Avasallamiento de la Universidad de Buenos Aires: a 55 años de la Noche de los Bastones Largos
El golpe militar de Onganía supuso no solamente el derrocamiento de un gobierno democrático, sino además la destrucción sistemática de la usina de pensamiento e investigación que representaba la Universidad de Buenos Aires. La tristemente llamada Noche de los Bastones Largos, ocurrida el 29 de julio de 1966, provocó un serio avasallamiento a la autonomía universitaria, a la vida académica y a la ciencia de nuestro país.
Esa noche le hizo mucho daño a la Argentina. Se atacó la libertad y también un proyecto de desarrollo de país. Y marcó un punto de inflexión en la historia de la Universidad.
Cuando la policía irrumpió a la fuerza en la Universidad de Buenos Aires, con sus bastones sacaron violentamente a docentes, investigadores y estudiantes que resistían la intervención. Profesores y estudiantes molidos a palos por querer seguir formándose en libertad. Esa fue una gran noche negra para la universidad pública, y también el prólogo de la noche más negra de todas.
Fue un momento muy traumático para la UBA: más de 1.300 docentes e investigadores renunciaron o se exiliaron del país para no avalar la intervención. Quienes continuaron sus carreras en el exterior, a pesar de irse físicamente, permanecieron en contacto con colegas y estudiantes: ese es el espíritu de la UBA. Así se logró que la universidad se mantuviera en pie.
La autonomía es la columna vertebral de la vida universitaria, y debe ejercerse de manera responsable, para que se pueda debatir y generar conocimiento con total libertad, y así poder brindar las mejores soluciones a los problemas de la sociedad. Su defensa es un signo distintivo de la universidad pública en nuestro país y de la UBA en particular. En el pensamiento crítico está la base para el verdadero desarrollo, algo que solo puede darse en entornos democráticos.
A pesar del tiempo transcurrido, la relevancia histórica de este episodio perdura en la conciencia social de las nuevas generaciones. Gracias a los docentes, los libros y los debates generados en las cátedras se pudo mantener viva esa memoria. Debemos recordar de dónde venimos no solo para el presente sino para construir un futuro mejor.
En este nuevo aniversario de la Noche de los Bastones Largos, quiero agradecer a esos docentes, estudiantes, no docentes e investigadores que pusieron el cuerpo y algunos incluso su vida para defender los valores de nuestra Universidad.
*Rector de la Universidad de Buenos Aires
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