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Savasana

Esa postura con la que muchas veces terminan las prácticas físicas de yoga donde el practicante está acostado de espaldas boca arriba en total quietud se llama savasana. Hay escuelas que le llaman mrtasana como me contó mi maestro Jorge Bidondo (Dev Hansa Natha), lo que implica lo mismo, dado que ambas derivan de la palabra cadáver (en el segundo vemos hasta el origen etimológico desde el sánscrito de la palabra “muerto” del castellano). Se le llama así porque en esta postura a simple vista fácil de ejecutar se emula el cadáver en cuanto a la quietud y relajación. Permite volver a redistribuir la energía por todo el cuerpo revigorizándonos y refrescándonos luego de las exigencias de la clase. Savasana nos quitará la fatiga provocada por otras asanas realizadas previamente y llevará calma a nuestras mentes.

Recordemos que toda asana exige quietud, sin embargo, donde hay estiramiento o fuerza suelen haber pequeños movimientos. En esta postura no hay ya excusas físicas para el movimiento corporal, por lo que es más compleja de lo que parece, dado que no es fácil mantener el cuerpo y la mente en quietud. Recordemos que el yoga es un camino que implica varios pasos, como vimos cuando presentamos Patanjali en el primer número, hacia la autorrealización que pasa por la concientización de los sentidos y la concentración.

La postura en sí pide que una vez que estemos acostados de espalda al suelo mantengamos la cabeza centrada, los ojos cerrados y se tengan los talones bastante juntos (sin que implique contracción de aductores) con los pies que cayendo por su propio peso hacia cada lado. Los brazos extendidos hacia abajo, un poco separados de los costados como para acomodar bien los omóplatos, con las palmas hacia arriba.

En caso de algún problema o dolor en la zona lumbar se puede usar un bolster, almohadón o rodillo bajo el pliegue de las rodillas.

También es importante tener en cuenta que luego de la práctica baja el calor corporal por lo que es una buena idea taparse antes del savasana.

En la práctica se suele comenzar con respiraciones profundas para ir poco a poco calmándola para lograr mayor quietud. Buscamos relajar conscientemente todo el cuerpo, incluyendo el rostro, zonas como el maxilar y los ojos que muchas veces cuestan relajar. Concentrados en el aire que entra por la nariz por cada inhalación y exhalación vamos soltando todo pensamiento ajeno al momento: estamos aquí y ahora. Como decía mi instructora Graciela Cancino: los pensamientos podrán describirse como nubes que impiden la vista al cielo que queremos ver sin nada que se interponga, así, si viene un pensamiento lo tomamos pero lo soltamos rápidamente, sin luchar en contra de éste, pero sin apegarnos volvemos a nuestra concentración en la respiración.

Cuando uno tiene resistencias a dejar de pensar puede ser de gran ayuda poner un mantra, que es un cántico en sánscrito que se repite y cuyo sentido tiene un objetivo. Hay muchas opciones, dependiendo lo que queramos potenciar en nosotros mismos.

Al principio es fácil dormirse, pero no es la idea, sino mantenerse en ese estado entre la vigilia y el sueño. Con práctica y buen descanso nocturno será más fácil. Y si la relajación fue exitosa se sentirá el fluir de la energía por atrás de nuestro cuerpo, de la cabeza a los talones y también sentirán su cuerpo más elongado y relajado.

Ante el estrés provocado por nuestra civilización moderna, el yoga, culminando con un buen savasana será el mejor antídoto.

 

 

 

Ilustración: AK-18.