Doble D: Diego desde Dublín
Crónica desde Irlanda | Juan Manuel Guarino, relata desde la Isla Esmeralda, cómo lo impactó la noticia que paralizó y dejó en silencio al mundo el fatídico mediodía del 25 de noviembre. El paso a la inmortalidad del pibe 10, Pelusa, Maradona, D10S. En 1986, los irlandeses también sintieron como propio el triunfo del seleccionado argentino ante los british en el estadio Azteca.
25 de noviembre. Hace un frío despiadado en Dublín. Ya cayó la noche. En esta época del invierno boreal a las 17.00 horas ya no hay más luz solar. Casi media hora antes me enteré del fallecimiento de Diego Armando Maradona. Como ocurre en estas épocas, me enteré del hecho por medio de las redes sociales lo cual activó automáticamente mi incredulidad. Pero no, era cierto. Era increíblemente cierto. A la incredulidad le siguió la lógica; me dije a mi mismo “Y claro ¿cómo podría ser de otra forma?” Todos sabemos la vida que llevó Diego y estos últimos años se lo notó muy desmejorado en sus últimas apariciones públicas. Para colmo, casi un mes antes en la víspera de su cumpleaños había tenido una operación que también lo puso en jaque. De modo que en los términos de los cálculos más fríos nadie podría sorprenderse por la muerte de Maradona. Pero inmediatamente después de la lógica llegó el desasosiego. El desasosiego que por primera vez, a un año de haber llegado a Irlanda, sentí por estar lejos de mi país. Un desasosiego inesperado, que de ninguna forma había aparecido antes pese a extrañar desde el día uno a mis seres más queridos, sino que llegó con la pérdida de una de nuestras figuras más emblemáticas. Ahí tienen una idea de la dimensión que implica la partida de Diego. Una figura como la de Maradona es capaz de hacerte recordar de dónde venís aunque estés a casi 11.000 kilómetros de distancia. Una figura con la que el único contacto que uno pudo tener (en mi caso) es a través de lo que se vió alguna vez en televisión o en Youtube, en donde pude visualizar sus hazañas, sus dichos, sus logros, sus tragedias, su todo. Pero increíblemente toda esa historia que tenía tan aprendida de memoria cobró significado para mí cuando esa misma historia llegó a su fin. Paradójico. ¿O no? No lo sé. No lo sabía. Pero la muerte siempre de una forma u otra resignifica la vida.
Quizás por eso, como no lo sabía, necesitaba salir a la calle a buscar una respuesta. Después de pedirle a mi profesor disculpas por retirarme antes de la clase (online) por lo acontecido, a lo cual ése profesor (irlandés) me dijo “yo también me voy a ir a llorar un rato”, y de escuchar unos audios de mi viejo por WhatsApp con la voz quebrada en un llanto, no podía quedarme más donde estaba. Necesitaba salir sin importar lo que el frío irlandés podría depararme. No me interesaba. Tenía que salir a buscar algo.
Encaro para el Río Liffey y empiezo a caminar río abajo. No sé bien por qué. El frío es letal. Y sorpresivamente no estaba nublado y no había viento. Toda una novedad en la Isla Esmeralda. Todavía Irlanda se encontraba con las restricciones a causa de la segunda ola del Coronavirus en Europa. Desolación. Entre el frío y las prohibiciones establecidas la ciudad se encuentra casi en un punto muerto aunque a la gente parece ya no importarle más allá de los barbijos que abundan en casi todos los rostros. Pero es lo que menos me importaba en ese momento. Lo que me pasaba era que estaba cayendo en la cuenta de que había muerto Maradona y yo no estaba en mi tierra para abrazarme con los míos porque eran los únicos que podían entender lo que me estaba pasando. Era raro. Era desesperante. Tenía ganas de cruzarme con un Irish en la calle, agarrarle de los hombros y decirle “¿Loco, no te das cuenta que se acaba de morir Maradona?”. No. ¿Qué diablos le iba a importar? ¿Cómo me iba a entender? Y entonces me dí cuenta del porqué estaba caminando río abajo: inconscientemente había fijado el rumbo hacia la estatua del Almirante Guillermo Brown que se encuentra ubicada casi llegando a la zona de los muelles (“docklands” en inglés, y para quienes no saben Brown, el héroe de la Armada Naval Argentina, nació en estas tierras, en Foxford más precisamente) porque necesitaba tener algún tipo de identificación con mi país.
