Un faro insoslayable de la educación pública en el corazón de Mataderos
El Liceo 8 celebra su 70° aniversario rodeado del cariño de alumnos, exalumnos y docentes.
Cada 2 de septiembre, el Liceo 8 “Esteban Echeverría” celebra el natalicio del autor de La Cautiva y El Matadero. Pero en esta oportunidad, la fecha incluye un condimento especial: el 70° aniversario de la emblemática secundaria de Mataderos. “La escuela nació como un anexo del Nacional 13, de Liniers, y en sus orígenes funcionó en la avenida Carabobo, en el barrio de Flores. Hasta que en 1954 se mudó definitivamente a este edificio para transformarse en el Liceo 8 y desde entonces, cada 2 de septiembre celebramos el cumpleaños de la escuela”, cuenta Marcela Bruno, actual rectora del establecimiento con sede en Murguiondo 1568, a metros de Juan B. Alberdi.
Bruno ocupa el cargo desde el 7 de febrero pasado, tras concursar en 2023, cuando aún era vicerrectora del turno noche. No obstante, toda su vida está ligada al Liceo 8. Su madre era docente, así que entró de su mano por primera vez cuando apenas tenía 5 años. A los 13 ingresó como alumna e hizo toda la secundaria en el turno mañana. Una vez egresada comenzó a desempeñarse como preceptora, más tarde se convirtió en prosecretaria y luego en secretaria, cargo que ocupó durante una década. Muchos exalumnos todavía la recuerdan como profesora de Historia y Geografía. “Hace 38 años que estoy en la escuela y pienso jubilarme acá”, dice con una sonrisa, quien además es vecina de Mataderos.
Sin embargo, el de Bruno no es un caso aislado en el Liceo 8. “Tenemos muchos exalumnos que regresan a trabajar como docentes. Por eso decimos que esta escuela es una marca de identidad, desde que se ingresa como alumno se insufla un sentido de pertenencia que no se borra con los años”, asegura la rectora. “Es una escuela muy humana -subraya- por eso no sólo transitamos con los chicos el aspecto pedagógico educativo, sino que los acompañamos en el resto de los aspectos de su vida. La contención y el afecto son dos elementos fundamentales. Acá compartimos todo. Pasamos más horas acá adentro que en casa. Por eso no es casual que los alumnos siempre vuelvan”.
Este viernes 6 de septiembre tendrá lugar el festejo central por los setenta años de la escuela, y allí los alumnos presentarán una muestra de lo que estuvieron trabajando sobre el vínculo del establecimiento con el barrio de Mataderos. El inicio está pautado para las 16:30 y, además de la comunidad educativa, fueron especialmente invitados la ministra de Educación, la directora del área y los supervisores escolares. Quienes ya prometieron su presencia son las exalumnas de la Promoción 1974, que están cumpliendo cincuenta años de egresadas. “El lema de la celebración es ‘todos somos la escuela’. Y eso incluye a los docentes, los auxiliares y por supuestos a los alumnos actuales, a los exalumnos y a los que vendrán. Por eso vamos a crear la Comisión de Exalumnos, que actualmente no existe, con la intención de pensar juntos qué necesita la escuela y trabajar para conseguirlo”, adelanta Bruno, mientras bebe un sorbo de café en una taza con el escudo de Nueva Chicago, club del que es hincha y en el que hace algún tiempo se encargó del área de Prensa y Difusión. “Chicago, el barrio y la escuela son mis tres pilares”, asegura.
El histórico edificio que alberga al Liceo 8 es de 1907, de allí que no sea casual que requiera un mantenimiento constante. “Aunque lo tratamos de cuidar permanentemente, si a un edificio de más de un siglo no se lo mantiene, se cae a pedazos. Por eso somos bastante molestos con el tema del mantenimiento”, sostiene la rectora.
