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Golpeado por la pandemia; sostenido por su talento y la solidaridad

Anoche resonó la majestuosa voz tanguera de Alejandro Reyna en las escalinatas del Abasto. Desde este medio pudimos cruzar unas palabras con el cantante.

En el marco de Abasto Barrio Cultural, que organiza el Ministerio de Cultura porteño en combinación con el sector privado, el barrio pudo acceder de modo gratuito a un importante recital de una de las voces más destacadas del tango actual.

Muy llamativa, además de la impronta varonil y fuerte del timbre de voz del cantor, es su reciente historia. Nos cuenta que venía cantando en diferentes espacios para “pucherear”, entre ellos varios de nuestro barrio como la ya cerrada Aurora del Tango (Corrientes y Bilinghusrt) y “uno atrás del Mercado, por la calle Lavalle” (que podemos suponer puede haber sido El Viejo Mercado, devenido hoy en O’Rondeman Abasto) y “otros por la vuelta”. De todos modos es oriundo de Floresta, de hecho está muy vinculado a la Pizzería La Paz (Alberdi 6688) de Mataderos, lugar desde donde retoma hoy su estrellato.

Pero vayamos, como decía Jack, por partes: Alejandro vivía alquilando y se sostenía con su canto por diferentes lugares y cuando llegó la pandemia con la imposición del ASPO (Aislamiento Social Preventivo Obligatorio) no pudo sostener el alquiler y terminó durmiendo en la camioneta de un amigo. Cuenta que cuando llegaban las nueve de la noche tenía ya que estar ahí adentro, para evitar problemas. Luego Pizzería La Paz pasó a ser su lugar de estadía y entre comidas y noches una vuelta con los “pibes del delivery” y un policía le pidieron que cantara y desde luego afinó bien. Con su permiso Marcelo Delgado, el policía, lo grabó y lo subió a las redes. Pronto su voz se volvió viral, el video logró 6 millones de reproducciones de todo el mundo.

Así también le llamó la atención a la productora Sony que terminó contratándolo y con quien ya grabó un disco. Hoy está muy cuidado, tiene su manager y un equipo que lo acompaña. De todos modos el éxito no es algo nuevo para Alejandro quien ya en su juventud estuvo cantando para la orquesta del maestro Vicente Russo, también estuvo en la de Virgilio y Homero Expósito. Además tuvo de compañero a nadie menos que Jorge Falcón.

Como todo cantor de tango reproduce –en su caso de modo excepcional- los clásicos del repertorio tanguero que tiene esa tendencia de no innovar demasiado. Sin embargo, le comento que me llamó la atención cuando reciba en Youtube “Mi vida”, antes de “La última copa” que comienza así: “Mi vida fue tan simple como tantas, un hogar clase media, mis padres, dos hermanos, los apuros de siempre, las cuentas atrasadas, una barra en la esquina, un perro, una guitarra. Mi vida fue el amor que de niño guardaba por aquella que de mi amor se burlaba…”

Y le pregunto sobre esa letra, si fue realmente así su vida. Sonríe y dice, “Sí, es tal cual, es letra mía”. Me cuenta de una época, hace un par de décadas, en que se ganaba el mango como letrista. “Pagaban unos cientos de pesos por tema, y escribiendo lo suficiente uno podía vivir de eso”. El género por lo general, desde luego, no era tango, eran otros ritmos. Y me cuenta que un día, invitado por Johnny Allon estaba en una discoteca y se escucha un canción que todos coreaban, sabían la letra, que había escrito él y había vendido por 400 pesos en su momento. Su angustia e impotencia fue tan grande que se encerró el baño a llorar. “No te puedo decir el nombre del tema porque no sería correcto, pero lo conocés seguro. No te digo que haya escrito todos éxitos, pero hubo alguno que saltó a la fama y la sensación es dura”.

Nuestro sistema no hace que sea fácil vivir del arte, el sacrificio muchas veces es enorme y el rédito económico puede ser bajísimo. También están los que la “pegan” y ganan fortunas. Menos mal que el talento muchas veces se puede colar pese a todo. Ese es un aporte importante de las redes sociales. Le deseamos mucho éxito a Alejandro y a todos los artistas golpeados por la pandemia.

R.S.