Hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana…
En esa era las cosas valían más que los seres humanos, los objetos eran más valiosos que los sentimientos y la moral se vendía a plena luz del día sin ninguna vergüenza…
Para aquel entonces había tomado la firme resolución de bajar mi consumo para salir de la incómoda situación que me implicaba estar siempre endeudado pagando intereses de mis créditos anteriores, muchos propios, pero otros también tomados por mis propios hijos más grandes y hasta por mi hermana que no entiende de límites. La situación había escalado a tal punto que los pagos de intereses excedían con creces nuestros propios consumos. Por eso decidimos con mi señora tomar una firme decisión, en la práctica era una austeridad absoluta, casi dejamos de consumir por completo.
La que lo sufrió peor, tal vez, haya sido mi madre que sin los medicamentos comenzó a empeorar todos sus síntomas. Nuestros hijos adolescentes tuvieron que adaptarse a nueva vida, dejar los estudios para ponerse a trabajar un McPato. Los más chicos tal vez lo sufrieron menos, simplemente jugaban a los juegos que ya tenían, sin siquiera pensar en la opción del último de moda. Mi hermana se enojó y se mudó a otra galaxia, aunque dado que todo estaba a mi nombre tuvo la “amabilidad” de dejarme su parte de deuda. Pero con mi esposa no nos amargamos, nos arremangamos y fuimos muy austeros durante como diez meses hasta que un día, no sé bien porqué, entramos nuevamente al banco para ver nuestros estados de cuentas. La cosa seguía en rojo, sin embargo, dada nuestra actitud y no está de más decir, nuestra garantía que era la casona de mi familia, nos ofrecieron un nuevo gran préstamo como “blindaje”.
La tentación nos pudo. Quedaron apenas un par de cuentas en rojo que seguiríamos pagando como hasta el momento, o sino con ayuda del nuevo préstamo. Así pudimos cambiar el auto y el televisor. También nos hicimos una pequeña escapada a una playa de otra galaxia con mi esposa para descansar de tanto esfuerzo. En la casa las cosas seguían igual. Medicamentos… ¡fuera! Juegos nuevos… ¡fuera! Ropa nueva para nuestra familia (aunque sí algo para nosotros)… ¡fuera! Pago de colegio… ¡fuera! (Ahora aprenden todo en casa, dado que consideramos que la pública es un desastre). El taller lo cerré, llegué a la conclusión de que no nos conviene trabajar, ahora con el último préstamo, luego de comprar y tapar agujeros compramos unas criptomonedas que sin duda nos hará millonarios.
Estaba convencido de que estaba en el camino correcto aunque discutía con mi esposa que sostenía que debíamos seguir siendo austeros como en los últimos tiempos mientras proponía seguir trabajando como antaño. El quiebre lo dieron nuestros hijos menores que no habiendo conocido la opulencia de otros días y manteniendo su enorme corazón aún no contaminado buscaron convencernos de que el dinero no era lo importante, sino que lo era mantener la benevolencia cuidando, por ejemplo, la salud de su abuela, mientras nos instaban a tener la cortesía con la familia y los otros seres, a obrar con justicia y mucha sabiduría para, por ejemplo, no perderlo todo. Y lo más llamativo, nos hablaron de fe. Pero no de esa que solo cree en algo mágico, sino la fe en que haciendo lo correcto, lo que dicte nuestro amoroso corazón -aunque implique esfuerzo y sacrificio- nos guiará hacia un futuro mejor para nosotros y quienes nos rodean. Sus palabras nos sacudieron y de ahí en más con mi mujer decidimos escuchar más a nuestros hijos y tratar de obrar ya sin especulación. Sentimos como si estuviésemos pariendo una nueva era.
Rafael Sabini
Lo de arriba es ficción, cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.