CABA a la obra teatral “Galego”.
Con la interpretación de Gabriel Fernández y textos suyos y del director Julio Molina, se suman en escenografía Alejandro Mateo; en iluminación Ricardo Sica; en música original y diseño sonoro Rony Keselman; en fotografía y audiovisuales Tiago Fernández y Martina Ocampo; en colaboración en idioma gallego Trinidad Fernández; en prensa Valeria Franchi; en asistencia de Dirección y puesta Federico Fernández Mardaráz.
La defensa del proyecto de Ferrero sostiene: “Por la calidad de su reconstrucción histórica, el sólido empleo de un idioma galaico aporteñado por parte del actor (argentino, pero de ascendencia gallega), y la forma conmovedora en que transmite esas vivencias y sentimientos a menudo comunes a millones de personas que llegaron al país desde los más diversos rincones del mundo, creemos adecuado poner de relieve la puesta en escena de “Galego”. Declarar de interés esta obra supone, además, remarcar dos atributos característicos de Buenos Aires: el aporte fundamental del teatro”.
“En este drama se muestra la sólida relación artística que mantienen ambos, que ya lleva más de veinte años. En diferentes etapas de sus vidas, Gabriel y Julio se formaron en actuación con el artista escénico Lorenzo Quinteros, y al día de hoy llevan compartidas diez producciones”, resalta la fundamentación.
Ante esta propuesta de reconocimiento, Gabriel aseguró: “Está bien que se le haga un lugar a un espectáculo que habla sobre la inmigración, la gente que sentó las bases para el desarrollo del país. Lo agradezco mucho”.