Dramática situación de un comedor comunitario del Bajo Flores
“Esto parece la posguerra” así titula Infobae una nota realizada por Fernanda Jara, en la describe a situación que se vive por estos días en un comedor comunitario ubicado en Agustín de Vedia 2500, del Barrio Illia, Manzana 2, Casa 29, del barrio porteño de Bajo Flores en la comuna 7 de la ciudad.
“Sol Naciente” funciona desde 1998 por iniciativa de Lidia Hernández y otros vecinos del Barrio Illia y la villa 1.11.14 hoy barrio padre Ricciardelli. El comedor se sostiene con 160 raciones aportadas por Gobierno de la Ciudad y otras 200 que se recolectan por medio de pequeñas donaciones hechas por los mismos vecinos y pequeños comerciales del lugar.
En la actualidad Verónica Hernández es a responsable quien dice que necesitan médicos voluntarios, más comida y útiles escolares y que “Hay más droga que antes y mucha gente enferma que se cae en la calle y ahí queda. Estamos solos, recibimos muy poca ayuda”, señala dramáticamente.
La nota explica la compleja situación del barrio y del comedor comunitario en particular “¡Ayuda! ¡Ayuda urgente en nombre de todos los santos! La situación que estamos viviendo es terrible. ¡Esto parece la posguerra!”, pide abrumada Lidia Verónica Hernández, fundadora y voluntaria del comedor comunitario Sol Naciente que alimenta a más de trescientas personas del barrio Illia y la Villa 1-11-14, en el Bajo Flores. Por allí, cada día pasan en fila por un plato de comida que les alivie el hambre aunque sea por un rato. Y no siempre lo logran.
La llegada de la pandemia del coronavirus fue para ellos devastadora. Si bien Verónica —así pide que la llamen— no sabe cuál es el número de fallecidos en el barrio, ni de niños y niñas que quedaron huérfanos, sí sabe que ya no ve muchas caras amigas, que el COVID-19 volvió a meterse en los pasillos de la villa para hacer estragos, que el paco volvió y copa las calles donde antes los más chicos jugaban y reían… Sabe que hay muchas madres que quedaron solas, que otras tantísimas familias ya no cuentan con un ingreso y que todos sus habitantes están bajo la línea de pobreza.
Sabe también que las dos salitas médicas que a veces atienden no tienen insumos suficientes ni médicos que asistan a los enfermos, entre los que hay muchos con anemia y que “una simple gripe los tira porque ya no tienen fuerzas”.
“No sé qué hacer, a quién más pedir ayuda. Hay solo cuatro personas que nos hacen donaciones y ya me da vergüenza pedirles siempre a ellos. ¡Estoy desesperada!”, dice entre lágrimas mientras del otro lado del teléfono se escucha el llanto de un bebé. “Es mi nietita de un año que también está con covid”, comenta y cuenta: “Es la hija de mi nene de 17 años, la estamos criando juntos porque la mamá los dejó. Ahora, los tres vivimos en el fondo del comedor, en una piecita, porque no pude seguir pagando el alquiler”, lamenta la mujer de profesión enfermera.
La triste realidad del barrio
A la 1-11-14 se la conoce como la villa del Bajo Flores. Se llama también Barrio Padre Rodolfo Ricciardelli —en homenaje al párroco que perteneció al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo que decidió vivir en ese barrio y murió allí, en 2008—, y es uno de los barrios de emergencia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, ubicado en la Comuna 7.
Específicamente, está en el sur del barrio de Flores, enfrente del estadio Pedro Bidegain (del Club Atlético San Lorenzo de Almagro) y cerca del Estadio Guillermo Laza, que pertenece al Club Deportivo Riestra.
La nominación se debe a la fusión de las villas 1, 11 y 14 que comenzaron a ser pobladas desde 1930 por personas que llegaban desde el interior de Argentina y de países limítrofes cuando la crisis económica de ese año azotó a las clases medias y bajas de Latinoamérica que debieron salir en busca de nuevas oportunidades.
Más tarde se la conoció como Villa Bajo Flores, Bonorino, 9 de Julio, Perito Moreno, Medio Caño y Evita, entre otros nombres. Hasta 2018, allí vivían 40.059 habitantes (según el Censo Instituto de Vivienda de la Ciudad) y es el barrio vulnerable más grande de la Ciudad.
Desde 1998, Verónica (de 48 años, diabética y por segunda enferma de coronavirus) se hace cargo del hambre del barrio. Pero esta vez está perdiendo la batalla y clama desesperada por ayuda.
“Actualmente debe haber unas 70 mil personas”, duda Verónica que la cifra del censo se mantenga y aclara que siempre habla por lo que ella misma observa y porque “hace mucho acá no entra nadie”.
Nota completa en: https://www.infobae.com/sociedad/2022/02/17/esto-parece-la-posguerra-la-dramatica-situacion-de-un-comedor-comunitario-del-bajo-flores/
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