Actualmente hay varias aulas con humedad donde los días de tormenta se filtra agua. Por otra parte, desde que se construyó el edificio de al lado -donde originalmente estaba proyectada una ampliación de la escuela- los cimientos trabajan y hace algunos días se levantaron las baldosas de un piso que aún no fue reparado. “Está de moda la frase ‘no hay plata’, tal vez por eso no responden nuestros reclamos”, especula Bruno.
Si bien el Liceo 8 cuenta con una cooperadora muy activa y laboriosa, y la mayoría de las obras -como la construcción de nuevas aulas, el área de computación, los SUM o el laboratorio- las hizo la cooperadora, el edificio tiene tres plantas y ya no hay espacio para seguir construyendo.
“Somos una escuela chica y no podemos tener más alumnos de los que absorbemos. Por eso haría falta otra escuela media común en la zona, considerando que estamos en el medio de los distritos 13 y 20 y la demanda de vacantes es permanente”, subraya Bruno, y explica que “es imposible que una escuela pueda absorber la demanda de todos los chicos de la zona que hoy están en séptimo grado. Además, la situación socioeconómica hace que aquellos que iban a una escuela privada tengan que continuar sus estudios en la escuela pública”.
Actualmente, sumados los tres turnos, son 714 los alumnos que cursan su secundaria en el Liceo 8. La mayoría son de la zona, pero también hay alumnos de Lomas del Mirador, Villa Madero y Villa Insuperable.
– ¿Recuerda a algún alumno de la escuela que haya trascendido las fronteras del barrio?
– Recuerdo a varios. De acá egresó, por ejemplo, José María Muscari, que cada vez que tiene oportunidad se ocupa de recordarlo. También guardamos el recuerdo de Walter Pata, una de las víctimas de Cromañón, tenemos un especial afecto por su mamá Nelly y Walter es un ser inolvidable en esta escuela. En la puerta, además, tenemos la baldosa homenaje a Cristina Arrillaga, una alumna desaparecida durante la dictadura. Las paredes de esta escuela guardan muchas historias…
Aunque hace algunos años comenzó a funcionar la Escuela Técnica N° 20 en el Polo Educativo de Mataderos (de Murguiondo y Directorio) y poco antes se mudó al barrio la Escuela de Teatro, el Liceo 8 sigue siendo el único bachiller público de Mataderos.
La escuela cuenta con tres turnos de cursada. El de la mañana y el de la tarde tienen orientación en Ciencias Sociales y Naturales, mientras que el turno noche se especializa en Economía y Administración. En este último los alumnos cursan hasta las 23 y está dividido en cuatro niveles. “Se cursa por materia -explica Bruno- entonces si se suma alguien que dejó de estudiar, eso nos permite reconocer la trayectoria educativa del alumno, y de esa forma respetarle las materias aprobadas para que no se le haga cuesta arriba terminar la secundaria”.
En 1986, cuando Beatriz Vales era la rectora del establecimiento, la escuela se hizo mixta y se creó el turno nocturno para adultos. “Hasta entonces era un Liceo Nacional de Señoritas y los estudiantes varones del barrio tenían que viajar para ir al secundario”, recuerda Bruno, y cuenta que hace apenas diez años, con María Elena López como responsable del colegio, se instaló el ascensor. “Tenemos varios alumnos con discapacidad, chicos en silla de ruedas, con muletas y otros que vienen con acompañante terapéutico. Por eso teníamos tramitado el ascensor desde hacía mucho tiempo. Salvo la biblioteca, que está en planta baja, la mayoría de las actividades pedagógicas, como la sala de computación, el laboratorio, el salón de música, el SUM y la sala de plástica, están en los pisos superiores”, aclara.
– ¿Existe algún proyecto para desarrollar en lo inmediato?
– Me gustaría planificar proyectos posibles de concretar. Durante estas vacaciones de invierno armamos una biblioteca enorme, gracias al apoyo de la Cooperadora, y ahora quisiéramos dejar instalado el sonido para los actos en el patio de la escuela.
Bruno le da un sorbo a su café, suspira, y concluye con una sonrisa. “Esta escuela es nuestra casa, y siempre es lindo volver a casa ¿no?”.
Ricardo Nicolini