Me llega el WhatsApp de un amigo argentino que conocí acá Irlanda. Me invita a juntarnos a comer y a tomar algo, junto a otros amigos, para pasar estos momentos juntos. Acepto. Como dije antes: necesitaba de los míos. Llego a su casa; nos pusimos a cocinar algo; tomamos; charlamos y no podíamos creer todavía lo que había acabado de ocurrir. Nos quedamos viendo documentales referidos a nuestro fútbol y a Maradona hasta altas horas de la madrugada. Se hace tarde. Me vuelvo a casa. Llego. Sigo viendo noticias y mensajes en redes sociales. No puedo pegar un ojo. ¿Murió Diego? El desasosiego ahora se había transformado en incredulidad nuevamente. No puede ser. Son como las 6:00 AM ya del 26/11. Intento dormir. Lo consigo por algunas horas. Me levanto. Me esfuerzo por comer algo. Sigo sin creerlo. No puede ser que Diego haya muerto. Me entero que en Argentina el Presidente anunció tres días de duelo y que Maradona va a ser velado en la Casa Rosada. ¿Cómo no estoy ahí? ¿Cómo puedo sentirme que Diego “me” pertenece sino estoy ahí? ¿Con qué derecho? No. Es así. Diego “nos” pertenece y por eso “tengo que” estar ahí. No puedo asistir a la clase. Necesito estar informado. Necesito ver vídeos. Necesito ver sus goles una y otra vez.
I’m not on cartoon duty until next week, but here’s something I drew a couple of years ago, depicting Maradona skipping through the entirety of English history to score his second goal. pic.twitter.com/ZTnYroRCCL
— David Squires (@squires_david) November 25, 2020
El dibujante David Squires inmortalizó la jugada del segundo gol del ‘Pelusa’ a los británicos en la Copa del Mundo. En la tira se aprecia a The Beatles, Shakespeare y la Reina Isabel II.
Y ahí mi percepción empieza a cambiar. Ya empiezo a dimensionar algo mucho más grande. Veo que los goles de Diego están saliendo en todos los portales y en todos los noticieros del mundo. Acá en todos los diarios de Irlanda Diego es portada. ¡Claro! ¿Cómo no serlo? ¿Qué es lo primero que me dicen los irlandeses cada vez que me preguntan de dónde vengo? “Ah….Argentina….Maradona”. Y por supuesto, a esto hay que sumarle la historia de Irlanda con Inglaterra y sus siglos de rivalidad. Ustedes no tienen idea como los irlandeses nos agradecen eternamente ése partido contra los British en 1986. O cómo nos apoyaron durante La Guerra de Malvinas. Los irlandeses también sintieron como propia “La Mano de Dios”. Algo me dice que de no ser por las restricciones de la cuarentena los celtas se la hubieran ingeniado para hacer algo más público por la partida de Diego. Los pubs, allí donde late la tradición irlandesa (y que ahora se ven imposibilitados de ofrecer su encanto tanto a locales como a extranjeros), se dedicaron a mostrar sus señales de respeto al Diez a través de sus redes sociales. Entonces de repente no me siento tan solo. No obstante, hubiera dado lo que sea por estar ese día en Plaza de Mayo.
Pero la conmoción no termina en Irlanda. También llega a la Isla de acá enfrente nomás; al Reino Unido. Sí. En Inglaterra también. Aun cuando Peter Shilton siga sin perdonarle haber recibido “La Mano de Dios”, los anglosajones también homenajearon a su principal verdugo deportivo. Basta ver la caricatura en el diario The Guardian a Diego gambeteando, como lo hiciera en el segundo gol que recibió Shilton, a La Reina, a Los Beatles, a Shakespeare, a Churchill…”el mejor de ellos fue mejor que todos los mejores nuestros.” Y ahí nomás pensé “Qué triste momento para ser anti-Diego”. El graffiti en las ruinas de Siria; la iluminación de la Torre de Dubai, la conmoción en Nápoles, el homenaje de los All-Blacks; las protestas en Francia con banderas con la imagen de Diego; veía todo eso y me preguntaba ¿Qué deben sentir en este momento los que siempre rechazaron a Maradona desde vaya uno a saber qué estandarte moral? “Nos hace quedar mal ante el Mundo” dice esa tilinguería siempre dueña de la conducta impoluta, más preocupada por cómo nos ven afuera que por sentirse propios, por sentir eso que Diego siempre nos hizo sentir siempre: el orgullo de ser argentinos. Y ojo, alguna vez yo también caí en la trampa de ese discurso burgués (me permito parafrasear a Dolina) y tirar alguna de esas máximas tipo “Bueno, Maradona como jugador es una cosa….Maradona como persona es otra.” Eso quizás cuando intentaba buscar la perfección en mi comportamiento, cuando pensaba que el camino siempre tenía que ser pulcro y sin espinas. Hoy, que me deleito en la contradicción y en la imperfección (o al menos intento aceptarlas como parte de mi vida) comprendo mejor por qué Maradona trascendió al mundo del fútbol. Y entendí que ésa contradicción que era Maradona, esa belleza y esa tragedia personificadas; y que son tan propias de la historia de Argentina, van más allá de cualquier predica. Entonces no es difícil caer en la cuenta de porqué por primera vez me sentí lejos de casa cuando supe de su muerte.
¿Qué significó Diego? No voy a ponerme a redundar en palabras que en estos días ya han circulado en cuanto homenaje posible se haya podido realizar, y por gente mucho más capacitada que yo para hablar o escribir. Simplemente sepan que a un tipo que está del otro lado del Atlántico, lejos de sus afectos y de sus costumbres, Maradona con su muerte le hizo sentir más que nunca el orgullo de sus orígenes. Gracias, Diego.
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