Experimento… ¿voluntario o forzado?
Entró en vigencia el famoso pase sanitario a nivel nacional -luego de que un par de provincias hicieran unas semanas previas de punta de lanza- que restringe la circulación a quienes no tengan sus dos inyecciones ante el Covid-19.
Por lo que votaron las cámaras tanto de Diputados como de Senadores a fines de 2020, aceptando cláusulas especiales, como la cláusula de confidencialidad, no sabemos qué contienen estas inyecciones supuestamente contra del Covid-19.
Lo bueno es que la prórroga de jurisdicción a favor de tribunales extranjeros y las cláusulas de indemnidad patrimonial, donde desvían juicios para que los laboratorios no tengan que hacerse cargo de los efectos adversos ya lo solucionó gobierno nacional generando un subsidio ante muertes y consecuencias negativas atribuibles a dichas inyecciones. Y no hay día que pase que no escuchemos de infartos de miocardio, trombosis u otras consecuencias directas de las vacunas.
Volviendo al “pase”, supuestamente nadie nos obliga a vacunarnos, claro que sí a seguir los protocolos preventivos. Dicen que va en cada uno si prefiere jugarse con los efectos adversos de una inyección que no impide que uno se siga contagiando -o contagiando a otros- o si elige confiar en su sistema inmunológico natural. Sin embargo, hoy tienen menos beneficios los que no se vacunaron.
Volvamos a la lógica de antes de la pandemia: convengamos que separar a la gente que optó por no seguir un tratamiento experimental hubiese sido algo impensado hace poco tiempo.
Y llama poderosamente la atención el silencio de una institución estatal que combate la discriminación -denominada INADI- ante esta segregación a quienes no quieran ser parte de este experimento. Es a su vez también llamativo como un lema -“Mi cuerpo, mi decisión”- que se usó recientemente para legalizar el aborto se olvidó rápidamente en relación a este tema.
Indudablemente el trabajo generado desde las esferas de poder internacional y muchos medios de desinformación masiva ha calado hondo, mucha gente tiene miedo. Llegando al extremo de que ante un par de líneas de fiebre haya gente que se ponga a hacer colas de horas para ser hisopada, o casos donde se ve personas en la playa que salen a nadar, lejos de todos, con el barbijo puesto… Es que el miedo no habilita el pensamiento racional. Y parecería que esto nos está pasando mucho. ¿Quién no sigue usando el barbijo por la calle, con poca gente, luego de haber salido de un comercio?
Manteniéndonos dentro del tablero de la democracia podemos enumerar una larga serie de leyes y acuerdos que se rompen al forzar la población con un experimento. Un pase sanitario en estas condiciones no respeta derechos y garantías legales básicas amparadas por la Constitución Nacional (art. 14, 16, 19, 28, 31, 36, 46 y 75), la voluntariedad de vacunación (Ley 27.573), de consentimiento informado (Ley 26.529), y otras leyes nacionales (17.132, 25326, 23.592) y Artículos (58 y 59) del Código Civil y Comercial de la Argentina. Contradice el Código Penal Argentino (Art. 20bis y 2020) y a su vez va en contra de una serie de tratados internacionales como el Pacto de San José de Costa Rica, el Código de Nürenberg, Convenio de Ginebra (Art. 32), la Declaración Universal de Bioética y Derechos Humanos, la Declaración de Helsinski, el Código Internacional de Ética Médica, Convención referida a los Derechos Humanos y la Biomedicina, Pautas Éticas CIOMS, la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos de la UNESCO, el Documento de las Américas sobre Buenas Prácticas Clínicas de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y Tratados Internacionales sobre Derechos Humanos, incorporados a la Constitución Nacional mediante su Art 75, Inciso 22 a Nivel Internacional. Y va en contra también de la Ley 26.061 de los Derechos de los Niños y convención de los derechos de los niños, niñas y adolescentes. Forzar como están haciendo va en contra de los siguientes acuerdos internacionales: Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Convención Americana de Derechos Humanos, Declaración Universal de DDHH, Pactos Internacionales de Derechos Civiles y Políticos, Derecho Internacional de Derechos Humanos, Prohibición Internacional sobre Torturas Físicas, Psicológicas y Morales, Tratos Crueles y Experimentación, Convención Interamericana Contra la Tortura…
No llegamos a comprender como un gobierno que se presentó históricamente como defensor de los derechos humanos, especialmente de la época de la última dictadura cívico militar, ahora esté forzando derechos humanos tan básicos pretendiendo inocular con algo experimental a todo el mundo, incluyendo niños desde tres añitos (y enunciando alegremente el presidente Alberto Fernández que somos uno de los diez países de prueba para estas llamadas “vacunas”. Véase video abajo).
¿Qué nos pasó que ahora todos confiamos ciegamente en los medicamentos de la big pharma y no en nuestro sistema inmunológico? Más ahora, que vemos que el argumento de la necesidad de camas en terapia intensiva no corre para la Omicron. Están diciendo los propios especialistas que de contagiarse de esta variante no sería más que una gripe leve con la consecuente activación del propio sistema inmunológico, algo así como una vacuna natural de virus atenuado.
Sin embargo, con el “pase”, por ahora, si uno no demuestra estar inoculado con estas inyecciones tiene coartadas ciertas libertades como ver fútbol en vivo, sumarse a eventos multitudinarios o salir a bailar. Lo más grave es en las zonas de vanguardia en que se exige ese “pasaporte” (vía una aplicación de celular) para realizar trámites ante organismos públicos o bancos. Esperemos que no exijan la marca para toda transacción comercial porque ya sería demasiado similar al capítulo bíblico denominado Apocalipsis… Pero más que fin del mundo, ¡diría que parece el fin del sentido común!
U.K.
Imagen: Conclusion.com.ar