Parte de “Una conversa con Ben Molar”
Ben Molar nos cuenta (hace casi dos décadas) cómo logró implementar el Día del Tango:
Justamente ayer me invitaron de Finlandia para pasar el 11 de diciembre allá. Yo dije que no porque no me quiero mover de mi patria, de mí país, de mi Buenos Aires justo ese día. Porque luché durante once años para conseguir la ordenanza.
¿Once años suena bastante complicado, cómo logró eso?
BM: De tantas enseñanzas que me dejó Carlitos me acuerdo que me decía: no él sino su vos: “que veinte años no es nada…” entonces yo te digo a vos cuando te asombrabas hace un ratito, que once años no es nada, pero eran, eran… Perseguí a todos los secretarios de cultura sin parar noche y día. Perseguir quiere decir no dejarlos tranquilos, demostrándole que en todas partes del mundo hay un amor, un apasionamiento por nuestro tango ¿por qué nosotros no podemos tener un día del tango? A mí se me ocurrió la idea del día del tango: te voy a contar cómo y por qué: yo estaba parado una noche en 1965 en la esquina del tango, la esquina del tango es la que mis amigos Francisco Pacránico y Celedonio Flores hicieron que se llamara Corrientes y Esmeralda. Estaba esperando un medio de locomoción que me llevara a la casa de Julio Decaro que vivía en Callao y Guido y yo iba a festejar el cumpleaños de él. Y ahí me surgió la idea: curioso, pensé, hoy nació Julio Decaro y también aunque diez años antes Carlos Gardel. Y son dos de las grandes vertientes del tango: la voz y la música. Los dos más importantes del tango. Dos creadores. Entonces empecé a perseguir a los secretarios de cultura.
En ese entonces existía la Municipalidad y había un secretario de cultura allí y otro en el Ministerio de Cultura. Los perseguía y perseguía y me trataban con mucho afecto, me decían “quedate tranquilo lo vamos a hacer”. Y no lo hacían y no salía. Y yo seguí insistiendo en no darle estado público. Porque yo decía “si a mí se me ocurrió esta idea tenemos que tenerla reservada porque en ninguna parte del mundo se hace el día del Paso Doble, el día del Vals, el día del Foxtrot, el día de la Casoreta Napolitana… Un día se me ocurrió la idea de ir a ver a Tito Lecture y le pedí el Luna Park para hacer una fiesta muy grande para el tango al mes siguiente, para el 11 de diciembre. “Estás loco vos, no va a ir nadie, si el mes pasado hicimos una fiesta del tango y apenas sumamos tres mil personas” me dijo. Y yo le respondí: “dame el Luna Park que lo vamos a llenar”. Había ido con los queridos amigos de la Asociación Amigos de la Calle Corrientes en la cual yo soy integrante de la comisión directiva. Tito Lecture accedió, seguramente para sacarme de encima. Me puse a buscar a cada director de orquesta, a cada cantante hombre y mujer, a cada difusor, a cada locutor; a todos. Así pude hacer llenar el 11 de diciembre de 1977 el Luna Park con 14.500 personas, con un Tito Lecture contentísimo y cinco horas de espectáculo.
Retrocedo un poco. A fines de noviembre voy a ver a Ricardo Freixa, entonces secretario de Cultura de la Municipalidad, ahora está en el cielo, que en paz descanse. Yo iba todos los días y siempre me decía que se estaba por firmar. Ese día, 25 o 26 de noviembre, le digo en un tono medio irónico, aparentemente amenazador, aparentemente triste: “mirá, si no lo sacás mañana, no te preocupes. Yo ahora voy a ir a todos los diarios, revistas, televisoras, a todos los medios de comunicación y les voy a decir que igual vamos a hacer el día del tango aunque no salga el decreto”. Y me fui. A las dos horas tenía el decreto.
A las cinco de la mañana cuando termina el espectáculo del Luna Park y yo estoy tomando café con algunos, empiezo a pensar y digo: “qué cosa el día de la madre se festeja un día acá en Buenos Aires, pero en Rosario es otro día y en Montevideo otro. Mirá si me hacen lo mismo con el Día del Tango.” Y se me prendió la lamparita. Tenía que conseguir el decreto del Día Nacional del Tango, así en toda la república no se podría hacer más que ese día. Al otro día fui de visita a la Biblioteca Nacional a visitar a Jorge Luis Borges. Él me comentó que había oído sobre lo del Luna Park y me dijo: “que te parece si le pedimos al Secretario de Cultura de la Nación si haría algo parecido. ¿Vos almorzarías con él?”. “Cómo no”, le dije. Al día siguiente almuerzo con el dr. Raúl Casal y presento mi petitorio. No solo no me voy a olvidar de sus nombres sino que gracias a ellos lo conseguí. Le ofrecí una fiesta de fin de año. Me ofreció el Teatro Cervantes. Y le pedí que declaren Día Nacional del Tango al 11 de diciembre. En el decreto incluí el motivo del porque el once de diciembre. A los dos días estaba firmado.
Rafael Sabini
Nota original, número 29 de la revista El Abasto, noviembre 2001: Una conversa con Ben Molar